jueves, 18 de junio de 2020

APUNTES HERÉTICOS SOBRE JUDAS ISCARIOTE



APUNTES HERÉTICOS SOBRE JUDAS ISCARIOTE






I

Judas Iscariote (en hebreo “ish-Qerioth”, “hombre de Qerioth” -al sur de Judea-) es un personaje del cual no se poseen mayores datos históricos ni pruebas de época confiables sobre su existencia, salvo que se desee tomar como tales a las referencias que le deparan el Nuevo Testamento, los escritos bíblicos apócrifos, y por supuesto, la tradición cristiana. Todas fuentes extemporáneas, no exentas de contradicciones entre sí ni de figuraciones fantásticas. En realidad, de esta problemática padecen casi todos los actores del Nuevo Testamento, a falta de referencias de escritos primarios serios respecto a ellos; inclusive la noticia más antigua que se conoce del propio Jesús de Nazaret (Jesucristo o Cristo para los cristianos) sin ser los textos del Cristianismo,  la da el historiador Flavio Josefo quien no lo conoció personalmente por haber sido posterior al primero en la Historia (Jesús habría muerto por el año 33 después de Cristo, mientras que Flavio Josefo vivió entre los años 34 a 100 después de Cristo) y de quien realiza referencias muy vagas (“Antigüedades judaicas” XVIII.III.3 y XX.IX.1), suponiendo que no se trate de interpolaciones que hicieron copistas venideros. 

A pesar de las escasas noticias, Judas Iscariote es uno de las figuras sobre las cuales más se ha escrito en la Historia, por no decir que se trata de la segunda más considerada luego de Jesús de Nazaret.  A lo largo de dos mil años es incalculable e ingente la literatura atinente a Judas Iscariote. Sin embargo son escasísimos los datos biográficos fiables; al menos, los que puedan considerarse como relativamente asentados en las fuentes más próximas de su época. Ni siquiera podemos aspirar a que los más antiguos que se encuentran disponibles hayan sido fieles a los hechos. En la práctica, lo más abundante sobre Judas Iscariote han sido las tantas interpretaciones que se han gestado sobre su persona, de manera que existen tantos Judas Iscariotes como autores y no puede consensuarse cuáles fueron sus rasgos característicos. Tampoco sabe nadie qué aspecto tenía Judas Iscariote. Las obras plásticas que lo representan, obviamente muy posteriores a él, suelen retratarlo con rostro sombrío o piel cetrina, trigueña o morena (usualmente más oscura que la de los otros Apóstoles o la de Jesús), cuando no con rasgos moriscos o africanizados, no siempre agraciado físicamente y con expresión de sujeto taimado; usualmente con una bolsa de dinero en la mano que alude a su condición de Tesorero de la comunidad que constituían Jesús y sus discípulos, o a las treinta monedas de plata que se le atribuye había obtenido por haber brindado información sobre el paradero de quien fue su Maestro. La historia de Judas Iscariote, de haber sido real, se ha intentado reconstruir en parte con los raleados y muchas veces sesgados testimonios y tradiciones de la Antigüedad, y en el resto con la interpretación y la imaginación de los autores. En todo el variopinto maremágnum histórico-literario-ensayístico que se ha generado a su respecto faltaba una lectura más: la nuestra, por supuesto.

Las fuentes históricas que se creen más cercanas sobre Judas Iscariote son principalmente las de los cuatro Evangelios canónicos u oficiales, en el Nuevo Testamento de la Biblia. No son primarias, ni tienen por qué ser las más verosímiles; las dataciones más antiguas de los Evangelios canónicos de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan se ubican aproximadamente entre los años 50 a 80 D.C., 50 a 70 D.C.,  55 a 80 D.C. y 70 a 100 D.C. respectivamente, y salvo el caso de San Juan que se cree escribió su Evangelio siendo nonagenario en la isla de Patmos (de lo cual sólo hay tradición pero no prueba de que hubiere vivido tanto, lo que era muy extraño en la Antigüedad), nada asegura que los hechos que narran hubieren ocurrido como se cuentan, malgrado algunas similitudes que presentan entre sí. Con estas precisiones previas intentaremos ensamblar a través de ellos, entre sus coincidencias y contradicciones, una crónica sinóptica sobre Judas Iscariote. 


II

Judas Iscariote, mencionado con su nombre y su gentilicio para diferenciarlo de Judas Tadeo, “el otro Judas” (éste sí santo), fue elegido por el mismo Jesús o Jesucristo como uno de sus doce Apóstoles (del mismo modo que a Judas Tadeo), nombrándosele en los textos bíblicos como el último de aquéllos para destacarlo como “el que le entregó” o “el traidor” (Mt. 10:4, Mc. 3:9; Lc. 6:16) aunque por supuesto, esta traición se conocería después y no en su momento por todos los integrantes del movimiento. No sabemos quién era Judas Iscariote, ni qué actividad tenía, ni a cuál clase social pertenecía, antes de involucrarse con Jesús de Nazaret. San Juan menciona que era “Hijo de Simón” (Jn. 6:71, 12:4, 13:2, 13:26), pero Simón era un nombre muy común en el Israel de la época, de modo que no es un dato identificatorio preciso. Por su gentilicio (Is-cariote, “hombre de Qeriot” -ver “supra”-), usado para diferenciarlo de San Judas Tadeo, también sabemos que era de la localidad de Kerioth, al sur de Judea. Podemos especular que tendría una posición acomodada, porque Jesús lo consideró idóneo para manejar los valores de su colectividad. Debe destacarse que si fue Judas Iscariote designado como un Apóstol por Jesús, era porque había sido estimado por su Maestro como uno de sus seguidores más dignos y referentes, lo que le deparaba un grado de liderazgo, de consideración, de afecto y de confianza que no tenían los demás discípulos. Pero de alguna forma Jesús algo malo se temía o intuía en Judas, aunque no lo denunció directamente sino con alusiones, quizá esperando vanamente a que cambiara, de modo que mucho después pero ya tarde con la traición consumada los demás Apóstoles y discípulos pudieron reconocer a quién aquél se estaba refiriendo: “¿No os escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque era el que le iba a entregar, y era uno de los doce” (Jn. 6:70-71). Judas fue confiado de la bolsa o del tesoro de la comunidad, o sea que era el encargado de sus dineros. Una importante responsabilidad. Ningún Evangelio le reprocha alguna irregularidad concreta en el manejo de los fondos, salvo San Juan quien menciona que Judas “era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Jn. 12:6; también en el “Diatessaron” o Evangelio apócrifo de Taciano, CXXXVIII:3); imputación tardía que resulta extraña porque si así hubiere sido, en su debido momento se le habría retirado de la administración del dinero e incluso hasta se le habría raleado o desvinculado de la comunidad de Jesús, salvo que por alguna cuestión eso no se hubiere en su momento advertido y quedara de manifiesto después, luego de muerto Judas.  

De acuerdo a San Juan, seis días antes de la Pascua en Betania, en una cena preparada por Lázaro y sus hermanas María y Marta, María ungió con perfume de nardo puro la cabeza y los pies de Jesús. Judas Iscariote la criticó porque el dinero que ella habría gastado en esa esencia, que le calculó en trescientos denarios, no lo había empleado para los pobres; en realidad Judas no lo había hecho por justo, sino hipócritamente ya que como hemos observado, San Juan le atribuye que “dijo esto, no por amor a los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Jn. 12:5-6). Jesús le hace ver a Judas que María con ese gesto había anticipado así de alguna forma el día de la sepultura del Maestro, y les recordó que “a los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis siempre” (Jn. 12:7-8), según ya adelantamos anteriormente. En este episodio aparecen inconsistencias respecto a los otros testimonios bíblicos. Efectivamente, en San Marcos se cuenta que algunos de los presentes que estaban en la cena que tuvo Jesús en lo de Simón el Leproso en Betania, y este último mismo, se molestaron con “una mujer” que quiso honrarlo con esencia de nardo cuyo nombre no se da, por lo que habría gastado (Mc. 14:3-8); mientras que en San Lucas, es Simón el Fariseo (no el Leproso) con quien estaba comiendo Jesús, quien la critica diciendo para sí mismo (aunque Jesús le capta la intención): “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lc. 7:36-50). San Marcos y San Lucas no involucran a Judas en ese episodio; San Mateo tampoco le alude al respecto. Como muestra el Evangelio apócrifo de Taciano (120 D.C. - 180 D.C.), que es una fundición de los cuatro Evangelios oficiales, Judas Iscariote en realidad no había sido el único que se molestó del gasto que María de Betania hizo por los perfumes (CXXXVIII, 2-4). 

Habiendo llegado a Jerusalem desde el Norte a festejar la Pascua, y estando próxima la fiesta “entró Satanás” (Lc. 22:3, Jn. 13:2) en Judas Iscariote.  Éste decide en momento indeterminado entregar a Jesús a los Sumos Sacerdotes, quienes le tenían animadversión por el carácter de sus prédicas que consideraban subversivas o cuestionadoras, y que ante el pueblo denunciaban sus falencias e hipocresías poniendo sus prácticas en falsa escuadra. Acuerdan con Judas Iscariote que le pagarían en recompensa un dinero, que San Mateo reseña en treinta piezas o monedas de plata, combinando perpetrar la entrega y la captura de Jesús para un momento discreto en que el pueblo no pudiera enterarse (Mt. 26:14-16; Mc. 14:10-11; Lc. 22:1-6; Jn. 13:2). Jesús intuía que sería traicionado por uno de los suyos, y más concretamente por Judas Iscariote. En una Cena de preparación de la Pascua y mientras comían, como al pasar Jesús menciona ante los Apóstoles que pronto sería entregado a las autoridades sacerdotales, y que uno de ellos que estaba en la mesa sería quien lo haría. Ello causó una gran conmoción, incredulidad y dudas entre los comensales, generándose entre ellos diálogos. Todos los comensales comentaban o murmuraban preguntándose entre sí y a Jesús quién sería; algunos le preguntaron a Jesús si les consideraba que serían los traidores y otros le inquirieron quién sería (Mt. 26:17-24; Mc. 14:18-19; Lc. 22:21-23; Jn. 13:21-23). Jesús, sin dar el nombre del felón, lo alude veladamente como “¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!”, “bueno le fuera a ese hombre no haber nacido”, “el que meta la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar”, “la mano del que me entrega está conmigo en la mesa” (Mt. 26:23-24; Mc. 14:18 y 14:20-21; Lc. 22:21-22).  Ante la pregunta de Pedro sobre quién sería, respondió Jesús: “A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón” (Jn. 13; 24-26). Por si quedara alguna duda, el Evangelio de San Mateo cuenta que Judas Iscariote no puede evitar darse por aludido y desea sonsacarle a Jesús, su Maestro, si acaso podría ser él, a lo que Jesús le contesta claramente: “Tú lo has dicho” (Mt. 26:25-26). El Evangelio de San Marcos no menciona que Judas haya sido quien metió la mano en el plato (Mc. 14:18-21), y San Lucas nada menciona sobre el episodio del plato, si bien aludió a que el traidor se encontraba en la mesa (Lc. 22:21-23).  San Juan cuenta que “después del bocado, Satanás entró en él” (otra vez), y que entonces Jesús le dijo: “Lo que has de hacer, hazlo pronto” (Jn. 13:27). Ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo a Judas Iscariote estas cosas; en realidad este diálogo no llamó en su momento la atención de los participantes en el convivio preparatorio de la Pascua, porque creyeron que Jesús y Judas estaban arreglando dar limosnas o comprar víveres; como San Juan bien lo explica, eso se habría debido a que algunos pensaban, puesto que Judas tenía los fondos, que Jesús le decía: “Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres” (Jn. 13:28-29). Y así “cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche” (Jn. 13:27-30).

Judas sale y regresa al cabo de un tiempo con una turba compuesta por sacerdotes y siervos de los mismos, ancianos, soldados y otras gentes, algunos de ellos con espadas, linternas, antorchas y palos, habiendo con ellos convenido previamente de individualizarles a Jesús a la señal de darle un beso, para saber a quién debían aprehender. Judas se acerca a Jesús y tras decirle “Salve, Maestro” o “Rabí”, le besa, gesto ante el cual los esbirros de los sacerdotes se disponen a aprehenderlo. Jesús le pregunta “Amigo, ¿a qué vienes?”; “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”. Y dirigiéndose a los sacerdotes, guardias y ancianos les espeta: “¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas”, lo que recibe por toda respuesta su detención por los integrantes del gentío (Mt. 26:47-50; Mc. 14:42-46, LC. 22:47-54). En el Evangelio de San Juan éste narra que Judas mismo, liderando una compañía de soldados y alguaciles de los sumos sacerdotes y de los fariseos con linternas, antorchas y armas, fue hasta el torrente del arroyo Kibrón donde había un huerto (se refiere al huerto de Getsemaní) en el que habían entrado Jesús y sus discípulos, lugar que Judas conocía y en donde descontaba que estarían porque muchas veces el Maestro se había allí reunido con sus discípulos; mas “Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les preguntó: ¿A quién buscáis? Y le respondieron: A Jesús Nazareno. Jesús les dijo: Yo soy” (Jn. 18:1-5). 

Posteriormente, al advertir que Jesús sería condenado a muerte, Judas sufrió un gran tormento interior y se arrepintió por su acción; intentó remediarla o desandarla queriendo devolver el dinero mal recibido a los sacerdotes y los príncipes, quizá también con la intención de recuperarle a Jesús su libertad, alegando que Jesús era inocente y que había pecado (quizá haciendo también ver que había mentido). Pero ya era tarde, y los sacerdotes y ancianos lo desecharon: “Qué nos importa. ¡Allá tú!. Judas, preso de la desesperación, les arrojó las monedas por el Templo y luego se ahorcó” (Mt. 27:1-5); quedando para la leyenda y la tradición que se había suicidado en una higuera. Entretanto los sacerdotes y ancianos discurrieron qué harían con las monedas y tomándolas, viendo que “No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre”, decidieron emplearlas en comprar un fundo llamado “del Alfarero” con destino a un cementerio de extranjeros, que pasó a ser conocido como “Campo de Sangre” (Mt. 27:6-10); o sea un lugar impuro, indigno para sepultura de judíos.

