lunes, 3 de abril de 2023

BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DE BERNABÉ RIVERA

 BERNABÉ RIVERA: UNA BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA

 

Edgardo Ettlin

  



I. Introducción

Prevenimos que estas líneas deben leerse sin sesgos ideológicos ni partidarios. Mala cosa es querer entender o valorar a los personajes del pasado con los criterios y mentalidades del tiempo presente (no sé por qué, parece una epidemia generalizada en este siglo XXI).  Compartimos estos datos, por ende, sin brindar nuestra opinión al respecto.

¿Quién fue el Coronel Bernabé Rivera? La Historia le reconoce una controvertida fama, a raíz de que fue uno de los responsables de la llamada “Matanza de Salsipuedes”, en que se intentó por el Gobierno del Brigadier General Fructuoso Rivera una suerte de “Endlösung” (“solución final”) para con los indios charrúas, y por el celo de diligencia, por no decir obsesión, con que Bernabé los persiguió para dispersarlos y liquidarlos si se daba el caso. Sin embargo, Bernabé Rivera también fue un destacado militar, un héroe de la Independencia del Uruguay, y una personalidad tenida en muy alta consideración por las gentes de su época.

Debemos realizar otra puntualización: Bernabé Rivera jamás perteneció al Partido Colorado. Tampoco perteneció al Partido Blanco (hasta 1870 -o 1872 para otros- ni siquiera se le conocía como “Partido Nacional”). Por la simple razón de que a la fecha de su deceso (20 de junio de 1832) esos partidos todavía no existían; éstos y sus tradicionales divisas recién aparecerían posteriormente, el 19 de setiembre de 1836 en ocasión de la Batalla de Carpintería. Como bien destacó José Eduardo Picerno, “No había blancos ni colorados en el momento histórico de los hechos contra los charrúas. El Presidente [Fructuoso] Rivera no representaba al Partido Colorado porque este, de hecho, no existía. … En ese momento no era miembro ni representaba a ningún partido. … En resumen, queda en evidencia que ningún partido político estuvo involucrado en los sucesos…” ([1]). Esto se aplica “mutatis mutandis” a Bernabé Rivera, por lo precedente. Bernabé concitó a su muerte el homenaje de personajes que se asociarían tanto al Gobierno de la Defensa y al Partido Colorado (por ejemplo, Francisco Acuña de Figueroa), como al Gobierno de Cerrito y al Partido Blanco (caso de Carlos Villademoros) ([2]). Valga recordar que su monumento funerario fue ordenado levantar en 1835 por Manuel Oribe (quien tenía aprecio por Bernabé -era mutuo ese aprecio, dicho sea de paso-) siendo Presidente constitucional, y si nos estamos a que el ángel que remata la construcción es de 1862 ([3]), tenemos que éste fue colocado durante la Presidencia de Bernardo Prudencio Berro. Cosas de la Historia; pero para mal o para bien, son datos “duros”.

Según una fuente, Bernabé Rivera habría nacido en lo que es hoy el Departamento de Durazno en 1795, y habría sido bautizado el 11 de junio (día del Apóstol San Bernabé) de ese año ([4]), aunque Fernández Saldaña ubica el año de nacimiento en 1799 ([5]); pero si nos atuviéramos a los datos de su monumento funerario en que se le menciona combatiendo desde los 10 años de edad, teniendo presente que la Revolución Oriental se gestó en 1811, podríamos ubicar la fecha de nacimiento de Bernabé en el año 1801, o mejor dicho en 1797 ya que en el mismo monumento se dice que murió “á los 35 años de edad”. Fue sobrino del Brigadier General Fructuoso Rivera, aunque entre sí solían tratarse mutuamente usando la palabra “Hermano”; según se dice, porque Bernabé (aparentemente, su verdadero nombre era Juan Estevan o quizá, Juan Fernando) era hijo de una relación extramatrimonial de María Luisa Rivera (una hermana de “Don Frutos”, como se le decía popularmente al Brigadier General Fructuoso Rivera) con el brasileño Alejandro Duval Rocha, y para evitar el reproche social los padres de Fructuoso criaron e hicieron pasar a Bernabé como un hijo más de su matrimonio ([6]).

 

II. Bernabé Rivera. Soldado y héroe de la Independencia Oriental

Bernabé Rivera se involucró con la causa de la revolución independentista oriental desde sus propios inicios en 1811, siguiendo a su tío Fructuoso Rivera, y se fue consolidando como uno de los más jóvenes Tenientes de Artigas. En ocasión de las invasiones portuguesas, fue herido gravemente en la cabeza y cayó prisionero en 1818 en las cercanías de Pando ([7]), siendo remitido por los portugueses junto a otros destacados oficiales artiguistas a la cárcel de la Ilha das Cobras (Bahía de Guanabara, Rio de Janeiro); compartiendo esa reclusión con Andresito -de quien se dice murió en dicha prisión-, Juan Antonio Lavalleja y Fernando Otorgués. Se cuenta que Bernabé conoció allí al futuro Emperador del Brasil Pedro I quien visitaba las instalaciones de la isla cada tanto, trabándose entre ellos cierta amistad y una vinculación de mutua consideración.

Regresó a la Provincia Oriental a fines de 1820 por influencia de su tío Fructuoso (en ese momento ya incorporado a las filas portuguesas -dicho sea de paso, Fructuoso Rivera obtuvo de Carlos Lecor no sólo la liberación de Bernabé, sino también de otros oficiales artiguistas presos en Ilha das Cobras, como Manuel Francisco Artigas, hermano de nuestro máximo Prócer José Gervasio Artigas-) ([8]), y también a su influjo se incorporó al ejército portugués, donde recibió el grado de Capitán. Al declararse la Independencia del Brasil (7 de setiembre de 1822), Bernabé pasó a formar parte de sus fuerzas militares en la entonces Provincia Cisplatina. Incorporado Fructuoso Rivera a las fuerzas orientales independentistas tras el Abrazo del Monzón el 29 de abril de 1825, por supuesto Bernabé siguió sus pasos y tuvo una destacada participación en las Batallas de Rincón (24 de setiembre de 1825) y Sarandí (12 de octubre de 1825) ([9]).

En 1826, ya con el grado de Sargento Mayor, Bernabé se unió a las fuerzas orientales y argentinas luego de que el Imperio del Brasil declarara la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata (10 de diciembre de 1825). Tanto Bernabé como Fructuoso Rivera se negaban a seguir las órdenes de Carlos de Alvear y eran partidarios de separar las fuerzas “orientales” de las “argentinas”. Alvear, Comandante en Jefe del Ejército de las Provincias Unidas, lo tomó como insubordinación. Invitó a Bernabé, a través del Coronel Federico Brandsen, con el engaño de querer tener una entrevista para conciliar diferencias. Bernabé aceptó pero al concurrir fue aprehendido por orden de Alvear, quien le acusó de desertor y ordenó que fuera fusilado al alba siguiente. Sin embargo, gracias al entonces Coronel José María Luna, quien le debía a Bernabé la vida de una ocasión anterior e hizo que durante la noche le limaran los grilletes, se escapó y se llevó con él a toda la guardia. Furioso, Alvear mandó una partida a cargo del entonces Teniente Melchor Pacheco y Obes con el propósito de fusilarle donde lo encontraran. Pero al llegar y entrar éste en la casa de la hacienda de Gerónimo Jacinto, Bernabé asaltó a Pacheco y Obes pistola en mano y le obligó a entregarle su espada. Nuestro personaje les preguntó entonces a los soldados que acompañaban a Pacheco y Obes si deseaban seguir a éste o a aquél, y todos se fueron con Bernabé. Su audacia y valor ya era leyenda entre las fuerzas de las Provincias Unidas ([10]).

Participó en la toma de las Misiones Orientales junto a su tío Fructuoso Rivera en 1828, con el grado de Teniente Coronel y comandando la 2ª División ([11]). Habían actuado en contra de Juan Antonio Lavalleja, quien había enviado a Manuel Oribe en su persecución con la orden estricta de pasar por las armas a todo oficial o soldado de los Rivera que pudiera prender o que cayera en su poder, en cuya comisión Oribe tomó la decisión de ejecutar a cinco chasques que Don Frutos les había mandado a aquél y a Lavalleja para comunicarles sobre los triunfos obtenidos. El episodio se zanjó cuando Bernabé, ofreciéndose él mismo como rehén, se entrevistó con Oribe y le convenció de que Fructuoso Rivera sólo quería con la expedición de las Misiones recuperar ese territorio para la patria; Oribe escribió de ello a Lavalleja y éste, aleccionado también por el éxito de Don Frutos en las Misiones, le dejó proseguir haciéndole llegar su satisfacción ([12]).

