domingo, 25 de agosto de 2019

MAROSA DI GIORGIO MEDICIS o MEDICI

MAROSA DI GIORGIO



María Rosa (Marosa) di Giorgio Medici (a veces también escrito “Médicis”), nacida en Salto en 1932 y fallecida en Montevideo en 2004, integrante de la llamada “Generación del ‘45”, es una de las poetisas icónicas de nuestro país. Con un estilo muy peculiar y propio, sus obras son belleza pura y fresca. A través de ellas Marosa nos invita a disfrutar un recorrido por los patios, jardines y chacras de su imaginación; a percibir por todos los sentidos sus flores, plantas, insectos y sus personajes, todos vinculados a su visión muy particular.

Mucho se ha hablado, escrito y comentado sobre Marosa y su poesía (¿poesía, prosa poética o microrrelatos?; la discusión está abierta), Como yo no soy literato ni crítico de Literatura, a mejores autoridades les cedemos el juicio de los especialistas. Solamente me limitaré a testimoniar que me encanta la intensidad y sensibilidad que encuentro en su creación; sin embargo, tengo que admitir que fue el tiempo quien me enseñó a valorar la perennidad de su propuesta, que será inimitable.

Hay quienes expresan que Marosa di Giorgio abusó hasta el hartazgo utilizando ciertas imágenes y temáticas, y que no se salió de ello; algo así que me recuerda a Igor Stravinsky cuando criticaba de Antonio Vivaldi que “no había compuesto 600 conciertos, sino 600 veces el mismo concierto”. Considero esa crítica superficial e injusta, porque cada escrito de Marosa es un todo por sí mismo y no se asemeja con ningún otro suyo, aunque ciertos elementos puedan repetirse. Después de todo así sucede con la vida, donde especialmente las imágenes de nuestro miniuniverso cotidianas se hacen presentes reiterándose una y otra vez, siempre permeables a distintas lecturas.

Cuando tenía veleidades de ser escritor conocí a Marosa en una mesa del Sorocabana, y la frecuenté en ese café con cierta regularidad en los años 1984 y 1985. Era muy abierta y generosa conmigo, y seguramente con muchos otros (el poeta Julio Inverso también pasó por allí, pero tengo idea de que eso fue ya en época posterior o por lo menos, no coincidimos); ella me recibía con afabilidad y nos presentaba a los que no me conocían como “escritor”, lo cual me hacía mucha gracia en mi interior. Muchas personas venían a tertuliar a la mesa que no era una fija sino que era aquella donde Marosa estaba sentada. Se hablaba de lo que hacíamos, de algunos artistas, o simplemente de cotidianeidades; nunca escuché discusiones de política. Recuerdo algunos pocos nombres que me trae la memoria de quienes allí se sentaban: Ricardo Prieto, Gustavo Cabrera y su madre, Julio César Armi (tengo todavía una foto suya autografiada por él), Milita Alfaro. Marosa hablaba poco, nunca la oí hablar sobre sí misma, pero siempre era el centro con su presencia. Siempre quedará en mi memoria un enorme anillo que tenía en la mano derecha (¿o tenía más de uno en ambas manos?), y la mancha de lápiz de labios que Marosa dejaba en la taza de café. Un día le pregunté por qué recurría tanto a utilizar las imágenes de plantas, flores y jardines, y ella me contestó: “Porque son la cosa más bonita”.

¿Qué poema de Marosa di Giorgio me gusta más? Yo diría que todos y cada uno de ellos. De la recopilación de su obra “Los Papeles Salvajes” (en la versión de la 2ª edición española, abril de 2018, Adriana Hidalgo Editora) seleccioné al azar uno (en la página 359), que pertenece a “Mesa de Esmeralda”, de su serie homónima (1985):

31.
Viniste a morir al lecho. Tus pétalos rojos, verdes, la cubrecola de tul, antenas retorcidas y plateadas. Mamá se equivocó esta vez; dijo: Es un monedero de colores, con funda de gasa y prendedor brillante. Pero, era tu corazón casi inexistente que terminaba aquí. Yo te vi salir de la franja de grutas y perfumes. Y fui allá. Era enero y las liebres de enero ponían su cara mítica entre las amapolas. Yo te dije mariposa. Y desde el árbol caían hilos, tela, uvas, una manzana roja, anacarada. Y en los costureros salvajes se hamacaban los ratones. Y en el horizonte había gritos de júbilo y pelea, ¿qué era?
Compareció el cárabo con las listas y ojos de felinos; se reflejó en mi alma y en la taza que yo sostenía entre los dedos. Así inmóviles y juntos, vimos caer la noche inmensa y las estrellas últimas.

Es de mencionar que “Los Papeles Salvajes”, nombre invariable de sucesivas recopilaciones de la obra de Marosa di Giorgio (la primera de ellas por Arca Editorial, 1971, las últimas publicadas de modo póstumo por Adriana Hidalgo Editora), no recogen “l’intégrale” de sus trabajos. Es posible (siempre lo es) que algunos poemas (manuscritos inéditos o hasta publicados aisladamente) estén por ahí esperando todavía su exhumación. Pero además, la propia Marosa di Giorgio suprimió una ampliación que de sus “Poemas” (1951) había publicado la Revista caraqueña “Lírica Hispana” Año II No. 135 (1954) bajo el título de “Visiones y Poemas”, quitándole las “Visiones”. Personalmente desconozco el por qué de tal decisión, pero lo cierto es que desde la primera edición de “Los Papeles Salvajes” estas “Visiones” no se incluyeron ni se publicaron, y aun en las ediciones aumentadas póstumas se respetó la decisión de la autora de segregarlas. Tenemos un ejemplar del número 135 de “Lírica Hispana” original que contiene “Visiones y Poemas”, pero nos abstendremos de divulgarlo. La voluntad de un autor sobre el destino de su obra, aun fallecido éste y sin perjuicio de las prerrogativas de sus derechohabientes, es sacrosanta.

¿Qué clase de música escuchar, para acariciar nuestra alma junto a la lectura de los textos de Marosa? Una sugerencia muy personal es la música de violines. Proponemos para ello un autor de origen toscano (como los padres de Marosa): Francesco Geminiani (1687-1762). Ofrecemos este link hacia una interpretación por el conjunto “Europa Galante” (dirigido por Fabio Biondi) de sus “Concerti Grossi“ Op. 3, al cual se une su versión de “La Follia” (Op. 3 No. 12, “La Locura”) sobre tema y variaciones de “La Follia di Spagna”, que recrearon tantos músicos desde el siglo XV, entre otros Arcangello Corelli, Marin Marais, Antonio Vivaldi y Antonio Salieri. La Follia! ¡La Locura!

https://www.youtube.com/watch?v=iFufOjWlKHU&t=172s





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