Es necesario destacar que sólo San Mateo narra que Judas Iscariote se autoeliminó ahorcándose (que lo hubiera hecho en una higuera es solamente una tradición). En los Hechos de los Apóstoles, que se atribuye fue escrito por San Lucas, figura otro final para aquél (Hech. 1:18-20): se dice que Judas Iscariote “con el salario de su iniquidad adquirió un campo, pero precipitándose de cabeza, reventó y todas sus entrañas se derramaron”. Una muerte muy extraña, que no puede saberse qué tan posterior en el tiempo fue a la muerte de Jesús, si se trató de un accidente, o si en algún momento se hubiere arrojado desde alguna altura a modo de suicidio. “Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Pues está escrito en el libro de los Salmos: Quede desierta su morada y no haya quien habite en ella, y otro se alce con su cargo”. Muerto Judas, su lugar se ocupó por sorteo recayendo la elección en Matías “para que tome la parte de este ministerio y el apostolado de que prevaricó Judas para irse a su propio lugar” (Hech. 1:25-26). ¿Judas Iscariote se cayó o se tiró de cabeza, reventándose por la mitad de modo que sus vísceras se desparramaron? Un final desagradable pero realmente extraño y sospechoso; tan impreciso que hasta parecería que no se quiso explicitar mayormente cómo ocurrió, y que hasta albergaría dudar si no fue provocado más bien que autoinfligido, no habiendo sido un evento inesperado.

En el Evangelio apócrifo de Taciano (ca. 120 D.C. - ca. 180 D.C.), que como ya reseñamos es un interesante documento (escrito entre los años 160 a 170 D.C.) que amalgamó en uno solo a los cuatro Evangelios canónicos, se menciona que Jesús nombró como uno de sus apóstoles a Judas Iscariote “que fue el traidor” (XXII:12). En una oportunidad expresó el Maestro que había entre los Apóstoles un diablo entre ellos aludiendo a Judas Iscariote, por ser quien lo traicionaría (LXXXII:62-63). Taciano lo reputa a Judas como ladrón (CXXXVIII:3) en ocasión de que administrara los fondos de la bolsa (CLV:23); del mismo modo que San Juan destaca que en el episodio de María cuando ungió con nardo a Jesús, no fue el único que se molestó con el gasto sino también otros presentes, estando allí inclusive algunos fariseos como Simón (CXXXVIII:2 y 4-10). Taciano muestra que Judas Iscariote entregó a Jesús por treinta dineros de plata, y que el diablo puso en aquél el designio de entregarlo (CLIII y CLIV:2). En la Última Cena, Jesús deja a Judas en evidencia de su traición cuando le entrega el pan “y el diablo entró en él”; y al preguntarle este último si sería el traidor, Jesús le contesta: “Tú lo has dicho” (CLV:18-25). Judas Iscariote sale aunque los discípulos entendieron que iba a haber compras o repartir limosnas (CLV21-25). En Getsemaní, Judas entrega a Jesús (CLX 3 y CLXI: 1-4). Sin embargo, al ver que llevaban a Jesús al Pretorio y apreciando que lo condenarían a muerte, Judas se arrepiente e intenta devolver el dinero, diciendo a los príncipes y sacerdotes que había pecado entregando sangre inocente, contestándole éstos: “¿Y qué a nosotros?”, por lo que Judas arrojó las monedas al suelo, fue y se ahorcó (en esto Taciano coincide con San Mateo); como se lo consideró dinero de sangre, no se lo utilizó para ofrendas, sino que se compró con él el Campo del Alfarero, para sepultura de extranjeros (CLXVI).

En una versión italiana del Evangelio de Bernabé (un texto del cual se conocieron manuscritos tardíos entre los siglos XV y XVI, que se cree fue escrito por un cristiano convertido al islamismo, del que se conoce un texto en italiano de fines del siglo XVI y un fragmento en castellano del siglo XVIII), Judas, el traidor que se había propuesto vender a Jesús, aprovechando su función de ser el tesorero limosnero acostumbraba robarse la décima parte de todo (lo cual no le impidió criticar el gasto de María en comprar perfumes para ungir los pies de Cristo), y no creía ni en las revelaciones ni en las enseñanzas de Jesús (Capítulos 14, 31, 43, 72 y 205). El Maestro previene a los Apóstoles que Satanás había tamizado a uno de ellos como trigo, en referencia a Judas Iscariote. Éste había perdido la esperanza de hacerse poderoso en el Mundo a través de Jesús, de quien esperaba que se convirtiera en Rey de Israel para aprovecharse con ello (Cap. 142). Discurría internamente que si Jesús fuera un profeta sabría que le estaba robando su dinero, perdería la paciencia y le echaría de su servicio, y que si fuera un hombre sabio, no huiría del honor que Dios quería darle de ser Rey. Decepcionado con Jesucristo, decidió entregarle haciendo arreglos con los principales sacerdotes, escribas y fariseos, arreglando con ellos facilitarles su detención “porque así podré obtener algo bueno” (Cap. 72). Mientras tanto, Judas Iscariote mantenía a los sacerdotes, ancianos, escribas y fariseos informados de todo lo que Jesús decía y de sus movimientos (Cap. 72).  Jesús ya se había dado cuenta de que Judas lo traicionaría a pensar de sus fingidos sentimientos, al punto que luego de una ausencia suya a Damasco, enterado de que Judas había hecho muestra de haber sufrido dolor por la ausencia del Maestro, dijo: “Que cada uno tenga cuidado con el que sin ocasión trabaja para dar muestras de amor”; aunque los Apóstoles en su momento no lo entendieron (Cap. 143). En la Última Cena, Jesús le recuerda a Judas que debía proceder conforme a su pérfido propósito y le dice “Amigo, ¿por qué tardas? Mi tiempo está cerca, entonces ve y haz lo que debes hacer". “Los discípulos pensaron que Jesús estaba enviando a Judas para comprar algo para el día de la Pascua; pero Jesús sabía que Judas lo estaba traicionando… Judas respondió: ‘Señor, déjame comer y yo iré’. ‘Comamos’, dijo Jesús, ‘porque he deseado comer este cordero antes de separarme de ti’. Entonces los discípulos se miraron unos a otros, diciendo con tristeza: ‘¿Quién será el traidor?’. Judas luego dijo: ‘¿Debería soy yo, oh Maestro?’. Jesús respondió: ‘Me has dicho quién será el que me traicionará’. Y los once apóstoles no lo oyeron. Cuando se comió el cordero, el diablo vino sobre la espalda de Judas; y salió de la casa, diciendo Jesús a él nuevamente: ‘Haz rápidamente lo que debes hacer’”. Judas sale y se encuentra con el Sumo Sacerdote y sus secuaces, acordando dónde entregaría a su Maestro y haciéndoles recordar la paga que ya le había sido prometida (Capítulos 213 y 214).


III

¿Qué valor en cuanto a los hechos que relatan, poseen los cuatro Evangelios oficiales, cuya línea siguen algunos apócrifos como los citados de Taciano y Bernabé? Son fragmentarios, su información es incompleta y en casos resulta hasta divergente. Ellos sólo nos permiten historiar la vida de Judas Iscariote en forma inacabada, con finales abiertos o alternativos. Aunque intentemos armar con los Evangelios del Nuevo Testamento un relato o mejor dicho, una cierta versión de Judas, dentro de las dificultades que implica que no siempre concuerdan las fuentes en las versiones ni en los aspectos que relevaron para narrar la actuación de Judas Iscariote, faltan en ellos algunas piezas. No siempre se puede cruzar las versiones entre dichos textos para asertar una versión que al menos fuere satisfactoriamente coincidente. Dejamos inclusive apuntadas ciertas inconsistencias entre aquéllos. Por ejemplo, sólo San Mateo menciona que Judas Iscariote se suicidó (versión por la que se inclina el Evangelio ensamblado apócrifo de Taciano), mientras que acorde a los Hechos de los Apóstoles (no es Evangelio, pero se atribuye haber sido escrito por el evangelista San Lucas) Judas se cayó de cabeza, se reventó por la mitad y se le abrieron las entrañas. Únicamente San Juan menciona que Judas además de traidor, era ladrón, y que era quien se había molestado por lo que la mujer (a quien dicho evangelista identifica como María la hermana de Lázaro, quedando para algunos en la tradición como María Magdalena) que ungió los pies de Jesús había gastado en los perfumes (porque San Marcos muestra que fue la gente que estaba en el lugar y San Lucas, que fue Simón el Fariseo). En otro aspecto, ¿cómo confiar en la fidelidad histórica de estas narraciones, que en los casos de San Lucas y San Marcos son posteriores a Jesús y no fueron discípulos suyos, y que en los supuestos de San Mateo y San Juan pueden existir fundadas dudas de que hayan sido escritos por ellos mismos, ya que nunca pudo encontrarse sus textos originales? ¿Basta suponer la veracidad de sus relatos, a pesar de ciertas incoherencias entre sí, solamente porque los Padres de la Iglesia y ciertos Concilios los confirmaron como los Evangelios oficiales, o porque la Tradición y el Canon los reconocen como los correctos? ¿Hasta qué punto estos cuatro Evangelios canónicos son auténticos en cuanto a los hechos que consignaron, y qué hay en ellos de leyenda o de invención humana? En todo caso, todo resultará de que los valoremos o mejor dicho, los sintamos ya que según dijera Helvetius, juzgar es sentir, como fidelignos; lo que no deja de ser algo muy personal y poco objetivo. 

Hay algo en que concuerdan todos los Evangelios oficiales: Judas Iscariote habría traicionado a Jesús poniéndole a disposición de las autoridades sacerdotales judías, quienes a su vez lo llevaron a las autoridades seculares romanas, y así lo califican unánime e insistentemente como “traidor” o “el que lo entregó” (Mt. 10:4, 26:25; 27:3; Mc. 3:19, 14:10-11; Lc. 6:16, 22:47-48; Jn. 6:71, 12:4, 13:2, 18:2, 18:5), amén de San Juan que también lo reputa de “ladrón” (Jn. 12:6). De allí en adelante la idea de que Judas Iscariote fue un traidor contra Jesús se manejó desde los primeros tiempos del Cristianismo, y se impuso como la oficial. Mal que bien, el Evangelio gnóstico y apócrifo de Judas Iscariote (probablemente del siglo II D.C., del cual en 2006 se dio a conocer un texto datable entre los siglos III y IV D.C.) admite que Judas facilitó a Jesús a los altos sacerdotes judíos, aunque no lo atribuye (o se cuida de hacerlo) a una traición, según veremos más adelante.

De este modo Judas Iscariote recibió de las Religiones, de la Humanidad y de la Historia la peor de las reputaciones, que fue la desconsideración de su persona bajo el anatema de traidor. Había entregado nada menos que a alguien tan bueno y santo como Jesús, Jesucristo, el Maestro; nada menos que al Hijo de Dios quien aún más, para algunos era considerado el mismo Dios porque “Mi Padre y yo somos uno” (Jn. 8:19, 10:30). El nombre de Judas Iscariote quedó como infame para las futuras generaciones. En el Canto XXXIV del Infierno de su Divina Comedia, Dante Alighieri pone a Judas en la cuarta zona del noveno círculo del Infierno, uno de los lugares más horribles donde se confinaba a los traidores de sus señores; Judas se encontraba allí con la cabeza dentro de la boca de uno de los rostros de Lucifer que era triturada entre sus dientes, y agitando por fuera de la boca de éste las piernas, mientras era Judas además atormentado por un ave con alas de murciélago mordiéndole y desgarrándole la espalda cuya piel estaba arrancada, destacando expresamente que de todas las almas era la que más pena sufría; ese castigo superlativo estaba en consonancia con el pecado más terrible de todos, que fue haber traicionado a Jesús. Pero aun cuando se discrepara en que Jesús fuera un ser celestial o se le considerara un simple ser humano, la traición de un individuo contra aquel quien le depara su estima y confianza (máxime si este último era considerado un buen sujeto), continúa siendo tenida vernáculamente como un hecho de todos modos reprobable. La simple lectura de los Evangelios oficiales no parece alentarle otro veredicto; ateniéndose sólo a estos documentos, parecería que habría que hacer un esfuerzo intelectual ingente para sostener que Judas Iscariote no merecería tal negativa consideración. En las doctrinas iniciáticas, Judas es hasta un símbolo de “las traidoras tendencias de la naturaleza inferior del neófito”, como postula Max Heindel en su “Concepto Rosacruz del Cosmos”.

Además de traidor contra un hombre tan bueno como su Maestro Jesús, Judas Iscariote fue estigmatizado por el porvenir como un hombre de ambición rastrera y torpe, un verdadero perdedor poca cosa miserable alma que por unos pocos dineros (treinta monedas de plata) vendió a Jesús aprovechando su confianza y familiaridad con él, y que ni siquiera fue capaz de lidiar psicológicamente con su conciencia, al punto que se suicidó (al menos, en la versión de San Mateo; otra acción repudiable para la mentalidad judeocristiana).  No sabremos nunca por qué Judas ha sido más denostado: si por haber traicionado a Jesús, si por haber sido un mediocre perdedor, si por haber sido un perdedor y todavía un traidor, si por haberse suicidado, o si por todas esas cosas juntas.

¿Qué razones habrían motivado a Judas Iscariote a realizar su traición? ¿Acaso Judas Iscariote no se representó en algún momento la condena moral que recibiría de los siglos venideros? En realidad, quien comete una mala acción sólo vive el presente y su impulso inmediato; no mira más alto ni más lejos, no se representa ni proyecta las consecuencias negativas, ni anticipa la reprobación ni las condenas que podrían traerle en el futuro sus actos, o quizá no imagina que serán tan duras. 

Supuestamente Jesús sabía o intuía que Judas lo traicionaría entregándole ante las autoridades, pero no dejó de sorprenderse de su inmoralidad y no se privó de comunicárselo. Cuando le preguntó a Judas “Amigo, ¿a qué vienes?”, “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”, denotaba su ironía respecto a la traición de la cual ya estaba informado o confirmaba se cernía sobre él. Pero imaginemos en la escena el asombro ante ese episodio, el impacto emocional y la indignación que debe haber provocado especialmente la traición en una comunidad que se basaba en la fraternidad, el amor y la solidaridad, y en la admiración y la fidelidad al Maestro Jesús, como los Apóstoles y discípulos. Nada menos que por uno de los del círculo más íntimo y de mayor confianza, nada menos que por uno de los Apóstoles. Aunque podamos anticipar o saber las cosas que acaecerán, nunca dejamos de sorprendernos cuando efectivamente ocurren. No hay peor cuña que la del mismo palo. 

¿Por qué Judas Iscariote traicionó a Jesús informándoles su paradero y entregándole a los sacerdotes y príncipes judíos, que luego lo llevaron ante las autoridades romanas para que lo torturaran y ejecutaran por crucifixión? ¿En qué momento decidió traicionarlo y cómo se articuló esta entrega? ¿Acaso se trataba del vil dinero? ¿Era que aquél le odiaba o le tenía envidia? ¿Acaso había algo personal entre ellos, o fue por algo que sucedió entre ellos? ¿Acaso había sido un espía encubierto y estaba esperando el momento?