Bernabé se graduó de Coronel en 1829. A su mando, en febrero de ese año se formó el entonces 2º Escuadrón de Caballería, del cual fue su jefe ([13]). Fue por esos tiempos que Bernabé Rivera habría contraído matrimonio con Manuela Belmonte (1798-1838), natural del pueblo misionero de San Borja, junto a la cual se contaron entre las primeras familias que formaron el pueblo, fundado por Fructuoso Rivera con guaraníes traídos de su campaña de la reconquista de las Misiones Orientales, de Santa Rosa del Cuareim (hoy Bella Unión). Tuvieron dos hijos, Bernabé Manuel (1830-?) quien sería conocido como  el Rivera blanco”, el cual tuvo destacada actuación en el Partido Nacional (participó en la Revolución de las Lanzas, 1870-1872), y Antonio Fructuoso (1831-?).

 

III. En los inicios del Estado Oriental del Uruguay como país soberano. El “tema charrúa”: una cuestión no resuelta desde la época colonial

Declarada la Independencia del Estado Oriental del Uruguay, al ser electo como su primer Presidente Fructuoso Rivera (1830), éste nombró oficialmente como Coronel efectivo a su sobrino Bernabé el mismo 18 de julio de 1830 ([14]), día de la Jura de la Constitución.

Desde su primer día como Magistrado del novel Estado, Fructuoso Rivera tuvo que tratar las ingentes denuncias y quejas que estancieros y vecinos de la Campaña realizaban en forma cada vez más creciente e insistente sobre los desórdenes, asesinatos, violaciones y secuestros de mujeres, robos de ganado y saqueos a establecimientos que cometían los indios charrúas, especialmente en el Norte del territorio. Se cuestionaba, asimismo, que en sus tolderías se refugiaban desertores y delincuentes criollos que cometían sus fechorías bajo el nombre de dichos indios. Se trataba de un tema que ya venía desde la época colonial y que no tenía un punto de solución; lo cual a Rivera no le era ajeno, y que a muchos preocupaba por el temor y la inseguridad que generaba, comprometiendo el desarrollo y el bienestar del país profundo.

La solución que se diseñó por el gobierno de Rivera para “terminar con el problema charrúa”, apoyada por los vecinos de la Campaña y por el “establishment” de la época es menester agregar, fue la más extrema: debían erradicarse los asentamientos charrúas en el Estado Oriental, o echarlos fuera de sus fronteras; de ameritarlo la situación, combatiendo, exterminando o reduciendo a sus individuos ([15]). Fructuoso Rivera se puso a la cabeza del operativo personalmente, manejándose todo con estricta reserva. Su sobrino Bernabé tendría un rol importante en su ejecución.

¿Era necesario haber adoptado una medida tan drástica contra los indios charrúas? Desde del punto de vista histórico no podemos opinar, y punto. No es pertinente juzgar con nuestros parámetros a los sucesos de ayer, ni a las circunstancias en que se desenvolvieron.

Años después de los hechos que narramos, en una carta abierta del 30 de octubre de 1848 y publicada el 1º de noviembre de ese año en el periódico “Iris” de Río de Janeiro, Fructuoso Rivera justificaría su proceder hablando de los “inmensos males que, de tiempo inmemorial”, hicieran los charrúas al Uruguay y al Brasil, “-de sus depredaciones y ferocidades; -de los esfuerzos vanos hechos por varios gobiernos para subyugarlos; -de la noble sangre por ellos derramada, en la cual abunda la de mi hermano Bernabé… y de otros muchos orientales; -y de cuanto en fin fue patente para que el gobierno constitucional de acuerdo con las cámaras legislativas resolviese su total aniquilación. Si a mí cupo la fortuna y la gloria de acabar con una horda de salvajes nómadas y feroces, abrigada en las escabrosidades del país, hice lo que otros no pudieron alcanzar antes de mí, y cumplí las órdenes del gobierno, con gran satisfacción de las poblaciones, que por tantos años fueron víctimas de correrías, robos y muertes de aquellos bandidos.” “Es falso que hubiese necesidad de traicionar los salvajes para destruirlos: ni estos salvajes fueron nunca aliados del gobierno oriental, ni los orientales con quienes yo tuve la fortuna y la honra de combatir por más de 35 años, en más de cien batallas, podían temer a tales hombres, desde que por utilidad general, se decretaba su exterminio.” “Solo es verdad que se repartieron los Charrúas porque no quisimos acabar con ellos…([16]). En “El Defensor de la Independencia Americana” (diario de filiación blanca) del 30 de diciembre de 1848 se le criticaba a Rivera: “Las naciones salvages no se esterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las hostiliza tambien, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra, con una matanza calculada, y eso usando de traicion y de perfidia es un crimen espantoso, un crimen de lesa humanidad que debe sublevar contra él á todas las almas honradas y justas, y á todas las conciencias cristianas.” ([17]) En una tesitura semejante sostenía el Brigadier General Antonio Díaz (1789-1869), de tendencia blanca aunque de espíritu ponderado, quien había tratado a los charrúas directamente y observado sus costumbres: “Los descubridores del Río de la Plata empezaron, como en todo el resto de la América, conquistando con las armas: pocos o ningunos han sido los esfuerzos empleados para atraer á la civilización a los indígenas de este país; y si algunos se hicieron, que no me consta, han sido errados. Lo mismo ha sucedido en cuanto á los misioneros encargados de catequizarlos, quienes por las razones que voy a deducir, creo que hubiera sido muy fácil conseguirlo; pues que no se trataba de convertir, sino de adoctrinar…” ([18]).

 

IV. Bernabé Rivera en la Matanza o Combate de Salsipuedes

El tránsito de Bernabé por la existencia estuvo muy vinculado a los pasos de su tío (no hermano), el Brigadier General don Fructuoso Rivera. En todas sus audaces o fermentales empresas, Bernabé siempre estuvo con él acompañándolo o secundándole. Por supuesto, cuando Fructuoso se embarcó en la campaña contra los charrúas, aquél estaría presente. Los objetivos de Bernabé al respecto estarían, como no podía ser de otro modo, consustanciados con los de su tío.

El 11 de abril de 1831 participó Bernabé al mando de las tropas del Gobierno junto a su tío-Presidente Fructuoso Rivera en la polémica Matanza de Salsipuedes (para algunos también “Masacre”, para otros “Combate”, para otros “Episodio”, según del bando histórico o político-partidario en que se esté); para Bernabé Rivera, “la jarana de los indios” ([19]). Uno de los episodios más controvertidos de la Historia uruguaya si los hay. No queremos detenernos en los detalles de este suceso ([20]), salvo para destacar que Bernabé Rivera participó en dicho evento al mando del 2° Escuadrón de Caballería ([21]). A él le cupo inducir y hacer confiar principalmente (el General Julián Laguna, encargado también en esa tarea, tuvo inconvenientes para convencerlos), a los indios charrúas a allegarse al lugar que estaba convenido para dar cuenta de ellos, acompañándoles: “El coronel Bernabé Rivera, … jefe del segundo regimiento de caballería, fué el guía de la hueste que encabezaban los caciques Venado y Polidoro ([22]). Había sido escogido expresamente para esta comisión por la confianza que inspiraba á los charrúas.” ([23]).

Difieren las apreciaciones sobre cómo ocurrieron los hechos en el episodio de Salsipuedes. Podríamos reconstruir una versión sobre lo sucedido cruzando las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja (uno de los 33 Orientales, y hermano del Brigadier General Juan Antonio Lavalleja), del Brigadier General Antonio Díaz, del Coronel Antonio Díaz (hijo) y de Eduardo Acevedo Díaz ([24]). Principalmente los relatos de Manuel Lavalleja y los del Brigadier Antonio Díaz son de valía, porque recogieron testimonios presenciales de los hechos.

Es necesario, más allá de los supuestos motivos y de los apoyos que habría tenido Fructuoso Rivera, entonces Presidente del novísimo Estado Oriental del Uruguay, para erradicar o desarticular a las tribus de indios charrúas hacia 1831, tener presente que éste osciló entre diversas posiciones. Hacia 1824, si bien apoyaba contra ellos una solución armada, entendía que en esos momentos no era viable ni efectiva, por lo que como alternativa proponía que fueran estimulados a emprender una vida civilizada, a través de conminarles a la práctica del trabajo y de proceder a su evangelización, teniéndose sí la fuerza como elemento disuasivo ([25]). Aunque cierto es que Rivera solicitó a la Asamblea General la autorización del 30 de diciembre de 1830 para “salir á la campaña mandando en persona la fuerza armada”, lo que le fue concedido ([26]). Tenía ahora el propósito, dentro de un operativo para terminar contra la delincuencia y el abigeato, de darle a los charrúas “su merecido” y “dar el paso sobre los salvages”. Se sentía que sería “una obra que los desvelos de ocho virreyes, y por más de 40 años no lograron realizarla. Será lindisimo… Ah! Qué glorioso será si se consigue, sin que esta tierra tan privilegiada no se manchase con sangre humana” ([27]). “Todo promete un vrillante resultado” ([28]).