Los Evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas ubican el momento en que Judas Iscariote decidió traicionar a Jesús mientras éste y los discípulos estaban en Jerusalem (Mt. 26:14-16; Mc. 14:10-11; Lc. 22:1-6), mientras que San Juan no, sin perjuicio de que ello se da por sobreentendido (Jn. 13:2). Es probable que este deseo de entregarle se hubiera venido gestando y albergando desde tiempo atrás, salvo en la versión que explica que “Satanás se metió en el cuerpo de Judas”, como veremos más adelante.
  
¿Judas Iscariote vendió a su Maestro Jesús por ambición? En ese caso no se sabría de qué tipo de ambición se trataría, porque no hay elementos que hagan suponer que había entre Jesús y Judas una disputa por el liderazgo del grupo. ¿Habría sido acaso (sólo) por una ambición de dinero, o por codicia? En todo caso, fue una codicia mediocre y de corto vuelo; o modesta, porque consideró que treinta monedas de plata le satisfarían en una cantidad necesaria como para procurarse un discreto retiro; propio de los delatores. No parece gran cosa treinta monedas de plata, aunque no era poco dinero, porque Thomas de Quincey (1785-1859) calculaba esa cantidad en unas 5.000 libras esterlinas de su época (1857, año en que escribió su ensayo sobre Judas Iscariote), y según las referencias de San Mateo y de los Hechos de los Apóstoles, fuere a los sacerdotes o fuere a Judas, les dio para comprar el Campo del Alfarero o Campo de Sangre. ¿Algún supuesto amor al dinero de Judas Iscariote, quien estaba a sus anchas dentro de su posición de tesorero (según San Juan dándole ocasión de arrimarse dinero de la colectividad de Jesús para su bolsillo) y esa tentación que no pudo vencer, anularon al Apóstol?

¿Habríase debido la traición de Judas Iscariote como consecuencia de un choque de personalidades entre éste y Jesús o de alguna animadversión entre ellos, lo que animó al primero a querer la eliminación del segundo? Al parecer Judas quería perjudicarlo, pero no que lo mataran; de ahí que San Mateo explicara que al ver que lo iban a condenar a muerte, se arrepintió alegando que había vendido a un inocente.

De atenernos al relato de San Juan que destaca la desaprobación de Judas cuando María de Betania ungió a Jesús con esencia de nardo sus pies y cabellos y la respuesta que le dio el Maestro, podríamos avizorar que en ese momento algo entre ellos se quebró, o que se trataba de algo sintomático de una mala relación o de desavenencias que se venían arrastrando entre ellos. Judas Iscariote calculó de inmediato que ese homenaje de perfumes era muy costoso; podría pensarse que un celo sincero y su calidad de buen administrador de los fondos de la comunidad le hacía mirarlo como un gasto superfluo, y que bien María podría haber empleado ese mismo dinero (que después de todo era suyo) para donarlo a efectos de que aprovechara en obras de caridad, para el concepto de Judas el mejor homenaje que podría hacerse al Maestro. Pero para sorpresa de Judas, tal ocurrencia suya a Jesús no le gustó o le pareció improcedente; de cierto modo, atendiendo a que Judas no estaba captando el verdadero significado del gesto que Judas presenciaba. Jesús después de todo, era y no se sentía poca cosa; él apreciaba ese homenaje de María que lo halagaba o lo aceptó porque le parecía una descortesía rechazarlo; sin poder Judas ver que después de todo, se estaba homenajeando al Maestro y que no había razón para desaprobar que alguien le quisiera hacer un homenaje. Quizá Jesús quiso advertirle a Judas que debía entender el valor que tenía para la mujer ese gesto y que en las circunstancias no podía criticarlo, bajo cualquier causa que se alegare. En otra perspectiva, las observaciones de Judas Iscariote no eran insostenibles, y quizá hasta eran razonables: el dinero era más útil en los pobres que para superfluidades; mas no contó que después de todo, el Maestro era el destinatario de un homenaje, y entonces ya no eran fruslerías. Quizá Judas Iscariote quiso quedar políticamente correcto mostrándole al Maestro que él prefería gastar en los indigentes y que no aprobaba banalidades como unciones de aceite y perfume de nardo cuyo dinero podía emplearse para obras que hicieran el Reino del Cielo en la Tierra, como después de todo Jesús siempre había enseñado. Pero en la ocasión y en las circunstancias Judas Iscariote “metió la pata”; fue infeliz en cuanto no comprendió la espontaneidad de la mujer y el valor del tributo que hacía a su Maestro, que para ella habría sido muy costoso y ese costo iba en relación del significado y personalidad del homenajeado. Judas no podía ignorar, después de todo, que era nada menos que su Maestro, Jesús, el objeto de tamaña tributación y que él lo aprobaba sintiéndose halagado por ello. La respuesta de Jesús a Judas pudo haber sido cálida e instructiva, o pudo haber sido una dura reprensión. De hecho, en una época tan dura contra las mujeres como lo fue la Antigüedad judía, la respuesta de Jesús empoderaba y daba más razón a la mujer, colocando su gesto como más encomiable que la reprensión de Judas. En la mentalidad semítica de la época, esa reacción del Maestro debe haberle dolido a Judas Iscariote. ¿Cómo pudo darle Jesús más razón a una mujer cualquiera que a un Apóstol como Judas, alguien de la mayor importancia en el círculo más íntimo de Jesús de Nazaret? ¿Era que el ego de Jesús no le permitía ver más allá de su obnubilación por el homenaje? No sabemos de qué manera fue recibida por Judas Iscariote la respuesta de Jesús: quizá como una buena razón del Maestro, quizá como un aleccionamiento, quizá como una reproche o quizá como una desautorización de su persona ante una mujer, lo que en los dos últimos casos debió haberlo dejado en ridículo frente a todos. Si hubiere sido cierto como dice San Juan, que Judas era ladrón y que solía distraer dineros de la bolsa comunitaria en su propio beneficio, probablemente la respuesta de Jesús le mostró a Judas que su Maestro estaba al tanto o que sospechaba sus eventuales turbios manejos de los dineros, y le estaba enrostrando su hipocresía. Fuera lo que hubiere ocurrido, probablemente ese episodio dejó en evidencia un conflicto irreversible entre Jesús y Judas, o fue una señal visible de desavenencias que ya había entre ellos, más allá de ese choque entre personalidades que evidenciaba sus incompatibilidades por encima de un simple intercambio de opiniones. ¿Este episodio además de poner de manifiesto diferencias latentes o que venían dándose entre ellos, habría decidido a Judas Iscariote o le habría animado a entregar a Jesucristo su Maestro, al Sanedrín por venganza, por enojo o por lo que ocurriere entre ellos?


IV

Podría sostenerse además que Judas Iscariote no fue leal a Jesús y que en realidad nunca lo habría sido, porque respondía a los intereses de otro círculo. En el texto bíblico apócrifo conocido como la “Declaración de José de Arimatea” (cuyo manuscrito más antiguo que se conoce data del siglo XII), Judas Iscariote es relacionado como sobrino del Sumo Sacerdote Caifás, y que se había introducido entre los discípulos de Jesús “no con el fin de que se dejara convencer por los portentos que Él obraba, ni para que le reconociese, sino para que se lo entregase…”, quien inclusive se había ofrecido para complotar en su contra ofreciéndose llegado el momento, a acusar a Jesús de que habría sustraído los Libros de la Ley en el Templo. En esta versión, Judas Iscariote habría sido un espía infiltrado en el entorno de la comunidad del Maestro. El espía en sí o ante sí, no traiciona; trabaja para una causa y en realidad obra fiel a ella, empero la comunidad de Jesucristo no dejaría a sus ojos de reputarlo como una traición.

La Historia ha considerado la idea de que Judas Iscariote era zelote, es decir miembro de un partido judío que propugnaba la independencia temporal absoluta de Israel y su liberación del yugo romano, para lo cual no desdeñaban los asesinatos ni los métodos violentos. Era entonces además de espía, un patriota a su manera; ¿pero cómo se relaciona eso con Jesús? ¿Habían zelotes infiltrados en su movimiento como Judas, y en su caso, con qué propósitos?.

Una visión moderna parangona a Judas Iscariote como un personaje de la construcción antisemítica (“rectius”, antijudía) del Cristianismo, que le presentaría como el judío deleznable que traicionó a su Maestro por dinero y que participó en el “deicidio judío”. Construcción miope, porque ¡como si Jesús no hubiere sido judío (y circunciso además -Lc. 2:21-); aunque alguno dirá que no era judío en sí porque Jesús era Dios en figura humana (eso sí, de un judío, claro). Otras posiciones han visto en Judas Iscariote la representación de la lucha del individuo contra los límites morales determinados por el Cristianismo. No entraremos en estas cuestiones y disquisiciones, porque no conducen a ninguna idea provechosa ni positiva.

Hemos visto que acorde a los Evangelios, Judas era el Apóstol que manejaba las finanzas de Jesús y de su movimiento. También apreciamos que para bien o para mal, era un administrador celoso hasta el extremo y dedicado de los dineros. Por lo que fuere, Jesús no le confió la administración de los fondos comunitarios a otros Apóstoles con experiencia probada de dinero, como a San Mateo, un ex publicano (Mt. 10:3; Lc. 5:27-32) que se supone los hubiera custodiado y manejado hasta con mayor solvencia quizá que Judas Iscariote. Por lo contrario, esa responsabilidad Jesús la confió a una persona con pasado desconocido como Judas Iscariote, a quien la tradición le conceptuó como supuestamente codicioso aunque en rigor de verdad, salvo en el Evangelio de San Juan ninguno de los demás escritos del Nuevo Testamento le denunciaron ni le conocieron impropiedades en el manejo de la bolsa. Sin embargo y aunque San Juan reputó a Judas Iscariote como ladrón y con propensión a apropiarse indebidamente de dineros para sí, en verdad aquél nunca ofreció una evidencia concreta que apoyara sus dichos. No pasó su juicio de ser gratuito e infundado, entonces. Empero, de considerarse ser cierta esta imputación que le hizo dicho evangelista a Judas, alguien dirá que a través de confiarle las finanzas, Jesús lo estaba tentando y provocándole la necesidad de disponer de dineros propios, predisponiéndole para conseguirlos por todos los medios, aun por la delación y la deslealtad. 

Fuere lo que fuere, Judas Iscariote quedó y permanecerá para el porvenir como el traidor de su Maestro Jesús. Y la traición no deja de ser una inconducta abyecta y reprobable, porque es cometida con plena intencionalidad y querer, es dolosa, y se hace todavía más criticable cuando se verifica contra una persona buena y que no habría cometido nada que hubiera merecido un castigo de las autoridades. Una traición sólo podría justificarse si hubiera algún motivo valedero, que en Judas no lo había aparentemente (no está probado con fehaciencia, salvo la solitaria versión de San Juan, que Judas Iscariote hubiere sido ladrón ni codicioso); salvo que hubiere existido algún factor que interviniera su voluntad. Pero en ese supuesto, ¿cuál? ¿Había algo dentro de Judas que lo compulsaba a la traición, o tenía motivos personales u ocultos allende a su voluntad?

Hay quienes han puesto en duda el postulado de que Judas haya sido traidor. Ya en los primeros años del Cristianismo (inclusive dentro del oficialista católico o protestante) se manejaron otros exámenes e interpretaciones sobre esta historia. De este modo la entrega de Judas, desde la misma lectura de los Evangelios canónicos, ha sido analizada mediante perspectivas diferentes. 

Los Evangelios de San Lucas y de San Juan intentan explicar que Judas se habría trastornado porque en él había entrado Satanás el demonio, predisponiéndole para concertar con los sacerdotes judíos y los príncipes la entrega de Jesús (Lc. 22:3; Jn. 13:2). Es más, San Juan relata que el diablo vuelve a entrar en Judas luego que Jesús le dio el pan en la Última Cena (Jn. 13:27), activándole para ir a buscar a los soldados y a los principales judíos para llevarles a capturar al Maestro.  En el Evangelio Árabe de la Infancia, Judas Iscariote había sido un niño atormentado por Satanás, que mordía a todos y hasta a sí mismo. Un día mientras jugaba con Jesús y otros niños, Judas los atacó mordiéndoles y alcanzó a lesionar a Jesús, hiriéndole en el costado derecho y haciéndole llorar, en la misma zona en que años más tarde durante la crucifixión, sería traspasado por la lanza. ¿Era eso la razón por la cual Jesús insinuó indirectamente, sin nombrarlo, a Judas Iscariote como “un diablo” entre los Apóstoles (San Juan 6:70-71; Taciano LXXXII:62-63)?

Ahora bien, si se le metió Satanás en el cuerpo, entonces no podría aseverarse que Judas Iscariote había obrado su supuesta traición con conciencia y voluntad, porque éstas habrían sido intervenidas mediante una fuerza extraña irresistible, un arrebatamiento demoníaco. El coaccionado o el anulado en su volición por definición no quiere (“coactus non voluit”, como se dice en Derecho). Por lo tanto, no puede sostenerse que Judas haya sido execrable cuando él no era dueño de los impulsos de su Alma y no podía determinar su maldad. Podría replicarse que la idea de “Satanás metiéndosele en el cuerpo” era sólo una figuración evangélica para describir la iniciativa perversa que impulsó a Judas Iscariote; mas en ese caso los evangelistas no tenían necesidad alguna de recurrir al demonio y podían perfectamente haber aludido a la propia maldad de Judas, para dejar en claro que obraba intencionalmente. Llama la atención entonces, que los relatos del Nuevo Testamentos induzcan a pensar que Judas estaba poseído; si así lo hicieron, era porque entendieron o apreciaron que Judas Iscariote obraba traicionando a Jesús debido a que estaba dominado internamente por un o ser o por una potestad externa y ajena, por una causalidad irresistible. Eso comienza a poner en debate la tesitura de que Judas hubiera actuado por libre albedrío; porque no habría deseado traicionar a Jesús de no ser porque su ánimo se encontraba intervenido por Satanás.

Judas fue seleccionado por el propio Maestro para ser uno de sus Apóstoles, o sea uno de los discípulos principales y de mayor confianza. ¿Se equivocó Jesucristo en elegirlo para su círculo de confianza y responsabilidad? ¿Cómo mantuvo Jesús a Judas como Apóstol y por qué no lo echó o no lo alejó de su confianza, si sabía que él era una especie de demonio? ¿Hubo algo que no supo ver en él, o a pesar de verlo hizo caso omiso y apostó a que no era de importancia o que podría manejarlo? Mas un Maestro espiritual no podía cometer tamaño error que le costaría la vida, facilitándose así a sus enemigos. Jesús era un Maestro, quizá hasta un Dios; no se podía equivocar. ¿O sería que en verdad, Jesús no se equivocó y había elegido a Judas Iscariote a propósito manteniéndole en su entorno más próximo, por alguna razón inexplicable o como parte de alguna motivación? Estos cuestionamientos animaron a muchos autores, teólogos y pensadores, a encontrar respuestas alternativas postulando que Jesús realmente sabía que Judas Iscariote lo iba a traicionar y a pesar de ello, le permitió y hasta lo animó a traicionarlo, dejando que sucedieran las cosas; y en cuanto a Judas, insinuando que podría haber sido un instrumento o parte de un Plan. 


V

Los textos de la Biblia y el Cristianismo siempre afirmaron que Jesús de Nazaret sabía, más que intuía, que Judas lo traicionaría. Jesús afirmaba que iba a sufrir su Pasión y una Muerte inexorable, aunque resucitaría; y conocía que para que ello ocurriera, la oportunidad debía facilitarse o provocarse a través de un evento que juntaría a Jesús con las autoridades que propiciarían su castigo y su muerte. Los Evangelios dejan ver constantemente que las acciones y todo lo que ocurriría a Jesús sería en el cumplimiento de antiguas profecías o para que un Plan de Salvación místico se verificara. Jesús de Nazaret sabía de alguna forma, cuál era su inexorable destino, y que se verificaría sobre la base de una felonía que Judas Iscariote perpetraría en su contra. De acuerdo a los Evangelios oficiales la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús era algo predestinado desde mucho tiempo atrás y que había sido elaborado conforme a Altos Designios; lo que nos lleva a entender que para que ello se concretara, debía operarse mediante una Trama o un Plan debidamente urdidos. De hecho, cuando Jesús fue hecho prisionero, no se resistió al arresto y es más, desestimuló que lo ayudaran a librarse porque afirmaba que la Hora le había llegado, y porque era necesario para que así se cumplieran las Escrituras de los profetas (a modo de ejemplo Mt. 16:21, 17:22-23, 20:18-19, 26:45, 26:52-54, 26:56; Mc. 9:31, 10:34, 14:41, 14:49; Lc. 9:22, 18:31-33, 22:53, 24:24-26, 24:44-49; Jn. 5:39, 17:1, 17:12, 18:11).

Se dirá que no había que pensar en una suerte de “Planificación Celestial” ni ser profeta para darse cuenta, inclusive por el propio Jesús, que si éste seguía con su prédica incomodando a tanta gente especialmente en las clases más poderosas, éstas se organizarían inexorablemente para querer aniquilarle y ejecutarle tarde o temprano. Sin embargo, el Nuevo Testamento señala que Jesús obraba y que su muerte se produciría conforme a un Plan Divino y Místico, no humano, a través de cuyo martirio y muerte Jesús asumiría en su persona y liberaría, expiando con ese sacrificio, espiritualmente a la Humanidad de sus Pecados; una trama celestial diseñada nada menos que por el mismo Dios y con la cual Jesús estaba consustanciado si fuere cierto que su Padre y él eran lo mismo (Jn. 10:30).

No puede entonces evitarse colegir que Judas fue parte de ese “Plan”, o que eventualmente fue reclutado o involucrado para él, formando parte de él. Parece evidente que si había un destino manifiesto para Jesús, la acción de Judas no era independiente ni ajena al mismo, ni habría sido su participación un suceso casual o fortuito. La acción de Judas facilitó o aceleró cosas que ya estaban urdidas. 

Si la muerte de Jesús formaba parte de un Plan Divino, ¿cómo podría pensarse que Judas Iscariote habría obrado por libre albedrío cuando entregó a Jesús al Sanedrín a cambio de treinta monedas de plata, salvo que decidiera formar parte, que lo hubieran reclutado o que hubiera sido engañado o utilizado para ese propósito celestial involucrándole sin que se diera cuenta, eventualmente a cambio de dinero? ¿Pero en ese caso, quién fue el responsable de integrarlo como pieza o engranaje del Plan, sino el articulador de éste, o sea el mismo Dios, quien a su vez dejó en manos de su supuesto Hijo Jesús seleccionarlo o reclutarlo, o simplemente hallarlo si era que Judas era el traidor determinado? 

Fuere por planificación o predestinación divina, fuere porque fue captada su voluntad (supuestamente “por un demonio”), fuere porque Judas obedeció a sus nefandas y pequeñas ambiciones, fuere porque realmente quería perjudicar a su Maestro y de paso agenciarse algún dinero, fuere que decidió asumir un papel, o por la razón que se alegare, no podemos evitar colegir que Judas Iscariote de alguna forma estuvo involucrado, o fue involucrado, en el proceso de la Pasión y Muerte de Jesucristo.

Entonces se reiteran las preguntas, y todo el misterio comienza nuevamente. ¿Fue Judas Iscariote un instrumento o alguien que estuvo participando, involuntaria o deliberadamente, en ese Plan o Voluntad de Dios? ¿Fue un traidor o un sujeto manipulado por Dios, o por otros? ¿Cómo se lo introdujo en la urdimbre o en los supuestos Designios de Dios para la Muerte de Jesús, y qué se esperaba de él fuera su participación? ¿Estaba predestinado por voluntad divina para ello? ¿O fue reclutado por Jesús habiéndose advertido o estudiado su perfil psicológico y su inclinación por el dinero, de modo que eso disimulara su intervención como consciente y voluntaria? ¿O Judas se prestó voluntariamente para cumplir el rol de entregador cumpliendo una misión especial, dentro de una trama diseñada para que Jesús tuviera un tránsito de muerte doloroso y violento, que resaltara el valor y la importancia que tenía su inmolación por la Humanidad? ¿El suicidio de Judas o su misteriosa caída estaban previstos que ocurrirían dentro de ese “Plan”, o fue un evento inesperado como consecuencia de que Judas no pudo cargar moralmente con el peso de su acción (lo que de todos modos ya era indiferente para el Divino Planificador, al haber aquél cumplido su misión de entregar a Jesús a las autoridades)? ¿O se trató de una muerte provocada, fuere por el Creador, por Jesús, o por los seguidores de Jesús, para borrar a Judas de escena? 

De haber sido que esta intervención o involucramiento de Judas parecía pergeñada, ¿quién la habría articulado? Obviamente, por el autor de la trama o por quien tenía predestinado el fin violento y glorioso de Jesús, ¿pero quién, o quiénes fueron?  ¿Fue realmente Dios, o el mismo Jesús que parece ya conocía o intuía que Judas lo iba a traicionar? ¿O en rigor de verdad hubo otros autores o coautores, y ya no estaríamos hablando de un supuesto plan divino, sino humano?

En la hipótesis de que Dios hubiera determinado que Jesús debía morir para cumplir así su obra redentora del Mundo, entonces Judas fue un personaje predestinado a posibilitar tal suceso, utilizado también por Dios para cumplir ese triste papel de entregador de Jesús o de nexo con las autoridades quienes a la postre lo torturaron y luego lo ejecutaron. Y Dios también le llevó a Judas Iscariote luego de ya cumplido su papel de traidor y para lo que interesaba en todo el Plan de Salvación, a su triste muerte trágica por ahorcamiento o por caída (autoinfligidos o provocados). Judas Iscariote en esta hipótesis fue el instrumento inquerido de un Plan que lo utilizó vilmente para encubrir una trama presignada, haciéndole aparecer como que había intervenido voluntariamente. En ese caso y si todo había obedecido a un Plan, la voluntad de Judas había sido programada, intervenida o suplantada. Para ello, Dios hasta se habría valido de Satanás que “se le metió a Judas Iscariote en el cuerpo”, como dicen los Evangelios. ¿¿Qué habría tenido que ver en realidad el Diablo, cuando todo se trataba de un Plan Divino, salvo que él también hubiera sido otro instrumento de la Voluntad de Dios para intervenir la de Judas?  ¿O se trataba de una forma sutil que utilizaron los evangelistas para decir que Dios había intervenido la voluntad de Judas?

Si Dios predestinó o manipuló a Judas para que cometiera su nefanda acción, quiere decir que Dios lo obligó a hacerlo, sustituyendo entonces su voluntad. Si Dios era dueño de la voluntad de Judas Iscariote, también fue el manipulador de su tormento y el propiciador de su eliminación, por no decir que Dios fue el verdadero asesino de Judas Iscariote, provocándole su muerte a través de inducirle o llevarle al suicidio por ahorcamiento o al accidente por caída a través de haberle generado una situación insoportable de remordimiento. Como casi dos milenios después lo expresaría la ópera-rock “Jesus Christ Superstar”, poniendo en voz de Judas Iscariote al darse cuenta de toda la intención de Dios, y de cómo lo habían engañado utilizándole y poniéndole en un papel tan miserable valiéndose de su oscura ambición:

My mind is darkness now.
My God, I'm sick. I've been used
And you knew it all the time.
God! I'll never ever know why you chose me for your crime.
Your foul bloody crime.
You have murdered me! murdered me!

(Mi mente es oscuridad ahora.
Mi Dios, estoy enfermo. He sido utilizado
Y tú lo sabías todo el tiempo.
¡Dios! Nunca sabré por qué me elegiste para tu crimen.
Tu maldito (sangriento) crimen.
¡Me has asesinado! ¡Asesinado!)

Mas si Judas Iscariote fue usado anulándole la propia voluntad, o valiéndose de su propia falencia como ser humano aprovechando sus debilidades, nada de eso deja bien parado a Dios, que para ejecutar su supuesto “Plan” se justificaba por cualquier medio y permitía que Judas muriera trágicamente tras haber cumplido su papel de entregador. En esa situación debemos inteligir que no puede haber sido malo un hombre que fue trastocado o utilizado en su voluntad; en todo caso hasta merecería la compasión y la conmiseración, ya que fue usado para redimir a la Humanidad. ¿Qué de malo pues tenía la acción de Judas, si Jesús de todos modos debía morir para la Salvación del Mundo y para la expiación de nuestros pecados, cuando aquél para posibilitarlo fue forzado o intervenido a participar en ese proceso a través de entregar a su Maestro a quienes lo matarían? 

Todo hace suponer que si Jesús sabía que iba a morir y que sería traicionado por Judas, conocía que estaba determinado por su Padre-Dios que aquél lo traicionaría. Cuando tuvo la oportunidad de encontrar a Judas Iscariote, el Maestro había captado y reconocido que Judas era el felón que habían los profetas vaticinado le vendería; y por eso lo integró a propósito como uno de sus Apóstoles, porque Judas era un sujeto preparado para el Plan. Pero podríamos suponer que Dios no había dispuesto quién sería esa persona que formaría el nexo entre las autoridades y Jesús, y que a este último quedó seleccionar al hombre. Jesús solamente se habría limitado a captar a Judas Iscariote para involucrar o reclutar a alguien que como él, tenía un perfil de codicia y de pequeña ambición de dinero, eventualmente dándole tentaciones a través del manejo de las finanzas del Maestro y sus discípulos. Quizá Jesús fue tan inteligente y sutil (¡vaya que sí lo era!) que se valió de este codicioso sujeto que sabía lo traicionaría, inclusive por dinero que le darían terceros, para propiciar y facilitar su aprehensión por las autoridades. Todo habría quedado entre Judas con su acción o Dios y su eventual Hijo Jesús en su Plan, disputándose la reprochabilidad.

¿Pero por qué toda esta “mise en scène” que utilizó la traición de Judas para poner a Jesús a cargo de las autoridades, cuando bastaba que Jesús se pusiera hallable o accesible por las autoridades?  Si todo se trataba de un Plan de Dios, de Jesús o de ambos, fue una forma refinada para disimular el propio suicidio de Jesús, utilizando o provocando la traición de Judas Iscariote. En esta línea podría hasta sostenerse que Jesús ni siquiera era el Hijo de Dios o un ser divino, y sí un simple individuo humano o mortal que estaba gestando su propia muerte (que él y en su mentalidad mística creía que obedecía al Designio de Dios, y que sería liberadora de los pecados y redentora de la Humanidad, de lo cual resucitaría) a través de una ejecución de gran espectacularidad por crucifixión, donde la única persona que pasaría por víctima sería él (suponiendo que no utilizó a un tercero para sustituirle en el momento de la flagelación o de la crucifixión, como veremos más adelante).

Puede haber sucedido que Jesús hubiera logrado la intervención de Judas aprovechando de sus nefandas condiciones personales. Quizá hasta estuvo provocándole a traicionarlo, tentándole con el manejo del tesoro de la comunidad y alimentando su codicia, quizá hasta dejando que se apropiara indebidamente de fondos (de ser verídica la acusación de San Juan). Aunque en ese caso, Dios no habría sido el único Planificador y Jesús coparticipó en la trama de su Pasión y Muerte, por no decir que sólo habría sido Jesús el pergeñador y diseñador de su fin, a través de la elección de Judas Iscariote.

Quizá nunca existió un Plan Divino de redención de la Humanidad a través de Jesús, salvo esperanzas que se explicitaban como profecías en el Antiguo Testamento sobre que habría un Mesías. Sería más normal pensar que en realidad todo se le ocurrió a Jesús, quien se creyó el Mesías y habiendo convencido que lo era a sus Apóstoles y discípulos, todos ellos forzaban la interpretación de los textos bíblicos para postular que Jesús actuaba y moriría en el cumplimiento de las Escrituras, y para que se corroborara lo que estaba consignado en ellas. En esta alternativa Jesús, en verdad un simple individuo humano y no Hijo de Dios ni Dios hecho hombre, en su autoconvencimiento místico concibió o se supuso (y hasta convenció a otros) que él era un Enviado Hijo de su Padre Dios; sin proponérselo o de forma natural  gestó paulatinamente y a través de su prédica y conductas su propia muerte poniéndose en entredicho contra las autoridades y poderosos de su época, mientras en su creencia él concebía que todo sucedía en función de un supuesto Plan de su pretendido Padre, a sabiendas que por el derrotero que llevaba iría a la muerte que él imaginaba se correspondía con los anuncios de las Escrituras  y la voluntad de Dios y que necesitaba morir para que se hicieran verdad. ¿Cómo habría entrado Judas Iscariote en ese juego? Pudo haber simplemente un Apóstol disidente que lo traicionó entregándole y aun así, Jesús creía que Judas había sido determinado para ello según lo planeado por su Padre; entonces y en esa mentalidad Judas estaba también justificado y su acción aunque exteriormente criticable, en su origen para Jesús no era pecaminosa. Sólo en esta hipótesis la traición de Judas Iscariote habría sido intencional, y en ella no sería víctima sino victimario, malgrado Jesús lo interpretara como que aquél fuera alguien destinado por su Padre para traicionarle y entregarle a quienes lo condenarían. Mas en este supuesto ya no estamos hablando de un Plan Divino, sino de Cosas de los Hombres. 