Llegamos así al escenario de Salsipuedes, que proponemos reconstruir conforme a las versiones más antiguas a las que pudimos acceder ([29]). Se discute inclusive cuál fue el lugar en que ocurrió “Salsipuedes”: Fructuoso Rivera escribió su comunicado oficial sobre lo acontecido en su “Cuartel General, Salsipuedes” ([30]) de circunstancias, pero se dice que el episodio se pudo haber desarrollado no sólo en uno, sino a través de distintos choques; según algunos en dos lugares, y otro como Acosta y Lara, hablan de tres lugares ([31]). Ocurrieron los acontecimientos, básicamente, por el actual Departamento de Paysandú. Hoy existe un monumento que conmemoraría el episodio, pero el lugar en que fue emplazado se encuentra muy discutido en cuanto a si realmente allí habría acontecido “Salsipuedes”.

Salvo el hecho de que Fructuoso Rivera procuró convencer a los charrúas de encontrarse con él en un punto determinado que hoy conocemos como “Salsipuedes”, y el informe oficial que se dio publicidad luego del evento, no hay testimonios ni documentos primarios de época sobre sus detalles bélicos, y el comunicado de Rivera no da mayor información de lo acontecido. Sólo poseemos informaciones tardías y secundarias, que supuestamente consultaron a personas que los vivieron, pero son bastante lejanas en el tiempo respecto a los hechos.

Las fuentes más antiguas que pudimos encontrar sobre lo que hoy conocemos como “la Matanza de Salsipuedes” son (hay relatos y versiones posteriores, pero utilizamos para nuestra historia éstas, que creemos son las primeras):

a) un artículo bajo el seudónimo de “Demófilo”, aparecido en “El Defensor de la Independencia Americana” del 1° de julio de 1845, que creemos pudo haber sido escrito por el Brigadier General Antonio Felipe Díaz, quien era redactor en aquel periódico, acorde a ciertas semejanzas que encontramos con unos “Apuntes sobre los indios charrúas” que dejó manuscritos sin corregir, de data incierta ([32]);

b) una memoria del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848 ([33]).

El mulato Rivera” (según le califica Manuel Lavalleja a Don Frutos) ([34]), convocó a los indios charrúas en Salsipuedes, con el pretexto de arreglar con ellos para que entraran en Brasil a recuperar los ganados orientales que los brasileños les habían robado. De acuerdo a la documentación relevada por Picerno, Rivera había solicitado inicialmente al General Julián Laguna que atrayera a los indios “en las puntas del Queguay Grande”, con el propósito de que se les convocaba para colaborar en guardar las fronteras del Estado, y haciéndoles ver de que Rivera de su amistad. Pero luego varió el lugar de contacto, hacia  un punto en que los charrúas no tendrían muchas posibilidades de escapatoria.

Los charrúas siempre dispuestos contra los brasileros, y enemigos naturales de estos, no vacilaron en aceptar el convite desde que en él se envolvía el interes de invadir al Brasil.”. Sin embargo, algunos caciques charrúas como Polidorio (Polidoro, o Sepé -hay quienes sostienen de que se trata de la misma persona-) y “El Adivino”, intuyendo o con cierta prevención de que algo nefando se tramaba en su contra, sospecharon y no concurrieron aduciendo (en palabras de Polidorio) que “Frutos era corazón malo y traidor” ([35]). Pero los restantes se allegaron.

Bernabelito ([36]) venía acompañando a muchos de ellos, al mando del Escuadrón No. 2 de Caballería ([37]).

Fructuoso Rivera tenía aproximadamente unos mil hombres reunidos ([38]). Participaron militares orientales en distintos Escuadrones y Compañías, milicianos, soldados argentinos al mando del General Juan Lavalle, vecinos brasileños y locales que odiaban o sufrían a los charrúas y se habían agrupado (debemos acotar que los hermanos brasileños, donde veían entonces a un charrúa, le “tocaban bala”), y hasta indios guaraníes. No abundaremos en estos detalles.

Tenía Rivera un hermano, joven de bellísimas disposiciones y de un alma nacida para lo bueno; pero que por una de aquellas contrariedades, por desgracia harto comunes en la especie humana, se había acostumbrado á obedecer ciegamente a su hermano mayor, aun en aquellas cosas que él mismo, condenaba con pública franqueza: debilidad inconcebible que lo hizo cómplice de no pocas maldades que aquel cometiera, en el curso de su desordenada vida. Podía Rivera haber asociado á su crimen á un extraño cualquiera, ahorrando á su infeliz hermano la ejecucion de un hecho que sabía le había de repugnar en estremo, y hacerlo aparecer ante sus conciudadanos como un verdugo feroz y despiadado. Pero no quiso. Se empeñó en que su hermano fuese el vil instrumento de su maldad; y á pesar de la viva resistencia que encontró por esta vez en él, logró al cabo que cediese como siempre. D. Bernabé recibió las instrucciones correspondientes, y marchó al lugar señalado para la consumación del bárbaro designio.

Un mensagero de paz había ido ya de antemano á convidar á los Charrúas á que acudiesen á aquel mismo paraje, donde, se les decía, se acomodarían las diferencias que existían á la sazon entre ellos y Rivera (habiales este suscitado de intento poco antes), se celebrarían los nuevos pactos de amistad, y recibirían los largos regalos que en prueba de ella y segun costumbre se les iban á hacer.

Juzgando los Charrúas que en todas estas propuestas había la mejor buena fé, se dispusieron á ir al lugar de la cita el día que se les había designado. Salen los infelices de sus guaridas mal armados y desapercibidos como que pensaban ir á una fiesta, y se dirigen alegres y tranquilos á donde, según se les había dicho, los estaban esperando para abrazarlos. Llegan allá; mas ¡óh traicion inconcebible! Crecidas fuerzas, que con anticipación se habían colocado en emboscada, salen de improviso, los rodean y á mansalva hacen en ellos una espantosa carnicería. Pocos son los que aciertan á defenderse, con la sorpresa. Entre estos pocos se distinguió el impertérrito Cacique Rondó ([39]). Cercado de una porción que lo atacaban, sin más arma que su sola lanza, todavía sostuvo una larga lucha al cabo de la cual, falto de fuerzas y cargado de heridas, cayó hecho pedazos, pero no sin haber hecho correr en abundancia la sangre de sus cobardes enemigos. Perico ([40]), el otro Cacique, quedó prisionero con un gran número de mujeres y niños. Solo un corto grupo de 40 a 50 guerreros escapó á esta matanza, que alcanzaron á refujiarse en las asperezas desiertas del Arapey y el Cuareim, donde fueron á meditar la venganza que poco después consiguieron ejecutarla.

Tal fue el acto horrible que puso fin á la nación Charrúa. Dispuesto y ordenado por Rivera; pero ejecutado por su hermano D. Bernabé, la responsabilidad del hecho recayó toda sobre este…” ([41])

El Coronel Antonio Díaz, hijo del Brigadier General Antonio Felipe Díaz y quien habría tomado esta información del propio padre, en 1877 relata el episodio central así:

Llegados al campamento los indígenas, Rivera entretuvo haciendo marchar á su lado al cacique Venao, mientras los Charrúas desmontaban en el paraje designado para que campasen. Entonces fue que el General Rivera dijo á Venao que venia a su derecha prestame tu cuchillo para picar tabaco, descargando un tiro de pistola sobre el cacique, en seguida de apoderarse del cuchillo. El cacique quedó ileso, pero huyó vociferando en charrúa, en dirección al campo de sus hermanos, que alarmados empezaron á tomar caballo como pudieron.

En el acto el escuadrón desarmado ([42]) se arrojó sobre las lanzas y demás armas de los indios. D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2; el resto de las fuerzas tomó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indígenas, matándoles en su casi totalidad, inclusive su cacique Vencol jefe principal.” ([43])

Nos cuenta Eduardo Acevedo Díaz, quien conocía las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja, pero especialmente compilando las de su abuelo materno el Brigadier General Antonio Felipe Díaz y de su tío el Coronel Antonio Díaz (hijo) ([44]):

Ya en el campo, éstos, recelosos y desconfiados, parecieron vacilar un momento.

No tenían memoria de haberse confundido nunca con ejército alguno, pues siempre habían acampado lejos, á un flanco, en los tiempos del general Artigas.