En otras perspectivas, Judas pudo haber sido alguien seleccionado “ex profeso” por Jesús aprovechando sus debilidades y atendiendo a que aquél tenía condiciones para traicionarlo, o pudo haber sido alguien que Jesús haya preparado o alentado para venderlo, imaginando que Dios lo había enviado a su destino como quien lo traicionaría. En estas dos últimas hipótesis Judas fue usado para facilitar un técnico suicidio orquestado por el propio Jesús generando su autoinmolación pero poniendo la ejecución no en sí sino bajo la responsabilidad de los demás. Mientras tanto Jesús estaba convencido de que todo ocurría por lo que su supuesto Padre-Dios de él pretendía, y lo aceptaba como una muerte voluntaria con la idea de que se manifestaría a través su sacrificio (muerte a la que concurriría voluntariamente), la Gloria de Dios que sobre su cuerpo cargando todos los pecados del Mundo, al morir destruiría y liberaría a la Humanidad de toda perdición. Una deformación de la realidad en la que Judas, voluntariamente o manipulado por Jesús, debía cumplir un rol intermediario de traidor.  En realidad, Jesús no podía quitarse la vida; autoeliminarse no tendría el mismo significado redentor o efectista que una muerte provocada por terceros, y nada menos a manos de las autoridades a quien Jesús siempre les criticó que con su apariencia formal invocaban pero que con sus obras negaban a Dios. La idea de que Jesús pudiera utilizar a alguien, aprovechando sus inclinaciones, para tentarle y predisponerle a actuar como traidor a efectos de que a aquél le prendieran y le llevaran a la muerte, exteriormente no quedaría como suicidio, y sí como algo provocado por los demás.

¿Y si lo que fueron la Pasión y Muerte de Jesús no resultó ser un Plan Divino (de Dios o de Jesús su hijo y también la misma cosa con Aquél), sino una trama articulada por hombres simples mortales del entorno del Maestro? ¿No habrá sido la muerte de Jesús una confabulación originada en su propio círculo, en lo cual Judas no estuvo solo o fue quien quedó cargando con toda la responsabilidad? Más concretamente, ¿tuvieron los Apóstoles algún papel en la traición de Jesús y la muerte de Judas? Los escritos bíblicos y apócrifos no dicen nada sobre ello, ni se desprende nada de ellos al respecto. 

Llama la atención que cuando Jesús anuncia a los Apóstoles en la Última Cena que uno de ellos lo iba a traicionar, algunos se creyeran aludidos y comienzan a preguntarle “¿Soy acaso yo?” (Mt. 26:22; Mc. 14:19). ¿Pero por qué se lo preguntaban? Si realmente estos Apóstoles se sentían seguros de que no tenían nada que ver con traición alguna, ¿por qué se estaban consideraban incómodos por la afirmación del Maestro? ¿Tenían como se dicen vulgarmente “la cola de paja” y advirtieron que Jesús los había descubierto o que sabía que los traicionaría? Quizá con Judas había más de un felón, o eran todos los traidores. Podrá decirse que quienes inquirían a Jesús si ellos serían quienes lo entregarían, era porque estaban preocupados en que Jesús pudiera equivocadamente creer que eran desleales, y querían en su eventualidad aclarar las cosas. Todo puede ser. Aunque llama la atención que los evangelistas insistieran tanto en destacar a Judas como traidor en sus relatos, como si con ello quisieran desembarazar o deslindar a todos los demás Apóstoles de tal responsabilidad.  ¿Habrían concertado entre ellos involucrarle a Judas Iscariote con toda la culpa de la traición? Quizá Judas al haber sido el operador de la entrega ante los Sumos Sacerdotes, pero con eventual conocimiento de los demás Apóstoles, les dejó fuera de sospecha cargando aquél solo con toda la atribución de culpa. Después de todo, ningún Apóstol hizo nada para evitar la aprehensión de Jesús, que no ha de verse solamente fue por miedo, salvo alguna pequeña intentona de Pedro aunque después no quiso lo involucraran con el Maestro, negándole por tres veces (Mt. 26:33-35, 26:51-56, 26:69-75; Mc. 14_27-31, 14:47-50, 14:54, 14:66-72; Lc. 22:31-34 y 38, 22:55-62; Jn.13:36-38, 18:10-12, 18:15-18, 18:25-27).

En la visión del escritor Juan Bosch, quien intenta revindicar a Judas Iscariote aduciendo que fue tildado de traidor sin derecho a defensa, postula que “Judas no traicionó a Jesús, no le vendió, no le besó, no cobró su infamia y por último no se ahorcó”. Sostiene que Judas sufría la discriminación de los restantes Apóstoles porque no era de Galilea (tema que destaca también Renan en su “Vida de Jesús”), especialmente de San Juan quien sería el que mayor envidia le tenía. Su cargo de tesorero le pudo haber acarreado a Judas envidias o recelos (también tema considerado por Renan, expresando que hasta se le acusaba de usar el dinero para sí -aunque salvo San Juan, el resto de los relatos bíblicos nada dice de eso-); pero obviamente, como tesorero o supuestamente codicioso (o avaro como le califica Renan), no manejaba el dinero con el concepto de un Reino que estaba en los Cielos, sino afincado en la Tierra. Ello motivó que Judas fuere objeto de una conspiración de acusaciones, que le achacaron la suerte de Jesús y su crucifixión a la culpa de Judas, aunque de alguna forma los Apóstoles como San Juan conocían la verdad. Bosch sostiene que era muy probable que Judas Iscariote haya seguido la vida del Maestro muy de cerca, y al enterarse que había un lugar en el llamamiento al Apostolado por haber rechazado seguir a Jesús el joven rico que se negó a vender todos sus bienes y repartir el producido entre los pobres (Mt. 19:16-30; Mc. 10:17-31; Lc. 18:18-30), aquél se ofreció a ocupar la vacante y Jesús, conociendo su corazón el cual no era justo, supo que era aquel que lo iba a entregar en manos homicidas, y que era el traidor de quien había hablado David y otros profetas. Y lo aceptó a pesar de todo en el Apostolado para que se cumpliese la escritura. Juan Bosch afirma también que Judas no murió ahorcado, ni sus entrañas se derramaron; concluye que Judas no se ahorcó y que no devolvió el dinero, sino que compró un campo y se fue para su tierra natal y su ciudad natal de Kerioth. Judas fue en rigor de verdad y según la visión de aquel autor, objeto de una acusación motivada por razones de poder de los demás Apóstoles, que se estaban disputando la primacía del grupo luego de la muerte del Maestro. “No hay sino una respuesta, y es que en esa acusación (la de traidor sobre Judas) jugó un papel importante un factor de índole política, usado instintivamente, por todos aquellos que se lanzan a la conquista del poder, ya sea en una sociedad o en una organización. Cualquier idea requiere ser divulgada en sentido positivo y en sentido negativo, si es que ha de ser impuesta”. La interpretación de Bosch sobre la acusación de traidor contra Judas, es que tal atribución que se le hizo estaba motivada en cuestiones de celos y en el poder interno que se disputaba entre los Apóstoles, especialmente porque envidiaban que Judas tenía la confianza de Jesús, manejaba las finanzas del grupo, y de ello le recelaban, o quisieron desprestigiarlo sembrando la idea que podría tener posibilidades de apropiarse del dinero en su beneficio.

No obstante lo expuesto, la idea que predominó en el Cristianismo es que Jesús murió en la realización de las profecías que anunciaban un Propósito Celeste, abriendo con su sacrificio una Nueva Alianza para la Salvación de la Humanidad. Por ende y en esta línea que sostiene la ortodoxia cristiana, Judas actuó condicionado o sometido dentro de lo que estaba premeditado y ya trazado por el Plan. 

Esto puede significar que a Judas lo utilizaron Dios y hasta Jesús, valiéndose de su pequeña codicia y ambición, cuando no manipulando y controlando su querer. Dios lo contaba entre sus Planes, y no habría sido ajeno tampoco al demonio que le ganó su espíritu. Jesús también sabía que Judas lo traicionaría; al menos los Evangelios dejan en claro que aquél no lo ignoraba, de la mano con algunas profecías del Viejo Testamento, y hasta le animó alentándose a que hiciera pronto lo que tenía que hacer (además, dejándole en claro que Jesús no lo desconocería. Quizá Jesús le quiso hacer ver a Judas Iscariote que de alguna forma, lo que haría éste era comprensible y casi como un mandato, bajo control y conocimiento del Maestro, y hasta que estaba dispensado Judas (¿y perdonado de antemano?) para realizarlo, atento a que lo que iría a suceder ya había sido anticipado. Por supuesto, también lo usaron los Sacerdotes y príncipes judíos que después de todo, estaban involucrados como personajes necesarios en la Trama de la Pasión y Muerte de Jesús.

Si todo se trataba y se encontraba dentro de un Plan de Dios, Judas Iscariote fue un instrumento de la Voluntad Divina y eventualmente hasta del mismo Jesús, aun cuando quizá no fue desinteresado porque realizó su obra por dinero, pero fue un instrumento ajeno a fin de cuentas, como asimismo lo fueron los sacerdotes y príncipes que fueron títeres en el Juego Celestial. ¿Pero hasta qué punto esa conducta de Judas, aun cuando hubiere sido por promesa remuneratoria, no había sido provocada por designio Divino y no le era desconocido a Jesús que se iba a suscitar? En ese caso, Judas Iscariote no fue él mismo, porque estaba forzado o programado para traicionar a Jesús. Haber recibido en ocasión de ello algún dinero sólo era una inclinación y un detalle en los cuales también Dios intervino con su voluntad, para hacer más discretas las cosas ocultando tanto que Dios provocaría la Muerte de su Hijo Jesús, como que éste en forma cuasi-suicida (por encomienda de su Padre, o por decisión del propio Jesús como ser humano que él creía provenía de lo Alto) aceptaría pasivamente ser inmolado.

Judas Iscariote se dio cuenta al final que todos lo habían usado. Por Dios, que lo predeterminó para su traición. Por Jesús, que fuera obrando por su Padre poniéndole a Judas en manos del Plan de Dios, o creyendo en su misticismo que lo hacía por Él a efectos de justificarse su diseño de suicidio magistral, lo reconoció o lo seleccionó eventualmente conociendo o advirtiendo sus vicios. Por los Sacerdotes y príncipes (que quizá también a su vez fueran instrumentos del Plan de Dios en cuanto les correspondía en su posición social, además de Judas), quienes supuestamente no conocían a Jesús y desconocían su paradero en esos momentos, de ahí que necesitaran alguien que se los ubicara y entregara para aprehenderlo. Quizá hasta los Apóstoles lo utilizaron dejándole como el único responsable de su confabulación contra el Maestro. Y todos lo dejaron a Judas Iscariote aislado al final, luego de haber cumplido con su cometido, vacío y totalmente solo con su dolor y con su traición, de tal forma que se sumió en una desesperación tal que le impelió al suicidio por ahorcamiento o por arrojamiento, un sutil asesinato inducido por manipulación moral; remate de un Plan Maestro bien diseñado que hasta tuvo éxito para que uno de sus rastros molestos desapareciera: el propio Judas Iscariote, matándose y usando su voluntad propia. Dios y Jesús disimulaban su estrategia y se justificaban dejando a Judas Iscariote como un traidor luego que lo usaron. Los sacerdotes y los príncipes se ahorraban un testigo molesto de su crimen contra Jesús, luego de que se valieron de sus servicios, y con la ventaja de que les retornó el dinero, porque Judas se los devolvió al haberse arrepentido, y Jesús ya estaba aprehendido: doble y hasta triple negocio (se recupera el dinero, muere el odiado Jesús, desaparece el turbio delator Judas Iscariote). Judas quedó en el medio de dos ardides: el Plan Divino que lo empleó para propiciar a Jesús su autoinmolación, y el propósito de los Sacerdotes para eliminar a un rebelde como Jesús que les denunciaba y ponía en evidencia ante el pueblo. ¡Qué particular eso de que los sacerdotes y príncipes desearan deshacerse de Jesús eliminándolo, y que él y Dios procuraran eso para a través de su muerte expiar los pecados de la Humanidad! ¡Dos planes que se complementaban perversamente! Y los dos se valieron de Judas Iscariote, sin él darse cuenta de que era un instrumento de ambos. Y ni hablemos de los Apóstoles...

Entonces Judas Iscariote fue una víctima, un recurso humano prescindible y disponible, empleado por nada menos que el buen Dios que lo había orquestado todo de antemano le había gobernado su querer, por Jesús que se limitó a cumplir su voluntad buscando a aquél, por los sacerdotes, los príncipes judíos (quizá también ellos también instrumentos de la voluntad de Dios para que Jesús muriera) y los Apóstoles que simplemente se valieron de su corta ambición, pero que a la vez también procedieron sin querer en la ejecución de la Urdimbre Celestial. Judas Iscariote fue el medio que justificó el fin de todos. 

Baltasar Garzón afirma que Judas Iscariote fue un instrumento necesario, y de no haber sido él hubiese sido otro. Había una necesidad de la traición y de un traidor que debía simbolizar la entrega de Jesús a las autoridades. Dice Garzón que si Judas no entregaba a Jesús, de todas maneras se iba a producir el drama de su detención, juicio y sacrificio, por lo que el papel de Judas Iscariote no era trascendente ni necesario para que se produjeran los acontecimientos. Éste era un personaje prescindible, un objeto del Propósito Divino; aunque de todos modos el hecho fue que él estuvo predestinado o fue elegido dentro del Plan, por Dios o por Jesús (o ambos, si se prefiere), por las autoridades y por los Apóstoles, para oficiar la entrega y quedar por ende, como traidor. Judas Iscariote fue, por así decirlo, el hombre predestinado, reconocido (no escogido) y empleado por todos para traicionar al Maestro (quien a su vez se autoinmolaba gracias al funcional y fungible Judas).

Judas Iscariote fue un personaje inevitable, insoslayable en el Plan Divino. ¿Qué hubiera sido de Jesús, o del mismo Cristianismo, sin Judas Iscariote? Sin él no se habría posibilitado ni tenido las condiciones para ejecutar el Plan de Salvación a través de la Pasión, Crucifixión y Resurrección de Jesús, ni habrían estado las condiciones para que tal supuesto extraordinario suceso desatara un movimiento llamado a cambiar el Mundo. Mas aquél no habría hecho ese papel de codicioso traidor por voluntad propia: el Destino divino se lo había marcado, colocándole obligadamente en ese rol fuere por voluntad de Dios, fuere a través de determinarle por el demonio Satanás que no podríamos soslayar no estaba cumpliendo un designio propio, sino de quien había articulado los hilos de la Trama: Dios o Jesús, los dos, e inclusive los sacerdotes, los príncipes y los Apóstoles que usaron los servicios de Judas aunque esas autoridades eran también instrumentos que estaban elegidos para ultimar el Plan con la ejecución de Jesucristo.