Viéndolos perplejos y mal dispuestos, el presidente (Fructuoso Rivera) llamó á Venado y púsose á conversar con él, marchando muy juntos al paso die sus caballos.

Entraba este detalle en el drama.

El cacique iba mudo, observando el cuadro.

Los clarines lanzaban la nota de atención.

Los soldados se movían en silencio con aire siniestro, prendidos los sables y colgadas al cinto las pistolas.

De pronto, el coronel Bernabé Rivera, tendiendo el brazo hacia un vallecito espaldado por nutrida vegetación, dijo á Polidoro:

“-Allí pueden desmontar.”

Movióse el cacique y tras él la horda, con ese andar lento é indeciso de los gatos monteses fuera de la espesura.

Eso de desmontar, en medio de las tropas, parecíales sin duda al cacique y á sus compañeros una grande exigencia.

Se habían habituado con sin igual habilidad á los lomos equinos y se sentían demasiado bien en ellos para abandonarlos en aquella hora.

Pero, el presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” á Venado y reía con él marchando un poco lejos; y el coronel, que nunca les había mentido, brindaba á Polidoro con un chifle de aguardiente en prueba de cordial compañerismo.

En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y á un ademán del cacique todos los mocetones echaron pie á tierra.

Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba á su serenidad y flema, hubo observado el movimiento, dirigióse a Venado, diciéndole con calma:

“-Empréstame tu cuchillo para picar tabaco.”

El cacique desnudó el que llevaba á la cintura y se lo dió en silencio.

Al cogerlo, Rivera sacó una pistola é hizo fuego sobre Venado.

Era la señal de la matanza.

El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo dando un grito. La bala se perdió en el espacio.

Venado partió á escape hacia los suyos.

Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió á tomar su caballo.

Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo instantáneamente.

El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel varios hombres.

El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel (Bernabé) Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”.

En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobre el duro cráneo indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la pluma de ñandú, símbolo de la libertad salvaje.

No fueron pocos los que se defendieron, arrebatando las armas á las propias manos de sus victimarios.” ([45])

Los charrúas que pudieron, se defendieron.

El cacique (Vaimaca) Pirú logró escapar de la matanza, llegando hasta la presencia del General (Fructuoso) Rivera, a quien dijo: mirá tus soldados matando amigos”.

Los pocos hombres que escaparon a la matanza general, se refugiaron por lo pronto en las asperezas del Arapey y en los bosques del Cuareim” ([46]).

Concluido el operativo, Bernabé Rivera se dirigió con su Escuadrón a perseguir a los indios que habían escapado y al cacique Polidorio (quien desconfiado, no había querido ir). Se encontró con el cacique Venado y doce charrúas por el arroyo Cañitas, y haciéndoles creer que les devolverían a sus mujeres e hijos que habían tomado prisioneros, los hizo marchar escoltados, y en la estancia del Viejo Bonifacio Benítez, mientras estaban comiendo, Venado y sus compañeros fueron atacados y masacrados por un grupo de soldados que Bernabé Rivera había dispuesto ([47]).

A través de un comunicado expedido en “Cuartel General, Salsipuedes” del 12 de abril de 1831, Fructuoso Rivera informa que la acción había consistido en “poner en ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Mas los salvajes, o temerosos ó alucinados, empeñaron una resistencia armada, que fue preciso combatir del mismo modo, para cortar radicalmente las desgracias, que con su diario incremento amenazaban las garantías individuales de los habitantes del Estado, y el fomento de la industria nacional constantemente depredada por aquellos. Fueron en consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres enemigos, y el resto con 300 y más almas en poder de la división de operaciones. Los muy pocos que han podido evadirse de la misma cuenta, son perseguidos vivamente por diversas partidas que se han despachado en su alcance, y es de esperarse que sean destruidos también complemente sino salvan las fronteras del Estado”; y destacó “la brillante conducta, constancia y subordinación… y muy particularmente los recomendables servicios que en ella han rendido el Sr. General D. Julian Laguna, y el coronel D. Bernabé Rivera” ([48]).

La única baja oficial en el Ejército gubernista fue la del joven Teniente Primero Maximiliano Obes, hijo de Lucas Obes (a la sazón Fiscal General) ([49]). Aunque es posible que hubiera algunos muertos más entre las huestes estatales, que quizá ni se contaron por considerarse recursos humanos sin valor, o siguiendo una acostumbrada tendencia en los informes militares a minimizar el número de bajas “amigas”: “Los indios mataron defendiéndose, algunos de los soldados de Rivera y entre los muertos apareció el teniente D. Máximo [Maximiliano] Obes…” ([50]).

El 14 de abril de 1831, el nuevo Santo y Seña del Ejército había pasado a ser “En el Estado=Concluyeron=Los Charrúas” ([51]).

Jamás estos salvajes han podido soportar el yugo de la civilización, aun en el grado más bajo, y cada vez que se ha aguardado ciertas chances de éxito, se han precipitado como bestias feroces sobre los apacibles habitantes de las campañas, llevándose todo a fuego y sangre en su pasaje, sin conceder la gracia de la vida ni a mujeres ni a niños. El presidente Ribéra [sic], viendo que era imposible vivir en paz con estos terribles vecinos, que habían venido a asentar sus tiendas hasta las márgenes del río Negro, y que todos los medios de dulzura que se había usado en su consideración, no producían ningún efecto, resolvió hacerles una guerra a muerte, y tras una campaña de algunos meses, ha estado bastante feliz por haber desembarazado su país de su presencia.” ([52])

Luego de Salsipuedes (11 de abril de 1831), a pesar de los muertos y de todos los prisioneros enviados a Montevideo que sufrieron (hombres, mujeres, y niños), los charrúas mantuvieron una fuerza bélica considerable. “De esa matanza escaparon con el cacique Sepé de 80 a 90 hombres, que se refugiaron en los montes del Cuareim.” ([53]) También estaban con ellos sus familias (“la chusma”, como se llamaba entonces a sus mujeres e hijos). Luego del combate de Mataojo (17 de agosto de 1831), los que pudieron seguir escapando y sobrevivir, se asentaron en una región ubicada aproximadamente entre las nacientes de los ríos Cuareim y Arapey.



 V. Continúan los operativos contra los charrúas. La rebelión guaraní-charrúa de mayo de 1832

El 27 de junio de 1831, el señor Ministro de Guerra José Longinos Ellauri da al Coronel Bernabé Rivera instrucciones de “marchar sin demora alguna y tomando que creyese conveniente del Escuadrón de su mando, dirigirse a perseguir los restos de los salvajes, que… se hallan en aptitud de cometer excesos que no podrían repararse”, y que “seguirá sin interrupción hasta someterlos o destruirlos en caso de resistencia; remitiendo a disposición del Gobierno aquellos que pudiesen ser aprehendidos”, así como que “Remitirá igualmente toda persona sea chica o grande perteneciente a las familias de los charrúas, que encuentre diseminadas en la Campaña” ([54]).

Nos cuenta el Coronel Antonio Díaz (hijo) que “D. Bernabé Rivera dijo después del hecho del Queguay [Salsipuedes], que había obedecido con notable disgusto, las órdenes referentes al suceso, y es creencia general que así fue - Era hombre de estimables prendas…” ([55]). Sin embargo, existe documentación que muestra que Bernabé Rivera se habría tomado con buena disposición esa tarea, manifestando “que tengo el mayor interés en la conclusión de esta plaga” y que “para propender al cumplimiento de las instrucciones que me rigen, es preciso asegurar el tránsito de estos desiertos persiguiendo a la raza indomable que los infecta…; disponiéndome entretanto a aprovechar la primera ocasión de neutralizar completamente el resto de aquellos obstinados infieles” ([56]). Persiguió a los grupos de charrúas que iban quedando hacia el Noroeste.

El día 17 de agosto de 1831, en Mataojo (en la barra del Mataojo Grande con el Río Arapey, hoy Departamento de Salto) tuvo lugar una acción donde Bernabé Rivera manifestó haber matado “quince infieles inclusive dos caciques de los más perversos, tomarles veinte y seis hombres, y cincuenta y seis personas más, entre chinas y muchachos de ambos sexos”, y que habían escapado “diez y ocho hombres, ocho muchachos de siete a doce años, y cinco chinas de bastante edad” ([57]). Uno de los prisioneros charrúas fue el indio conocido como Ramón Mataojo (justamente por el lugar del operativo armado), que fue el primero de los charrúas remitidos a Francia ([58]).