Y en ese cruce de personas que lo usaron y dispusieron de él dolosa y premeditadamente a su antojo, bajo el pretexto de que (él creyó que) lo haría por dinero, sea porque se ahorcó (versión de San Mateo), o porque se cayó rompiéndose por la mitad y desparramándosele las vísceras (versión de los Hechos de los Apóstoles; San Lucas a quien se atribuye haber escrito el Evangelio que lleva su nombre y los Hechos de los Apóstoles, se vuelca por la hipótesis de la muerte posterior pero no deja claro que hubiere sido por suicidio), la muerte de Judas Iscariote termina siendo violenta. Sin embargo, el Nuevo Testamento no explicita ni da detalles sobre cómo éste se habría ahorcado o cómo se habría caído para partirse al medio y salírsele las entrañas. De haber sido cierta la existencia de Judas Iscariote según narra la Biblia, en rigor de verdad no hay prueba de que él se hubiere suicidado ni de que se hubiere caído por iniciativa propia o por accidente. Es más, hay contradicciones no corroborables con fuentes complementarias entre los mismos textos bíblicos sobre las causas de la muerte de Judas Iscariote, por lo que no tienen confirmación ni la historia del suicidio ni la versión de la caída fortuita o autoprovocada. Esa falta de información puede deberse a que el Nuevo Testamento recoge fuentes fragmentarias y diferentes relatos de diversas épocas posteriores a cuando ocurrieron los hechos; pero también pudo haber sido deliberada, y relatando contradicciones en realidad se encubrieron ciertas verdades. ¿Judas Iscariote se ahorcó o lo ahorcaron? ¿se cayó por accidente, se arrojó él mismo o lo arrojaron? ¿Lo habrán acaso asesinado? No hay pruebas ni concordancias sobre ninguna de las versiones que nos da el Nuevo Testamento sobre la muerte de Judas Iscariote. Vale decir que inclusive ambos finales de Judas Iscariote por ahorcamiento o por caída pueden ser puestos en entredicho, habilitando a manejar otras hipótesis. 

Si la muerte de Judas fue dentro del Plan de Dios por la causa que fuere, sirvió para desaparecer a un testigo o a un odioso personaje de su Plan que se autoeliminó teniendo a Satanás en el Cuerpo y a su conciencia atormentándole, quizá para darle una Paz pronta que no podría darle una vida llena de condena social y de remordimiento. Si Dios estuvo detrás de todo eso porque en un ser perfecto, ninguna derivación ni consecuencias del Plan, ni nada de lo que hicieren antes o después las personas involucradas en el mismo, le serían ajenas, entonces se trató de un crimen perfecto encubriéndose la muerte de Judas Iscariote bajo un accidente (por caída) o un suicidio (por ahorcamiento o por arrojamiento). Un crimen perfecto, tan perfecto como a Dios le correspondía diseñar y predeterminar.


VI

Una postura que intentaría conciliar la hipótesis de la actuación deliberada de Judas Iscariote con la tesitura de su participación predeterminada o intervenida, es postular que Judas Iscariote hubiere obedecido a una misión consentida por él mismo de antemano, con propósitos paradójicamente nobles y elevados, a través de asumir una apariencia  en la personificación de un papel siniestro de traidor, para poner a Jesús en su Destino Manifiesto de Salvador por medio de su Pasión y Muerte hacia la Redención de la Humanidad. Judas cumpliría un rol de villano a sabiendas de quizá las gentes no lo entenderían y lo execrarían, pero en realidad era un rol de sacrificio suyo, en pro de que su Maestro cumpliera con lo que estaba trazado en las líneas de Dios y predeterminado en las Escrituras de la tradición bíblica antigua. Judas había abnegado de su propio Destino y de su propia reputación ante la Historia, ofreciéndose místicamente para a través de un papel exteriormente canallesco, ser el intermediario que pondría a Jesús en su tránsito hacia la Salvación del Mundo. Podemos pensar así, que Judas Iscariote conocía el Plan Divino y que dentro de él estaba dispuesto a asumir el papel del abyecto sujeto traidor, sacrificándose a sí mismo para la mejor gloria del Plan Divino, un sacrificio menos visible e incomprendido, pero verdaderamente heroico y encomiable. Judas no era un malvado, sino un Iniciado que interpretaba la actuación de un ser reprobable.

Algunos sectores cristianos de los primeros tiempos, como los gnósticos y los cainitas, sostuvieron que Judas Iscariote conocía los grandes misterios y que había llegado a un conocimiento tal (le presentaban en el Grado Superior de la Gnosis) que sólo él estaba capacitado para posibilitar el tránsito de Jesús hacia la Pasión y la Muerte. San Ireneo en su “Adversus Haereses” y San Epifanio en su “Panarion” destacaron que aquéllos sostenían que sólo Judas Iscariote conocía los misterios y que por haber él conocido antes que todos los otros Apóstoles la Verdad consumó “el misterio de la traición”, para lo que se apoyaban en un Evangelio de Judas Iscariote; los cainitas en virtud de ello sostenían que de la traición de Judas había resultado una utilidad. Criticándoles, San Epifanio les contestaba que Judas no lo había hecho por desinterés, sino por avaricia; porque Judas era incapaz de comprender que la muerte de Jesús traería la Salvación del Mundo. De esta idea cristiana gnóstica, aunque no la compartió el Cristianismo vernáculo, se extrae que Judas Iscariote estaba especialmente preparado en la comprensión de los secretos de todas las cosas; era un Iniciado especial, dispuesto a cumplir una elevada misión con abnegación de sí mismo tal, que tendría que abstraerse de que el futuro lo anatematizaría como delator y como traidor. 

Este concepto de alguna forma lo habría manejado Nils Runeberg, citado por Jorge Luis Borges en su “Tres versiones sobre Judas”: Judas Iscariote era un hombre quien, habiendo comprendido el destino del Maestro, en representación de todos los hombres y para ayudarle haría el sacrificio de rebajarse voluntariamente y como modesto instrumento a cumplir el papel de delator, el peor delito que la infamia soporta, renunciando en forma ascética al reino de los cielos para auxiliar a Jesús a cumplir su propia misión de morir para la redención de la Humanidad. En una segunda óptica, Runeberg proclamó que como Apóstol, Judas merecía que sus actos se interpretaran de la mejor manera, proponiendo que Judas Iscariote “Renunció al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer. Premeditó con lucidez terrible sus culpas… Judas eligió aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud: el abuso de confianza y la delación. Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno… Judas buscó el Infierno, porque la dicha del Señor le bastaba. Pensó que la Felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres”, relata o cita Borges.

Volvamos a mencionar al Evangelio de Judas Iscariote. Siempre fue un misterio si había existido o no realmente el mismo. Uno pensaría que se trataría de una especie de libro maldito, o que era una leyenda fantástica. Jürgen Alberts ficcionaba sobre su existencia en su novela “Fátima”, al narrar a uno de sus personajes, el monje-santón Athanasios, predicando un Evangelio de Judas Iscariote que poseía en dos rollos que había copiado en un monasterio de su original arameo, y del cual se hacían citas imaginarias; pero únicamente se tomaba la posibilidad de tal Evangelio, como un producto de la imaginación literaria de Alberts.

En realidad, ¡cuál no sería la sorpresa que había nomás un Evangelio sobre Judas Iscariote! En el año 2006 se difundió globalmente el hallazgo de una versión en copto sahídico que se estima es de los siglos III o IV después de Cristo. No sabemos si es una versión en copia posterior o una traducción del que conoció en griego por el año 180 San Ireneo, o si se trata de otro texto diferente, pero se probó que al menos había un Evangelio de Judas Iscariote (“rectius”, atribuido a él). Y a través de él conoceremos una versión particular sobre Judas Iscariote muy diferente a la de los Evangelios oficiales: por así decirlo, nos presenta a otro Judas muy distinto y más positivo, respecto al tradicional Judas traidor e infame.

En el Evangelio de Judas Iscariote, éste es presentado como alguien con quien Jesús tenía comunidad espiritual y hasta cierta intimidad. Jesús también advirtió que Judas era alguien que reflexionaba sobre lo elevado, lo que le habría animado a revelarle los misterios. Esto debería presuponer que Jesús tenía con Judas Iscariote una particular amistad y confianza, además de una consideración muy elevada, ya que no se tiene noticias de que algún otro Apóstol hubiera sido revelado de los misterios en forma personalizada. Judas Iscariote era el único que podía mantenerse frente a él cara a cara, aunque con respeto no le sostenía la mirada y volvía el rostro, y fue el primero que captó la verdadera condición divina de Jesús. Eso lo animó a relevarle a Judas Iscariote los secretos y a enseñarle los misterios del reino y el amor de las estrellas, enigmas que nunca nadie antes había conocido, de modo confidencial y apartado del resto de los Apóstoles. Judas confía a su Maestro una visión en que los Apóstoles le lapidaban y reprendían, y otra en que llegaba a un lugar donde había una casa de tamaño tal que no le daba la vista para apreciarla; a lo que Jesús le advierte que su estrella había llegado por mal camino, y que esa casa sólo estaba reservada para los santos. Jesús le revela que existe un recinto grandioso e ilimitado, en el cual reside un grandioso e invisible Espíritu. Le anuncia que será “el décimotercero” y que será aborrecido por las otras estirpes, pero que prevalecerá sobre ellas y ascenderá a la santidad. Y le informa que superará a todos los bautizados “porque sacrificarás el cuerpo en el que vivo”. O sea que se salvaría, porque al entregar a Jesús para su muerte, Judas Iscariote realizaría un noble propósito destinado a la Redención de la Humanidad. Al cabo de las revelaciones, Judas se eleva a una nube resplandeciente. Nada menos que sufrió una transfiguración del mismo modo que Jesús y San Pablo (Mt. 17:1-9; Mc. 9:2-10; Lc. 9:28-36; 2Co 12:2-12); si se advierte que Jesús le revela los misterios tres días antes de la Pascua, aquélla debe haber transcurrido el mismo día de la Última Cena, quizá en el propio Getsemaní. Por ende y de atenerse al Evangelio de Judas, fue nada menos que el único revelado de los secretos, y agraciado con una transfiguración tres días antes de la Pascua, o sea el mismo día que Jesús en Getsemaní.

¿Ello habría generado celos en los Apóstoles hacia Judas? 

El Evangelio de Judas muestra que altos sacerdotes y escribas se acercaron a él y le reconocieron como discípulo de Jesús, ante lo cual “Judas les respondió como ellos querían. Y él recibió algún dinero y les entregó a su Maestro”, en lo que termina el relato. El final de todo eso queda pues, abierto al criterio y a la imaginación de cada lector. Dicho relato no niega la traición de Jesús. Pero da a entender que ésta se trataba de una obra a la que Judas Iscariote estaba destinado a cumplir, encubriendo bajo la aparente deslealtad una misión divina. Había que tener un espíritu abnegado muy especial para ello, ya que se requería una santidad muy particular para aceptar que su misión podría no ser comprendida por el común de las gentes, como efectivamente no lo fue. José Saramago al respecto reflexiona en “El Evangelio según Jesucristo”, que Jesús llegó a ver a Judas Iscariote ahorcándose y tuvo piedad de él. “Realmente se había desatado un nudo, pero el de la vida de Judas de Iscariote, allí, en una higuera, a la orilla del camino por donde Jesús tendría que pasar, colgado por el cuello, estaba el discípulo que se presentó voluntario para que se pudiera cumplir la última voluntad del maestro.

En esta perspectiva Judas Iscariote era un santo que en su cometido tan particular, paradójica e incomprensiblemente, se autoinmolaba en pro de su Maestro para que a su vez éste pudiera cumplir con su sacrificio redentor. Podría criticarse que de haber sido Judas un participante voluntario y por devoción, nadie podría ser tan fanático o inconsciente, salvo que estuviera demente, para querer asumir un rol tan bajo que lo condenaría a la execración social de toda la Historia y del propio Dios. ¿Pero por qué entenderse la expuesta como una hipótesis absurda, dentro de los sacrificios que algunos siempre están dispuestos a hacer por Amor a una causa o al propio Dios? ¿Acaso no fue el mismo Jesús quien dijo que no había mejor Amor que dar la vida por los amigos (Jn. 15:13)? ¿Cuánto más noble podría haber sido sacrificar la propia reputación y personalidad para que el Maestro pudiera conseguir el destino que Dios le había programado? Puede dudarse de la autenticidad canónica del texto del Evangelio de Judas Iscariote ya que no es aceptado por el Cristianismo vernáculo, aunque la presentación que hace de la personalidad de Judas es una alternativa plausible, no menos fantástica en su narración que la del resto de la literatura bíblica, inclusive la oficial; con la diferencia de que el Evangelio de Judas Iscariote nos llegó a nuestros días en estado de contenido más puro que el de los Evangelios canónicos, que sufrieron sucesivas interpolaciones o modificaciones sin haberse podido conocer los textos originales. Judas Iscariote podría ser tenido, por tanto, como un Santo con mayúscula. ¿Por qué el Cristianismo y la Historia le excluyeron e insisten en excluirlo, entonces, de la santidad?

Se criticará como expresó San Epifanio, que Judas no entregó a su Maestro por desinterés (y tampoco por santidad acotemos), sino que lo hizo por dinero. Es cierto, su acción no fue liberal ni martírica; su codicia no haría prever otro fin que terminar aceptando la oferta y en realidad, la predestinación no la hizo Dios, sino que la determinó su vicio por el dinero (en todo caso, Dios o Jesús se aprovecharon para sus Urdimbres de tal inclinación) que le estimuló a participar. Mas en la perspectiva expuesta, no hubo verdadera codicia ni ambición porque Judas sólo estaba realizando ante todos una teatralización iniciática, representando un papel de ficción.

Podría no obstante pensarse que después de todo, Judas Iscariote fue usado por el autor del Plan Divino aprovechando su pequeña ambición; menos que un santo, después de todo Judas Iscariote no era trigo limpio porque había vendido a Jesús por dinero aunque sin saber del uso de que era objeto. Que Judas Iscariote se ahorcara o sufriera un trágico fin por una caída fueron contingencias o finales abiertos que nada agregarían sobre lo que fue su cuestionable acción; aunque después de todo, borraron sus rastros quitándole de escena. En la hipótesis del suicidio, hizo quedar todo como que Judas se mató arrepentido al no poder soportar la culpa ni lidiar contra las voces de su corazón; en el supuesto del accidente, la caída podría haber sido fortuita o un eventual castigo de Dios por su acción (como si Él no lo hubiera programado o usado a Judas antes para cometerla).

Pero reiteramos que si había un Plan de Salvación, estaba previsto y se sabía que este hombre aparecería en la Historia para traicionar y entregar a Jesús. Entonces, su papel fue provocado, su voluntad estaba tomada desde lo Alto. ¿Cuál realmente había sido su voluntad? Ninguna ¿Qué importaba su eventual compulsión al dinero, o el hecho de haber sido tentado con la oferta de una recompensa, si de todos modos estaba predeterminado que lo iba a hacer? El recibimiento del dinero fue parte de la mascarada divina que hizo representar exteriormente que Judas actuaba deliberadamente y no sojuzgado en su voluntad. Y si estaba previsto que iba a ser él, Judas Iscariote ni siquiera habría sido libre para traicionar o no a Jesús; no podría optar entre querer o no querer aceptar traicionar a Jesús, ni entre querer o no querer recibir el dinero; sería indiferente o no que tuviera o no voluntad (por voluntad propia o captada por Dios) para haberlo recibirlo, porque estaba dispuesto por el Destino o por el Plan Divino que lo haría. Ya ni tiene sentido pensar en que habría recibido dinero, y dentro del Plan sería hasta anecdótico o le daría una condimentación especial. Algo superior le obligó o enmarcó la voluntad de Judas Iscariote a vender a su Maestro sin que pudiera elegir, fuere Dios o Jesús o ambos juntos, fuere el Diablo este último de todos modos, otro instrumento del plan. ¿Es una persona vil quien fue programada para hacer un mal, o no es sino una víctima que no pudo querer para sí otro destino? ¿Qué importa entonces si Judas Iscariote recibió o no recibió dinero, si de todos modos estaba establecido por una Trama Celestial que tenía que traicionar a Jesucristo para hacer realidad los vaticinios de las Escrituras del Antiguo Testamento, lo que hasta descartaría que lo hubiere recibido voluntariamente si su querer estaba demarcado e intervenido?

Sea deliberadamente por una preparación religiosa o iniciática asumiendo que cumpliría un papel nefando, sea porque fue utilizado inqueridamente, Judas en el primer caso era un Hombre que había actuado por bondad abnegada e infinita; y en la segunda hipótesis, si él “no fue él” sino objeto de algo o de alguien que intervino su voluntad, no podría haber sido jamás un hombre malo. 


VII

Se dice que los musulmanes creen que en realidad Jesús no habría muerto en la Cruz sino que Dios lo llevó hacia Sí (Corán 4:157, 4:159 y 19:33), porque un profeta tan elevado como aquél no podía merecer un fin tan innoble; postulando que alguien lo habría sustituido en su identidad y tomado su lugar, como Simón de Cirene (quien fue quien cargó la Cruz por Jesús hasta el Calvario -Mt. 27:32; Mc. 15:21-22; Lc. 23:26; San Juan 19:17 por lo contrario, narra que fue Jesús mismo quien la portó, pero es minoritario-) o Judas Iscariote. En esta opinión, este segundo podría haber sido hasta un héroe-mártir. No parece original esta idea de los musulmanes; Basílides planteó por el año 130 D.C. que Jesús se cambió por Simón de Cirene camino a la Cruz, y el mismo San Ireneo criticaba a quienes sostenían que Judas Iscariote habría sufrido la pasión de Jesús, preguntándose y preguntándoles al respecto: “¿Pues cómo habría podido Judas sufrir por nuestra salvación, siendo un traidor, para que pudiere también ser la imagen del Eón caído en la pasión?

La idea de que Judas se hubiere ofrecido para suplantar a Jesús en sus tormentos y en su cruel muerte se retoma en dos versiones del Evangelio apócrifo de Bernabé (algunos observan en ellos una fusión entre la concepción cristiana e islámica sobre la figura de Jesucristo, ya que habría sido escrito por un cristiano convertido al Islam -según la versión castellana habría sido un franciscano llamado Fra Marino-). De acuerdo a estos escritos, Jesús había ascendido momentáneamente a los cielos y en su lugar, Judas Iscariote fue puesto en la Cruz de forma tal que parecía Jesús. Digamos que no era necesario pensar que esa similitud en la sustitución fuera milagrosa como lo narra ese Evangelio; basta pensar en todas las torturas, azotes y golpes que recibió Jesús, y los que pudiere haber sufrido Judas al sustituirle antes de ser crucificado; por lo que su rostro pudo haberle quedado tan desfigurado que podía haberse tenido o confundirse por cualquiera, como el de Jesús. Dice la versión castellana:

1. En el momento en que los judíos se preparaban para ir a capturar en el huerto de los Olivos a Jesús, éste fue arrebatado al tercer cielo.
2. Porque no morirá hasta el fin del mundo, y se crucificó a Judas en su lugar.
3. Dios permitió que el discípulo traidor pareciese a los judíos hasta tal punto semejante en su rostro a Jesús, que lo tomasen por él, y que, como a tal, lo entregasen a Pilatos.
7. Mas Dios, que conoce lo que pasa en el corazón de los hombres, comprendía que estábamos abrumados de dolor, a causa de la muerte de Judas, la cual mirábamos como la de Jesús mismo, nuestro maestro, y que experimentábamos el más vivo deseo de verlo, después de su resurrección.

En la versión del Evangelio de Bernabé italiana (ya mencionada en la Sección II), se cuenta que Judas Iscariote fue quien resultó asesinado en la Cruz (Capítulo 14), y da cuenta que en la crucifixión recibió el castigo de su traición: “Dios, que había decretado el asunto, reservó a Judas para la cruz, para que pudiera sufrir esa horrible muerte” (Cap. 217). “Cuando los soldados con Judas se acercaron al lugar donde estaba Jesús, Jesús escuchó el acercamiento de muchas personas, por eso, por miedo, se retiró a la casa. Y los once estaban durmiendo. Entonces Dios, viendo el peligro de su siervo, ordenó a Gabriel, Miguel, Rafael, y Uriel, sus ministros, sacar a Jesús del mundo. Vinieron los santos ángeles y sacaron a Jesús por la ventana que mira hacia el sur; lo desnudaron y lo colocaron en el tercer cielo en el Compañía de ángeles que bendicen a Dios para siempre” (Capítulo 215). Judas entró “impetuosamente ante todos en la cámara de donde habían llevado a Jesús. Y los discípulos estaban dormidos. Con lo cual el maravilloso Dios actuó espléndidamente, de tal manera que Judas cambió tanto en el habla y en la cara, para que apareciera tanto como Jesús que creíamos que era Jesús. Y él, habiéndonos despertado, estaba buscando dónde estaba el Maestro. Con lo cual nos maravillamos y respondimos: 'Tú, Señor, eres nuestro maestro; ¿Nos has olvidado ahora?’”. Judas, irónicamente le dice a Bernabé: “¡Ahora eres tonto, que no sabes que soy Judas Iscariote!”.  Mas todo el mundo estaba confundiendo a Judas Iscariote con Jesús, momento en que los esbirros de los principales judíos lo apresaron. “Y mientras decía esto, el soldado entró, y puso sus manos sobre Judas, porque él era en todos los sentidos como Jesús”. Entretanto, los Apóstoles aprovecharon para escapar (Capítulo 216). Los soldados reducen a Judas confundiéndole con Jesús y comienzan a mofarse de él. Aquél negaba enfáticamente que fuera Jesús; “y los soldados burlándose de él, dijeron: 'Señor, no temas, porque hemos venido para hacerte rey de Israel, y te hemos atado porque sabemos que rechazas el reino’. Judas respondió: '¡Ahora han perdido el sentido! Han venido a tomar a Jesús de Nazaret; con armas y linternas como [contra] un ladrón; ¡y me han atado por guiarles, para hacerme rey! Entonces los soldados perdieron la paciencia, y con golpes y patadas comenzaron a burlar a Judas, y lo llevaron con furia a Jerusalén’”. Ante los sacerdotes y fariseos Judas es interrogado, y éste “pronunció muchas palabras de locura, de tal manera que cada uno se llenó de risas, creyendo que él era realmente Jesús, y que por miedo a la muerte estaba fingiendo locura”. Los principales judíos se mofan de él y le comienzan a abofetear, pegar y escupir en la cara, preguntándole socarronamente quién lo había herido. Mientras tanto María madre de Jesús y los discípulos estaban afligidos, porque creían que habían realmente aprehendido a Jesús. Ante las autoridades Judas Iscariote insistía ante sus capturadores que no era el Maestro, pero éstos no le creían: “'… dije que soy Judas Iscariote, quien prometió entregar en tus manos a Jesús el Nazareno; y ustedes, por razones no sé, están fuera de ustedes, porque me tendrán por todos los medios que yo soy Jesús’. El sumo sacerdote respondió: 'Oh perverso seductor, has engañado a todo Israel, comenzando desde Galilea; incluso a Jerusalén aquí, con tu doctrina y falsos milagros: ¿y ahora piensas que huyes del castigo merecido que te corresponde fingiendo estar loco?’”. Llevan así a Judas Iscariote al Gobernador (Poncio Pilato), quien al interrogarle, recibe de Judas la admonición que cometería un gran error si en él mataban a un inocente, porque Jesús lo había transformado en su apariencia. Pilato le cree y les dice a los sacerdotes, ancianos y fariseos que sería un error matarlo, porque consideraba era inocente y que “si él es Jesús y niega que lo es, seguramente ha perdido su comprensión, y es impío matar a un loco”. Los principales judíos llevan a Judas Iscariote ante Herodes pero éste expresa que no le cree, se burla de él, y por un dinero recibido de los sacerdotes, fariseos y principales judíos, lo reenvía a Pilato. Éste viendo que podía agenciarse también su propia ganancia, finge que lo va a liberar a Judas Iscariote luego de azotarlo “tan gravemente que su cuerpo llovió sangre”, mientras los soldados al golpearle se burlaban de él. Ante eso, “Los principales sacerdotes con los escribas y los fariseos, al ver que Judas no murió por los azotes, y temiendo que Pilato lo dejara en libertad, hicieron un regalo de dinero al gobernador, quien lo recibió entregando a Judas a los escribas y fariseos como culpable de muerte. Después de lo cual condenaron a dos ladrones con él a la muerte de la Cruz. Entonces lo llevaron al Monte Calvario, donde solían colgar malhechores, y allí lo crucificaron desnudo, en la mayor ignominia. Judas realmente no hizo nada más que gritar: 'Dios, ¿por qué me has abandonado, al ver que el malhechor escapa y muero injustamente’”. En las palabras de Bernabé se pone que “En verdad digo que la voz, el rostro y la persona de Judas eran tan parecidos a Jesús, que su discípulos y creyentes creían completamente que él era Jesús; por lo cual algunos se apartaron de la doctrina de Jesús, creyendo que Jesús había sido un falso profeta, y que por arte de magia había hecho los milagros que hizo: porque Jesús había dicho que no debía morir hasta cerca del fin del mundo; por eso en ese momento debería ser alejado del mundo. Pero los que se mantuvieron firmes en la doctrina de Jesús estaban tan abrumados por el dolor, al verlo morir, que era completamente como a Jesús, que no recordaban lo que Jesús había dicho. Y así, en compañía de la madre de Jesús, fueron al Monte Calvario, y no solo estuvieron presentes en la muerte de Judas, llorando continuamente, sino por medio de Nicodemo y José de Arimatea obtuvieron del gobernador el cuerpo de Judas para enterrarlo. Con lo cual lo bajaron de la cruz con tal llanto que seguramente nadie creería, y lo enterraron…” (Capítulo 217). Algunos discípulos fueron de noche y sacaron el cadáver de Judas, escondiéndolo y difundiendo que había resucitado, suscitándose gran confusión (Capítulo 218). Pero los ángeles que habían salvado y llevádose a Jesús lo transportan a casa de su madre María, y le cuentan cómo Dios había enviado por Jesús y había transformado a Judas para que sufriera como castigo por entregador, haciendo creer por la muerte de Judas que Jesús había muerto en la Cruz. “Y esta burla continuará hasta el advenimiento de Mahoma; el Mensajero de Dios, quien, cuando él venga, revelará este engaño a los que creen en la ley de Dios” (Capítulos 219 y 220). Jesús le pide a Bernabé que entretanto escriba su Evangelio para testimoniar sobre todo lo sucedido, y “que escribiera lo que le sucedió a Judas, para que los fieles no puedan ser engañados, y crean la verdad”. Jesús le asegura a Bernabé que él no murió, sino que “…fue Judas el traidor. Cuidado, porque Satanás hará todo lo posible para engañarte. Sean mis testigos en Israel, y en todo el mundo, de todas las cosas que has escuchado y visto” (Cap. 221).

Jürgen Alberts concibe la posibilidad de que aprovechando el alboroto generado en cierto momento en que Jesús portaba la Cruz, fuera éste sustituido por alguien “en medio de la muchedumbre. Y a los soldados romanos, que habían recibido la orden de supliciarlo, les daba lo mismo. Quienquiera fuese el portador de la cruz, ese era el destinado a morir. Uno de los jóvenes pudo haberse sacrificado. Judas no había sido el traidor; él quería romper con Roma. El traidor había sido Pedro, quien se encargó de desvirtuar luego la doctrina de Jesús.”. Esta hipótesis de la sustitución de Jesús por Judas Iscariote, o Simón de Cirene, o por alguien cualquiera, en el momento que hubiere ocurrido, aprovechando alguna confusión u oportunidad a pesar de la versión fantástica del arrebatamiento celestial de Cristo para operar el cambio, es teatral pero no menos probable.

La historia de la Resurrección de Jesús, de haber realmente sucedido, era fácilmente preparable a través de este cambio: se entregaría en realidad a Judas Iscariote y no a Jesús (después de todo, los sacerdotes en realidad no conocían al segundo, de ahí que necesitaban que alguien les llevara a su paradero y se los individualizara, como claramente muestra el nuevo Testamento); este segundo se ocultaba de escena y luego de la muerte de Judas en su suplencia, al cabo de tres días reaparecía, por supuesto con testigos favorables y del propio movimiento: María Magdalena, María “la madre de Jacobo” y Salomé (Mt. 28:1-15; Mc. 16:1-11; Lc. 24:1-12; Jn. 20:1-18). Y se salva Jesucristo haciéndose creíble la idea de la resurrección, en forma que no choca a quienes no creen en la posibilidad de una resurrección física, explicando así la reaparición de Jesús. En realidad, Jesús no había muerto; todo se trataba de una Sustitución o de una Simulación Divina.

En la tercera visión de Runeberg, citada por Borges, se intenta como explicación que Dios eligió a Judas como su encarnación: “Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo haber elegido cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; podría haber sido Alejandro, Pitágoras, Rurik o Jesús; eligió un destino infame: fue Judas”. Una explicación un tanto rebuscada, pero intenta adaptar una idea más que de sustitución, de transpersonalización entre Jesús y Judas para explicar el misterio de la crucifixión. 