Estando destacado en Tacuarembó, entre fines de 1831 y principios de 1832 Bernabé participa en la fundación de San Fructuoso (actual ciudad de Tacuarembó). Creada por Decreto del 24 de octubre de 1831, “el coronel Bernabé Rivera fundó la villa bajo el nombre de San Fructuoso un 27 de enero de 1832, por celebrarse el día del santo aquel día en el calendario cristiano” ([59]). “En Febrero ó Marzo de dicho 1832, se hallaba el Coronel don Bernabé Rivera ocupado en la fundación del pueblo de Tacuarembó…” ([60]); poblado que se ubicó “entre los arroyos Tacuarembó Chico y La Tranquera, sobre el camino real, que vá para Santa Ana” ([61]). Ya en diciembre de 1831, mientras se encontraba en Paysandú, había sido nombrado Comandante de la Frontera Norte y le habían asignado el 3° Escuadrón de Caballería, con el propósito de vigilar la zona de frontera Norte. “Las instrucciones que impartió Bernabé para los destacamentos son muy numerosas y estrictas, y les establece como misión fundamental: impedir el contrabando, la introducción o evasión de vagos y malos esclavos de ambos territorios, proteger el vecindario del nuestro y evitar todo perjuicio a los habitantes del otro lado de la línea, por parte de los de acá, sin pasar los límites establecidos” ([62]).

Bernabé se encontraba en el apogeo de su fama. El “establishment” lo quería y lo valoraba como a un ser muy capaz y con condiciones hasta para regir los destinos del Estado Oriental del Uruguay. “Era hombre de estimables prendas, y que hubiera hecho en la República Oriental una figura, tanto ó mas espectable que su hermano. [“rectius”, su tío Fructuoso].” ([63]) Algunos, como Anaya en 1851 pero contemporáneo a estos hechos que narramos, vieron al “Com.te D. Bernabé Rivera, sobrino del Presid.te, su brazo derecho, y el indicado, sin duda, p.a sucederle en la Presidencia.” ([64])

En mayo de 1832 ocurrió un alzamiento de los pobladores indios guaraníes de la colonia de Bella Unión encabezados por Gaspar Tacuabé y el Indio Lorenzo ([65]). Algunos charrúas, como Vaimaca Pirú, decidieron apoyar el movimiento ([66]). El Ministro de Gobierno Santiago Vázquez recibió una nota del 23 de mayo de 1832, informando que el día 18 de ese mes la tropa guaraní acantonada en Bella Unión al mando del Comandante Comandiyú se había sublevado ([67]), plegándose sus congéneres Gaspar Tacuabé, el Indio Lorenzo y Francés Echeveste; lo que permite inferir siguiendo a Antonio Díaz (hijo), que el alzamiento se consolidó el 19 de mayo de 1832. “El movimiento de los indios de Bella Union, habia tenido lugar el 19 de Mayo [de 1832]. … El plan atribuido á estos misioneros, era dar un golpe de mano á las haciendas vecinas, y pasar á la Provincia de Corrientes, á consecuencia de la miseria en que se encontraban, habiéndoseles faltado á los compromisos que el General Rivera había contraído con ellos, y que consistía en recursos para su manutención; pero es indudable que habían sido inducidos por Tacuabé…”.

Es así que, estando el Coronel Bernabé Rivera abocado a la fundación de la ciudad de San Fructuoso (Tacuarembó) y al frente de la Comandancia de la Frontera Norte, recibió la orden inmediata de neutralizar y someter a los indios rebeldes ([68]); partiendo a tales efectos desde Tacuarembó por el 29 de mayo de 1832 ([69]). Su tío Fructuoso Rivera estaba apostado en Durazno.

El día 5 de junio de 1832 en Arapey Chico, Paso de las Cañitas, el Coronel Bernabé Rivera derrotó e hizo prisionero al guaraní misionero Ramón Sequeira, anunciando que había ocasionado a los rebeldes indios guaraníes y charrúas muchas bajas ([70]).

El 7 de junio les vence también cerca del poblado de Belén (Departamento de Salto), tomándoles por sorpresa y diezmando a tres compañías de los sublevados comandadas por el guaraní Gaspar Tacuabé, quien logra escapar con los otros cabecillas guaraníes Francés Echeveste y el Indio Lorenzo; Bernabé y sus hombres les toman 151 prisioneros, entre ellos al Comandante de Bella Unión Comandiyú y al caudillo guaraní Cairé, incautándoles más de 1.000 caballos y muchas armas, apresando además “considerable número de familias de los sediciosos y algunos de los caudillos” ([71]). Había entre los prisioneros algunos indios charrúas. Es muy probable que en este episodio se haya apresado a los charrúas Laureano Tacuabé (no confundir con Gaspar Tacuabé, que era guaraní), Senaqué, Vaimaca Pirú y Guyunusa, de los cuales como sabemos, el gobierno uruguayo autorizó su “extradición” ([72]) para que François de Curel se los llevara a Francia en 1833 ([73]). Vaimaca Pirú, quien se había mantenido tranquilo desde Salsipuedes hasta entonces, se había plegado a los rebeldes guaraníes ([74]). Bernabé Rivera, no obstante, le perdonó la vida, “desde que el Coronel Ribera, tan distinguido por su humanidad como por su bravura, le tomó bajo su protección, como también a otros Charrúas, y les hizo conducir a la ciudad de Montevideo” ([75]).

Finalmente, el 11 de junio Bernabé Rivera dio alcance a los pocos indios que quedaban aunque la mayoría, entre ellos los guaraníes Tacuabé, Echeveste y Lorenzo, lograron escapar a Entre Ríos, cruzando el Río Uruguay por el Paso de San José ([76]).

Un exultante Fructuoso Rivera festejaría el 12 de junio de 1832 “el vrillante resultado de las operaciones dela divición de D. Bernabé… que avrá sometido alas hordenes del Gno. aquellas gentes…” ([77]). Al día siguiente 13 de junio, Manuel Oribe le envió a Don Frutos sus felicitaciones destacando el éxito “de mi amigo Bernabé veo el resultado feliz que ha tenido en su campaña de que nunca dude pues nuestra Campaña está demaciado pronuncia [sic] p.r el orden y doi a V. la norabuena como lo hago en la adjunta que inclullo para Bernabé…” ([78]).

Bernabé Rivera no se detuvo allí. Buscando a los indios rebeldes que pudieran quedar dispersos, vadeó el Río Cuareim río arriba persiguiendo con unos ochenta hombres al guaraní Napeguá o Agustín Napacá, logrando que éste y los suyos huyeran hacia el Brasil atravesando aquel río. Luego de avisar a su par del otro lado Bentos Manoel Ribeiro para que los desarmase, licenció a parte de sus hombres y “se volvía á Bella Union. En el camino supo que los Charrúas en numero de 25 ó 30 se hallaban á poca distancia”. Tomado conocimiento de ese reducto, “y habiendo sabido que los Charrúas se hallaban en un potrero distante cuatro leguas de aquel punto, dispuso atacarlos, como efectivamente lo verificó en la mañana del dia siguiente”, “quedandose con solo 32 hombres incluso los oficiales” ([79]). Los charrúas estaban allí asentados con sus familias.

Así, Bernabé Rivera se dirigió con su disminuido contingente (menospreciando a las fuerzas de los indios, Bernabé había decidido emplear un pequeño número de efectivos para aligerarse) hasta la Hondonada, Barra o Rincón de Yacaré Cururú, adonde los charrúas se encontraban, llegando el 20 de junio de 1832.

 

VI. Combate de Yacaré Cururú. Muerte del Coronel Bernabé Rivera a mano de los indios charrúas

Las informaciones que poseemos sobre los hechos del combate de Yacaré Cururú presentan ciertas diferencias entre sí. Como bien dice Fernández Saldaña, “De la sangrienta brega de junio no hay más relato testifical, en cuanto pueda valer por la honradez del deponente y su rol en la acción que los dichos del sargento Gabiano, único sobreviviente del grupo de diez o doce (jefes, oficiales y tropa), que recibió el choque de la indiada...” ([80]). Pero al menos hay documentación y relaciones más cercanas al momento en que ocurrieron estos hechos, que las que tenemos sobre la Matanza de Salsipuedes.

Intentaremos reconstruir una versión sobre cómo habrían ocurrido los sucesos de Yacaré Cururú aquel día 20 de junio de 1832, cruzando la información de los testimonios y documentos más antiguos que hemos podido conocer. A saber:

- Una supuesta “Correspondencia particular” fechada en Durazno el 27 de junio de 1832, publicada en “El Universal” del 2 de julio de 1832 (no aparece su autor y está en estilo epistolar, pero su fuente sin duda fue algún militar sobreviviente del combate), más los informes oficiales que el Coronel José María Navajas, entonces Sargento Mayor, envió a Fructuoso Rivera en los días 21 y 22 de junio de 1832, y una comunicación de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera del 25 de junio de 1832 ([81]).

- Un informe de los brasileños Coronel José Rodríguez Barboza del 15 de julio de 1832, y otro de Barboza y del Comandante Manuel Ribeiro de Morais (transmitiendo información del Capitán Manoel Cavalheiro) del 10 de julio de 1832 ([82]).

- El poema de Francisco Acuña de Figueroa “Epicedio ó Canción Funeral. Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”, escrito en 1833 y publicado en “El Parnaso Oriental” Tomo I, en 1835. Existe en el Museo Histórico Nacional una lámina con dichos versos ilustrados por Juan Manuel Besnes e Irigoyen, que reza al pie, “F. A. de Fig.a los hizo, J. M. B. é Irig.n inv. dib. y esc.: y ambos dedicaron al digno hermano del heroe el Excelentísimo Señor Brig.r Presidente Don Fructuoso Rivera. Dibujado en Octubre 11 1833” ([83]).

- Una publicación aparecida en “El Defensor de la Independencia Americana” de fecha 1º de julio de 1845, probablemente de autoría del Brigadier General Antonio Felipe Díaz, titulada “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)” ([84]).

- La relación o informe del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848. Esta información parece importante, desde que el Coronel Lavalleja dice haber sido “informado por los mismos charrúas que se batieron con él y que lo hicieron prisionero, le formaron cargo sobre los asesinatos de Salsipuedes y Queguay, cometidos en sus familias, le mataron y mutilaron”; “me he informado muy detenidamente, de los indios más capaces de esplicarse que había entre ellos; diez meses estuve con ellos en el año treinta y tres y siempre era la conversación dominante del modo que mataron á Bernabé” ([85]).

- Los “Apuntes varios sobre los indios charrúas”, del Brigadier General Antonio Felipe Díaz. Estas anotaciones son muy importantes, pues Díaz conocía a los charrúas y había tratado con ellos desde 1812, y expresa haber tomado el relato de Yacaré Cururú de algunos indios charrúas ([86]). Su hijo el Coronel Antonio Díaz y su nieto Eduardo Acevedo Díaz utilizaron estos apuntes para historiar el episodio de Yacaré Cururú ([87]).

- Una carta de Modesto Polanco a Eduardo Acevedo titulada “Los indios charrúas”, fechada en “agosto de 1890” y publicada en el periódico “La Época” del 16 de setiembre de 1890 ([88]).

Por supuesto, al comparar estas fuentes hemos tenido que tomar decisiones a efectos de poder articular esta narración sobre qué habría ocurrido en el combate de Yacaré Cururú. Hemos intentado proceder con la mejor intención y con la mayor seriedad posible.

Bernabé dio con las tolderías charrúas, tomó un pequeño número de familias que aun conservaban, y dejó con ellos ocho hombres. Quedó así únicamente con veinticuatro efectivos para sostener cualquier acción militar.

En ese estado, Bernabé Rivera se encontró con un grupo de dieciséis de un total de treinta y cuatro guerreros charrúas al mando del cacique Sepé, que vivían con sus familias por el Cerro de Tres Cruces. Al verlo, los indios salieron huyendo en sus caballos con sus gentes en retirada veloz, siendo conscientes de que los hombres y caballos de los hombres del Gobierno ya venían desganados, luego de tantos días de marchas forzadas.

El Coronel Rivera “fue advertido por varios de los suyos, que los más habían quedado con los caballos cansados, y que el resto estaban sumamente pesados; no hubo que tratar, mandó poner sable en mano, y los apuró…”. Aunque ya se encontraban sus hombres y los caballos cansados, Bernabé estaba confiado en que podría vencer a estos charrúas sin mayores contratiempos; por lo que salió a todo galope hacia ellos procurando apresurarse a alcanzarlos, aunque los aborígenes le llevaban una distancia considerable e iban a toda carrera con sus familias.

Bernabé Rivera los persiguió por más de dos leguas. Iba en la delantera, liderando y dando ejemplo a sus soldados. Mas como dijera una crónica de época, “la fuga se convirtió en carrera y esto fue lo que perdió á don Bernabé”. Su caballo ya estaba cansado; sus tropas fatigadas se iban desordenado y raleando, y algunos fueron quedando atrás o en la retaguardia, dispersos entre sí y en desorden, distanciándose de su Coronel quien iba al frente, dejándole paulatinamente solo con un número muy reducido de soldados, mientras los charrúas mantenían su rauda retirada.

Creía probablemente Bernabé Rivera que los charrúas huían asustados, aunque en realidad, los dieciséis charrúas con que se había topado habían sido dejados a propósito por Sepé bajo el mando de un indio llamado Bernabé, quien había sido criado por el propio Coronel Rivera, de quien tomó su nombre. Mientras tanto, Sepé y los dieciocho charrúas restantes quedaron ocultos en un bosque, esperando. El Coronel Bernabé Rivera iba con sus hombres hacia una emboscada.

Bernabé y sus hombres tenían ya cerca a los charrúas cuando en determinado momento, en la seguridad de que la soldadesca había disminuido en la persecución, de que sus caballos estaban fatigados, y de que Bernabé iba quedando con un número de efectivos menguado y cansado, al llegar al lugar donde los aguardaban para emboscarle, respondiendo a un alarido guerrero de Sepé los guerreros que venían siendo perseguidos dieron sorpresivamente la vuelta, y cargaron contra Bernabé y los pocos efectivos militares que le seguían. El resto de los charrúas que estaban ocultos en el monte con Sepé atacaron por uno de los flancos. Una lluvia de lanzas y boleadoras cayó sobre los soldados.

Sorprendido, Bernabé intentó retroceder la vuelta pero cayó su caballo y rodó, quedando él en tierra. Logró salir por sus medios del equino y correr a pie hasta que fue derribado con unas boleadoras, “y alcanzándolo dos charrúas que le seguían mas inmediato, le tiraron dos lanzadas, e inmediatamente se le abalanzaron con la presteza de un rayo sobre él”. Le rodearon “por más de ocho ó diez salvajes que permanecieron largo rato en el mismo punto”, mientras todos los charrúas acometían a los gritos frenéticos y triunfantes, mezcla de furia y de algarabía, de “¡Bernabé!, ¡Bernabé!”, lesionándole con sus lanzas y boleadoras. El primer golpe, con una bola, se lo dio en la cabeza su antiguo criado el indio Bernabé.

Algunos como el Comandante Teniente Coronel Pedro Bazán, el Capitán Roque Viera y el Sargento Gabiano, llegaron hasta él para socorrerle. Gabiano (se desconoce su nombre de pila) se acercó con su caballo para que Bernabé Rivera pudiera subirse a la grupa, pero éste lo rechazó y arengaba infructuosamente a sus hombres para reorganizarles, que hicieran frente y emprendieran el combate. Ya era tarde, porque todos los indios estaban sobre él. Bazán descendió a tierra, pudo aproximarse hasta Bernabé y espalda contra espalda, infundiéndose mutuamente valor, se defendieron furiosamente hasta el final.

Para los charrúas fue fácil dar cuenta de los pocos soldados que habían en el campo de refriega, porque estaban desordenados, aterrorizados, y no tuvieron tiempo de agruparse para defenderse. Viendo que todo estaba perdido y que los charrúas lo abandonaron para concentrarse en atacar a Bernabé, el Sargento Gabiano pudo finalmente huir y ocultarse herido en el monte para salvar su vida. Otros soldados, sin dar pelea ni defender a sus compañeros en apuros, también pudieron escaparse ocultándose en el bosque.

En el encuentro de Yacaré Cururú murieron Pedro Bazán, Roque Viera y nueve soldados.

Todo indica que Bernabé Rivera no murió en el combate, sino que fue tomado prisionero por los charrúas y llevado a otro sitio más lejos. Así lo registran las narraciones que dicen haber recogido testimonios de charrúas que estuvieron en ese momento. A los hechos nos atenemos, de que no fue encontrado al haberse hecho un nuevo reconocimiento de los que habían sido hallados muertos cuando el entonces Sargento Mayor José María Navajas llegó al lugar el 21 de junio, debiendo hacerse una rectificación de la información al día siguiente 22 ([89]).

El Coronel Bernabé Rivera fue arrastrado por los charrúas á un bosque vecino, “donde satisfacieron á su placer una venganza que tanto habían deseado tomar.” Y lo ataron a un árbol.

Mientras lo golpeaban y torturaban, los charrúas y sus familias gritaban salvajemente, y comenzaron a hacerle cargos y acusaciones sobre las muertes de sus caciques y compañeros. Los indios exclamaban “en medio de una algazara terrible”, “¡Queguay, Queguay! ¡Indios hermanos muertos! ¡Matando amigos!”. Uno de los indios llamado Javier era de la opinión de que no se matara a  Bernabé, alegando que podrían canjearlo por sus familias prisioneras. Pero entre clamores furibundos muchos de los que formaban la turbamulta, y especialmente las mujeres (las “chinas”, como se llamaba a las indias), pedían su muerte sedientos de venganza.