VIII

Se cree que Judas Iscariote se había decepcionado de Jesús y que no habiendo encontrado en él a un partidario revolucionario contra los romanos, entregó o se confabuló para entregar a Jesús debido a que esperaba que su aprehensión generara una rebelión contra Roma y sus partidarios (entre los cuales, los sacerdotes y príncipes condescendían con el imperialismo romano). No se olvide que la Historia considera que Judas Iscariote era zelote, un independentista judío, un patriota aunque por supuesto, un terrorista para los romanos. Esta versión la tomó en nuestros días Nikos Kazantzakis, quien destaca que los zelotes obraban por la Libertad, predicando la llegada del Mesías. Pero percibió que Jesús no era un Mesías de espada, a la par que éste convence a Judas para que le traicione: “Traicióname, traicióname! Así me crucificarán, resucitaré y salvaremos el mundo”. “Hermano Judas, no tengas miedo, la Muerte es la Puerta de la Inmortalidad. Debo pasar por esa Puerta y te pido que me ayudes”. Fue así que Judas habría sentido: “Y yo te amaba tanto que tenía tal confianza en ti que asentí y fui a tracionarte”. Cuando va orar al huerto de Getsemaní, Jesús manda a Judas Iscariote irse y le dice a Pedro: “La rueda de Dios está en marcha. No te interpongas en su camino”. Kazantzakis es partidario de la hipótesis de la sustitución alegando que en realidad Jesús no fue crucificado, su Ángel de la Guarda lo había salvado y se había ocultado con María la hermana de Lázaro y Marta viviendo y envejeciendo plácidamente, hasta que Judas Iscariote lo desenmascararía más tarde (en su versión literaria, Judas no muere ahorcándose).

Para Petruccelli della Gattina, Judas era un revolucionario que combatía para liberar a Roma del yugo romano. Jesús es por dicho autor sindicado como un individuo arrogante que se creía el Elegido y era despreciativo, pero que con sus ideas estaba desafiando a la sociedad y que a través de sus acciones él mismo se conducía a la muerte. Judas, un individuo de clase acomodada, se había complotado con el Sanedrín para iniciar una revuelta en Jerusalem, para lo cual necesitaban alzar la figura de un profeta o un Mesías. Así Judas fue enviado para infiltrar al movimiento de Jesús y animarle a ir hacia Jerusalem. Sin embargo, aunque Jesús podía concitar una fuerza nacional, él no pretendía convocar tras de sí una subversión política. Así gesta el conflicto entre Jesús y los sacerdotes, amén de que comenzaron a chocar las personalidades de Jesús y de Judas de tal forma que en realidad, Judas y Jesús sentían un odio mutuo, lo que hizo a este último suponer que el primero lo habría de entregar. A pesar de sus diferencias, sabedor de que el Sanedrín lo había condenado a Jesús, Judas lejos de querer entregarlo se lo intentó hacer ver y le aconsejó huir de Jerusalem; no obstante, Jesús rechazó esa posibilidad y en la última Cena aludió a Judas como que lo traicionaría, lo que a éste le molestó luego de todo lo que le había aconsejado. Ya fastidiado, sale y Jesús le dice que lo que fuere hacer lo hiciera pronto. Allí se encuentra con María, con quien conversan cómo salvarlo. Cuando los soldados lo prenden, Judas se acerca a él y le aconseja al oído que negara todos los cargos, pero eso fue interpretado como que lo entregaba anunciándole con un beso. Jesús sin responderle se entrega y por supuesto, no niega ninguna de las acusaciones que le pretextaban para condenarle.

De Quincey expresaba que todas nuestras atribuciones contra Judas Iscariote son falsas, si bien en su trato como tesorero Judas estaba sometido a tentaciones. Él en realidad creía que Jesús instauraría un reinado temporal con grandes cambios políticos, pero que su carácter no estaba capacitado para la acción ni para la vida; era indeciso. Judas creía haber comprendido el propósito real de Cristo mejor que él mismo. Necesitaba una fuerza que lo empujara a la acción, que lo comprometiera en un movimiento sin retorno antes de que las dudas o la indecisión lo alcanzaran. Judas había sido elegido por Jesús, y si lo había traicionado era, en palabras de Borges, para obligarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión del pueblo llano (“populace”, en el original del ensayo de De Quincey) contra el yugo de Roma. El error de Judas estuvo en su ceguera espiritual; creía entender la misión de Jesús mejor que los discípulos, pero no estaba en la intención de la acción de aquél traicionar al Maestro, porque Judas era audaz pero no pérfido. Esperaba que al ser aprehendido, Jesús diera una señal al pueblo judío que traería una insurrección, iniciando un movimiento que liberaría a Israel del yugo romano. Pero Jesús no dio esa señal, y el pueblo y Judas se sintieron frustrados, porque así estaba todo perdido.

En la creación de Tomás de Mattos, Judas Iscariote, el discípulo rebelde, había confundido los signos de los milagros que obraba Jesús con el verdadero significado de su Reinado, que el Maestro se proponía se lograría a través del cambio interior de cada persona. Judas le reprocha que ni el mundo ni las personas cambiarían; le critica no asumir su papel de ser uno de los más grandes profetas de Israel, y le cuestiona por qué no engrandecía su Reino y por qué desperdiciaba la oportunidad de ser por los siglos de los siglos. Judas, llegando a la idea de que había seguido a un ser maravilloso pero extraviado, decidió que obligaría a Jesús a liberar a Israel. Sin embargo, lo entrega en Getsemaní yéndole a buscar con un grupo formado por un piquete de guardias del Templo y una cohorte de soldados romanos. Cuando los esbirros del Sumo Sacerdote Caifás fueron a conducir a Judas Iscariote para ser testigo en el juicio que el primero preparaba para Jesús, advirtieron que el traidor había terminado colgándose de un terebinto silvestre al borde de un barranco en Betsagé; pero la soga estaba tan podrida que no resistió su peso, por lo que se partió y el cuerpo se precipitó hacia el fondo rocoso, quedando su cadáver casi partido por la mitad, con el cráneo roto y los huesos de la columna y de las piernas deshechos (De Mattos concilia así las dos versiones de la muerte de Judas que narraron San Mateo y los Hechos de los Apóstoles). De esta forma “Judas había quedado extendiendo sus brazos ilesos y abiertas las manos como si eternizara la súplica de clemencia que no había sabido ensayar en vida”.

Una historia más fantástica y obviamente no verídica, pero que en sus tiempos tuvo su polémica, fue la que presentó el “Toledoth Yeshua”, un escrito judío difamatorio de Jesús (conocido en su momento como “el Antievangelio”, aproximadamente del siglo XIII). En él se cuenta que Jesús hacía sus milagros usando las letras del Nombre Inefable hebreo de Dios. Para atraparlo, los sacerdotes y sabios seleccionaron a Judas Iscariote para que aprendiera a utilizar las letras del Nombre como Jesús lo había hecho. Este último fue convocado ante la reina Helena, reunión en la que también se hicieron presentes los sabios; en un momento “Yeshua dijo: ‘Se dice de mí: 'Ascenderé al cielo'. Levantó los brazos como las alas de un águila y voló entre el cielo y la tierra, para asombro de todos.” Ante ello, “Los ancianos le pidieron a Iscariote que hiciera lo mismo. Lo hizo y voló hacia el cielo. Iscariote intentó obligar a Yeshua a bajar a la tierra, pero ninguno de los dos pudo prevalecer contra el otro porque ambos usaron el Nombre Inefable. Sin embargo, Iscariote contaminó a Yeshua, de modo que ambos perdieron su poder y cayeron a la tierra, y en su condición de contaminación las letras del Nombre Inefable escaparon de ellos. Debido a este hecho de Judas, lloran en la víspera del nacimiento de Yeshua.”. Jesús es atrapado pero logra escapar y huye, aunque se había quedado sin el poder para convocar el Nombre Inefable. Jesús se mantuvo hasta la fiesta de Pascua, en que resolvió ir a Jerusalem para recuperar de nuevo el secreto del Nombre. Judas Iscariote informa a los sabios que Yeshua debía ser encontrado en el Templo y que no sería fácil, ya que los discípulos habían hecho un voto por los Diez Mandamientos de no revelar su identidad, por lo que Judas lo señalaría inclinándose ante él. Así se hizo, y Jesús fue capturado nuevamente.


IX

La Historia coloca a Judas Iscariote como el malvado traidor de su Maestro Jesús. ¿Pero qué elementos de convicción suficientes hay para sostenerlo salvo los fragmentarios, no precisos al respecto y hasta incoherentes entre sí textos del Nuevo Testamento? Creemos con Baltasar Garzón que “Si pusiéramos en el fiel de la balanza de la Justicia todos los argumentos…, la sentencia que decidiría la suerte de Judas Iscariote no sería necesariamente condenatoria para él. Probablemente, la carencia de pruebas sólidas, llevaría a su absolución”. Diversos elementos llevan a asegurar que por lo contrario, Judas Iscariote pudo haber sido una víctima de un Plan Divino, de un Propósito Místico suicida de Jesús que creía ver detrás de todo lo que le sucedía algo que estaba predestinado por las Escrituras cuyo contenido forzaba adaptándoles a su realidad, o de un complot de sus compañeros los Apóstoles. Entonces Judas Iscariote fue un héroe y quizá hasta un santo, que fue manipulado o sojuzgado sin poder controlar su voluntad, o que había asumido un papel vil a sabiendas de que eso era necesario para la glorificación de su Maestro.  

En más, Judas Iscariote fue una víctima de un crimen perpetrado por Dios, quien lo utilizó como nexo para poner a su hijo Jesús ante las autoridades en el cumplimiento del Plan Redentor y le controló su volición haciendo que Satanás se le metiera en el cuerpo; fue una víctima de Jesús que lo atrajo o lo fue captando para que ejecutara ese abyecto papel al que Judas estaba predestinado, tentándole con dinero, alimentando su codicia pero por otro lado, preparándole para su misión a través de la revelación de los secretos. Una manipulación tremenda que utilizó abiertamente a Judas Iscariote para un Designio noble, pero usando perversos medios (además de a Satanás para que le entrara en el cuerpo, y a los sacerdotes y a los principales judíos para contratarle la entrega), de la que no había que dejar rastros ni testimonios. Que Judas Iscariote se ahorcara en la versión de San Mateo no parece a esta altura que haya sido deliberada, sino azuzada por el demonio que se le había metido en el cuerpo (por lo que en este caso no habría sido Judas mismo el autor de su propia muerte), o porque fue preso de un remordimiento por una acción a la cual, en rigor de verdad, él había sido forzado o empleado para perpetrarla. Si en la otra versión de la Historia Judas Iscariote se cayó o se accidentó de forma tal que reventó y se le desparramaron sus entrañas (según relataron los Hechos de los Apóstoles), el episodio resulta tan extraño y hasta tan absurdo que nadie pensaría que pudiera haber sido casual, y sí provocado por Dios que decidió eliminarlo cuando en su campo comprado con el precio de su acción, las cosas estuvieren más discretas y tranquilas.

Suponiendo que no se desee entender que no se trató de un Plan de Dios, de Jesús o de ambos, y que todo lo que narran los Evangelios es más humano de lo que parece, podría sostenerse que Judas fue utilizado por Jesús - ser humano para su suicidio espectacular haciéndose colocar en manos de las autoridades, que él creía era el cumplimiento de la voluntad de su padre. En otra hipótesis, también podría postularse que Judas fue víctima de un complot de los Apóstoles, quienes originalmente se confabularon todos para que Jesús fuera entregado a las autoridades, pero que luego se desatendieron del asunto dejando a Judas solo con toda la culpa, como el único que quedó en evidencia operando la entrega. En todo caso Judas fue un copartícipe, pero no el único, aunque recayó en él toda la incriminación por haber sido el elemento más visible. De haberse autoeliminado, eso borró de modo imprevisto pero afortunado para los restantes Apóstoles, un testimonio que les perjudicaría (no se conoce que lo hayan ahorcado, así que nos manejamos con la aceptada versión del suicidio por ahorcamiento). De haberse caído o arrojado, también (aunque esta versión parece tan bizarra que no surge haya sido suicidio; más bien habría que pensar si alguno, algunos o la totalidad de los Apóstoles, o alguien enviado por ellos, le propiciaron o no a Judas la caída que se tuvo como un accidente, autoeliminación o castigo de Dios). En más, quedó para los Apóstoles el esfuerzo de borrar los rastros de su conjura contra el Maestro e inventar la historia de la traición de Judas Iscariote, de su arrepentimiento y de su supuesto suicidio, como también la carga de pergeñar el relato de un pretendido Plan Divino para la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

En síntesis: ¿Judas Iscariote fue un traidor (amén de un eventual ladrón o de un patriota)? ¿Fue víctima de un Plan Divino al que Jesús sabría debía someterse y permitir que Judas hiciera su nefanda tarea? ¿Fue un sujeto que Jesús-humano tomó, dentro de una errónea perspectiva mística suya, como un traidor que cumpliría la “voluntad de su Padre”? ¿Fue un santo o Iniciado preparado y dispuesto para simular un papel vil a pesar de que no sería comprendido? ¿Habría sido Judas Iscariote un patriota judío zelote que no encontró en el Maestro el líder liberador de Israel que esperaba, y quiso favorecer una conmoción que crearía la ejecución de Jesús, como pretexto para levantar una rebelión contra el Imperio Romano y sus autoridades judías cómplices o condescendientes? ¿Sustituyó Judas a Jesucristo en la Cruz para hacer más creíble o viable el tema de su resurrección?  ¿Se suicidó, lo llevaron a un punto de desesperación que lo compelió a matarse, o lo mataron? ¿Habrá sobrevivido a Jesús y en ese caso, habrá terminado sus días plácidamente o habrá vivido preso de su remordimiento? ¿Habría sido Judas Iscariote usado por los Apóstoles, quizá siendo uno más con ellos, en un complot para terminar con su Maestro, del que aquél se llevó toda la culpa? Todas las respuestas pueden ser posibles.

Pero si la opinión tradicional del Cristianismo afirmó y cree en que Jesús debía cumplir un Plan de Salvación ideado por su Padre-Dios, entonces tal determinismo debe asentir que Judas fue aprovechado o utilizado para ser un eslabón en la cadena de ese propósito. Entonces no pudo querer hacer la maldad que hizo, porque estaba sometido en su volición (eventualmente “con Satanás dentro”), salvo que lo hubiera consentido mediante una preparación espiritual especial y elevada, nada de lo cual condice con el comportamiento de los malvados.

Es menester que la Humanidad vindique a Judas Iscariote porque habiendo sido a la vez una víctima o un santo, fue manejado en su voluntad o preparado por los artífices de un Plan llamado de Salvación (divino o humano) que no vacilaron en utilizarlo, y que para no dejar rastros de su autoría lo impelieron a matarse o a accidentarse, por no decir que le asesinaron moralmente o en sentido propio. Mas quién fue el autor, cómo se urdió la trama para la muerte de Judas Iscariote una vez cumplida su tarea, y cuál fue su suerte final (suicido, accidente o asesinato), seguirá siendo un misterio.

El crimen perpetrado contra Judas Iscariote fue casi perfecto. O no.




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