Los charrúas martirizaron con ingentes sevicias durante dos días a Bernabé “ansiosos de vengarse por la carnicería del Queguay”, sin piedad ninguna.

Durante todos esos momentos en que estuvo cautivo de los charrúas, Bernabé les suplicaba por su vida, rogando que no lo atormentaran más y que le liberaran, ofreciéndoles a cambio la entrega de las mujeres, hijos y prisioneros atrapados, y de los que se habían llevado a Montevideo, asegurándoles que una sola carta suya bastaría para que todos volvieran. Pero no sirvió. Los charrúas, en respuesta, le inquirían quién les devolvería a sus seres queridos y jefes muertos. Sepé le increpaba inexorable: “Para ti quieres Dios, pero para nuestros padres y hermanos no hubo Dios”. Y le ponía en cara que si les devolvían a sus familias estaba bien, pero quién les devolvería vivos al Cacique Venado, Vencol y a los demás indios muertos en Salsipuedes. Ante ello, Bernabé nada tuvo para responder.

Finalmente Sepé lo atravesó de una lanzada (hay quienes mencionan que el autor fue un indio llamado Joaquín; y otros cuentan que fue el indio Bernabé, al cual según dijimos el propio “Bernabelito” Rivera lo había criado, quien lo lanceó). Los otros indios siguieron tras él su ejemplo. Le ultimaron causándole “multitud de heridas, hasta que quedo exánime”. Le cortaron la nariz. El cacique Sepé le extrajo las venas del brazo derecho para atar con ellas la moharra de su lanza, “lo que mostraba en 1832 como un trofeo de su bárbara y cruenta hazaña”.

Llevaron el cadáver de Bernabé a cierta distancia, donde había un pozo o una zanja con agua, metiéndole la cabeza y dejando el cuerpo fuera. Según el testimonio del capitán brasileño Manoel Cavalheiro, el cuerpo de Bernabé Rivera fue arrojado a una laguna “para que los suyos no lo encontrasen”.

Años después y ya anciano, el cacique Sepé le contó a Modesto Polanco una versión diferente. Le dijo que al haberlos atacado Bernabé Rivera, los charrúas huyeron y se estaban dispersando en derrota cuando al grito de Sepé, éstos se volvieron y  con sus boleadoras detuvieron a los que los perseguían. Dicho cacique negó a Polanco haber tomado vivo a Bernabé Rivera y haberlo lanceado atado en un árbol. Le manifestó que no hubo ninguna emboscada, y que a Bernabé Rivera lo mataron allí mismo. “Una vez nos hizo Sepe ([90]) el simulacro de esa pelea, con la arrogancia y el orgullo de haber vencido en campo limpio, y en franco y leal combate.” También Acuña de Figueroa en su “Epicedio…” relata que Bernabé fue muerto en el ataque de los charrúas.

Consumado todo, los charrúas “… se dispersaron luego en la provincia limítrofe del Río Grande…”.

Entretanto, y distantes de aquéllos, un contingente al mando del entonces Sargento Mayor José María Navajas encontró el día 21 de junio de 1832 los cuerpos de los infortunados Pedro Bazán, Roque Viera y de los nueve soldados caídos. Como no hallaron entre los cadáveres a Bernabé Rivera conservaban cierta esperanza de que se pudiera encontrar con vida, eventualmente oculto entre los montes, o tal vez prisionero de los aborígenes.  Puede ser que los barbaros (á pesar de su rustica sed de venganza) no lo concluyesen en el acto, y pudiendo reflexionar cuanto les valdría conservar en su poder aquel importante jefe vivo, se hayan solo apoderado de su persona o cuando mas con algunas heridas”. Salieron Navajas y sus hombres a buscarle “por cerciorarse si este benemerito Gefe existe, y en este caso proponer á los salvajes cualquiera premio por su rescate; y si desgraciadamente falleció, buscar y recoger sus preciosos restos, pues al menos puedan merecer las demostraciones de gratitud y sentimiento que le tributaran sus compatriotas y que sus compañeros puedan siquiera bañarlos con sus lágrimas”.

Se contaba que al 29 de junio un vecino de Durazno había visto a Bernabé Rivera y que pronto podría reintegrarse al Ejército de Gobierno; lo que algunos vecinos festejaron con un baile ([91]). Simples trascendidos. 

Aunque Fructuoso Rivera tenía todavía al 28 de junio “la dulce, aunq.e remota esperanza, de que el benemerito y valiente Cor.l Rivera pueda aun conservar una existencia que tan heroicamente había consagrado á la Patria”, esa misma jornada, desconsolado, también escribía al General Julián Laguna:

Amigo q.e golpe ha recibido mi corazon, y q,e perdida acaba de hacer la Patria. El pobre Bernabé despues de haber concluido y asegurado todo aquello y en los momentos q.e iva á regresar á Tacuarembó, tubo noticias del paradero del pequeño resto de charruas. Salio á buscarlos con una partida de 30 hombres, y los halló en el mismo nº. Los persiguió tenazm.te despues de haberles tomado las familias, y conciguio alcansarlos, pero ya con muy pocos de su partida, y con los caballos muy pesados. Los indios se vieron acosados, y vieron que los que los perseguian eran muy pocos y en caballos cansados, y se resolvieron pelear con resolución Perdimos dos ofic.s y nueve hombres, y perdimos, amigo mio, seguram.te á Bernabe q.e tubo la desgracia de rodar, y quedar en poder de los barbaros.” ([92]).

Don Frutos tomó conocimiento fehaciente de la muerte de su sobrino Bernabé al otro dia, el 29 de junio de 1832. No tuvo mucho tiempo para poder lamentar la desaparición de su amado Bernabelito: en esa misma jornada del 29 de junio de 1832 se suscitó un alzamiento lavallejista para derrocar a Fructuoso Rivera, al mando del cual Juan Antonio Lavalleja se puso formalmente el día 15 de julio siguiente ([93]). “Se apuraron los resortes del desquicio, y la conspiración reventó en el Pueblo del Durazno donde se encontraba el Precid.te Rivera… bajo la Ynfluencia del Gral. Lavalleja q.e se hallaba preparado en su Estancia del Yií, Rincón de “Ant.o Herrera” como 20 leguas al norte del Pueblo del Durazno.” ([94]).

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se encontró el cadáver del infortunado Bernabé. Podemos pensar que ocurrió entre los días 29 o 30 de junio, teniendo presente una nota de condolencias que Manuel Oribe le envió a Don Frutos el 1º de julio de 1832. Se conoce que al día siguiente, el 2 de julio de 1832 Bernabé Rivera fue sepultado en el camposanto de la Parroquia de Santa Rosa del Cuareim (hoy Bella Unión), junto con el Teniente Coronel Pedro Bazán y el Capitán Roque Viera ([95]).

En el mes de julio de 1832, y a pesar de la revolución de Lavalleja en contra del Gobierno de Don Frutos, éste ya impuesto de la dura realidad de su sobrino lo lloró amargamente, como le confió a su amigo el General Laguna en cartas del 16 y 21 de julio, especialmente la de esta última fecha: “¡ha! Julian no lo dudes hasta este mom.to estoy llorando tal es lo q.e e sentido la perdida de este hombre almirable” ([96]).  

 

VII. Homenajes fúnebres al Coronel Bernabé Rivera

En los últimos días de mayo de 1833 los restos de Bernabé Rivera, Pedro Bazán y Roque Viera fueron llevados al puerto de Salto, desde donde salieron en la goleta “Libertad de Mayo” de don Miguel Baldrán o Baldraco, y llegaron a Montevideo el 12 de marzo de 1834 en la tarde, disponiendo una Orden General del Estado Mayor General del Ejército de ese día que para el 13, o sea "Mañana, si el tiempo lo permite se conducen a depósito los restos del finado Cnel. Don Bernabé Rivera, por lo que hoy a las 9.30 se servirá concurrir con los demás jefes y oficiales dé su Cuerpo a la Capitanía del Puerto, de uniforme y centro azul para acompañarlos hasta el templo”; siendo ese mismo día 13 llevados a la Iglesia Matriz y quedando por la mañana  en depósito “hasta que estén prontos los sepulcros en que deben descansar para siempre” ([97]). Acosta y Lara nos cuenta que el 11 de marzo de 1834 Manuel Oribe dirigió a Fructuoso Rivera una carta con dos proyectos de textos de posibles inscripciones, para que éste eligiera cuál de ellas llevaría el monumento funerario que se erigiría a Bernabé ([98]).

Mediante Decreto del 9 de octubre de 1835, el entonces Presidente Manuel Oribe dispuso que el 1º de noviembre sería “consagrado é instalado con la solemnidad posible el nuevo Cementerio de esta Capital” (art. 1º), nuestro actual Cementerio Central de Montevideo;  y que “En el mismo día y á continuación del cortejo del Gobierno serán conducidos con la pompa debida, una parte de los restos existentes en el antiguo cementerio y los de los finados Coronel D. Bernabé Rivera, Teniente Coronel D. Pedro Bazan y Capitan D. Roque Viera para ser depositados en los monumentos destinados á recibir sus restos: los cuales serán acompañados por un cuerpo de la guarnicion, para desempeñar los honores fúnebres debidos á su carácter.” (art. 2º) ([99]). Acorde a José María Fernández Saldaña, “El general Oribe, Presidente de la República, decretó con fecha 9 de octubre de 1835, que se le erigiera un sepulcro en el Cementerio Centra1 de Montevideo y el día de la inauguración de éste, el 1º de agosto, sus restos fueron depositados en su recinto.” ([100]).

Nos informa Antúnez de Oliveira que por Orden General del Ejército del 21 de octubre de 1835 se estableció que el 1º de noviembre a las diez de la mañana tendrían lugar en la Iglesia Matriz, las exequias de los difuntos Coronel don Bernabé Rivera, Teniente Coronel don Pedro Bazán y Capitán don Roque Viera “según lo ha dispuesto el Superior Gobierno, asistiendo el Sr. General Jefe del Estado Mayor acompañado de los Sres. Jefes y Oficiales francos de la Guarnición y Extramuros, que se reunirán media hora antes en el lugar de costumbre. Se encontrará también, el escuadrón 3º mandado por su jefe para hacer los honores correspondientes, que consistirían en una descarga, al concluirse los oficios y proveer la Guardia de Cadáver por el tiempo necesario, impuesta por un Cabo y cuatro soldados, la tropa vestirá centro azul” ([101]).

Sin embargo, por algún motivo que desconocemos, pero probablemente debido a que su familia querría presentarle sus honras privadas, recién el día 3 de noviembre de 1835 se realizaron las exequias de Bernabé Ribera en la actual Catedral de Montevideo, para lo cual “Da. Manuela Belmonte de Rivera, D. Bernabé y D. Fructuoso, viuda é hijos del Coronel D. BERNABÉ RIVERA, (Q. E. P. D.) suplican por medio de este aviso á todos los habitantes de esta Ciudad, se sirvan favorecerles con su asistencia á los funerales que se han de hacer por dicho finado en la Iglesia Matriz, el Martes 3 del corriente Noviembre á las 10 de la mañana, á lo que quedarán reconocidos; sirviendo esta invitacion para todos los Ciudadanos en general.” ([102]) 

Finalmente, el día 8 de noviembre (y no el 1° de ese mes como se había previsto originalmente) de 1835 se depositaron en el Cementerio Nuevo (Cementerio Central) “gral. de esta Matris en Mont.o los Restos del Cor.l d.n Bernabé Rivera marido de d.a Man.la Belmon nat.l de S.n Borja, y en compañía los Restos del Ten.te Coronel d.n Pedro Bazan español, y los del Alf. d.n Roque Viera muertos por los Barbaros Charruas, en la Jurisdiccion y territorio del Salto Or.l del Uruguay de donde fueron conducidos p.r disposicion del Gob.no y por su misma disposicion hecho el Funeral con la Pompa correspondiente en esta Matris…” ([103]).

 

VIII. El monumento funerario de Bernabé Rivera en el Cementerio Central

En ocasión de una de nuestras excursiones de investigación histórica en nuestros tiempos libres, procurando datos por los registros del Cementerio Central de Montevideo, nos detuvimos ante el monumento funerario (en adelante también le llamaremos indistinta e impropiamente “tumba”) que contiene los restos mortales del Coronel Bernabé Rivera. Si ubicados en el pórtico del Cementerio Central nos dirigimos tomando hacia la derecha, por un sendero en diagonal, caminando unos 36 (treinta y seis) metros es sencillo de encontrar.

La construcción, hecha de mármol, consiste en un sarcófago de base cuadrangular que se remata con la estatua de un ángel. El sarcófago se habría construido hacia 1835  supuestamente por Louis Dunand; pero el ángel es posterior, de 1862, y habría sido realizado por Giuseppe Livi ([104]).

Dimos varias vueltas alrededor del monumento funerario de Bernabé Rivera, porque nos había llamado la atención su ubicación. Con ayuda de una brújula comprobamos que se encuentra orientado casi correctamente hacia los cuatro puntos cardinales, con una diferencia de unos -30º (menos treinta grados).

El sarcófago (de unos 0,70 metros de ancho por 1,53 metros de largo por 0,70 metros de altura -aunque debe tenerse en cuenta que el sistema métrico decimal recién se impuso en el Uruguay en el año 1862 ([105]), así que suponemos que quizá debió haberse construido conforme a otras medidas españolas, como palmos o cuartas, pulgadas, codos, pies o varas-), posee en cada uno de sus lados inscripciones o leyendas, cuyo autor desconocemos. Acosta y Lara nos cuenta que según Plácido Abad, aquéllas habrían sido de la autoría de Juan Benito Blanco o de Manuel Herrera y Obes ([106]). Quedará la incógnita.

Escritas en letras predominantemente mayúsculas, estas inscripciones poseen un tono iracundo, desafiante (un amigo decía que escribir en mayúsculas es como gritar por escrito). Parecería que las leyendas de cada lado fueran independientes entre sí, y que no obedecieran a una redacción o secuencia que las unificara. Sin embargo, leídas en sentido horario comenzando por el Este (Este-Sur-Oeste-Norte), ya podría vislumbrarse que obedecerían a un texto único.

Observamos, no obstante, que leídas las inscripciones remedando la forma de persignarse en el cristianismo occidental (hacia arriba, hacia abajo, hacia izquierda y luego hacia derecha) y comenzando desde el Este (Este, Oeste, Sur, Norte), el texto único que se revela queda más coherente y ordenado. De este modo propuesto, la primera inscripción invoca al Sol (que sale por el Este); la segunda se dirige al Pueblo Oriental; la tercera al Extranjero (a quien se le informa sobre quién se encuentra depositado en la tumba en sus restos mortales -se supone que los Orientales ya lo conocen, por lo que a ellos el difunto les es aludido sólo por su nombre de pila y sus cualidades de conciudadano-), y la cuarta alude a los indios (está orientado ese texto hacia el Norte, en cuyas lejanías del Uruguay murió el Coronel Rivera, como queriendo ser exclamado y que fuera oído por ellos).

Este sería, pues, el orden que sugerimos para leer las leyendas del monumento funerario de Bernabé Rivera, que transcribimos tal cual se esculpieron y respetando la ortografía de la época:

(Este)

ALZATE OH SOL DE ORIENTE!

ESPARCE TU LUZ VIVIFICANTE SOBRE LA TUMBA DEL HEROE, ALUMBRALA y MUESTRA AL MUNDO SUS HUESOS DESCANSANDO SOBRE EL LAUREL de las BATALLAS.

(Oeste)

ACERCATE, ¡OH PUEBLO ORIENTAL! CON RESPETUOSA PLANTA AL LUGAR de LOS SEPULCROS, EN EL REPOSAN LOS RESTOS DE BERNABÉ.

LLEGA, y SIN ATREVERTE A PISAR LA TIERRA QUE OCUPAN, DERRAMA SINCERAS LABRIMAS EN HOLOCAUSTO, AL MILITAR VALIENTE, AL VIRTUOSO CIUDADANO, FIEL ESPOSO, TIERNO PADRE Y LEGAL AMIGO.

(Sur)

¡SI EL ACASO ESTRANGERO! TE ARROJA Á NUESTRAS PLAYAS CONTEMPLA EN ESTA TUMBA, LAS CENIZAS DEL CORONEL D. BERNABÉ RIVERA. QUIEN EMPUÑANDO EN DEFENSA DE SU PATRIA LAS ARMAS DESDE LA EDAD DE 10 AÑOS, MOSTRÓ SU DENUEDO EN CIEN COMBATES HASTA QUE EN EL DE YACARÉ CURUREI ([107]) EL 15 DE JUNIO DE 1832, MURIÓ Á MANOS DE LOS SALVAGES Á LOS 35 AÑOS DE EDAD. EL GOBIERNO DIGNO REMUNERADOR DE SUS SERVICIOS LE DEDICA ESTE MONUMENTO.

(Norte)

YNDIGENA SALVAGE! INDOMITO HABITANTE DE LOS DECIERTOS! HE AQUI TU VICTIMA! ERIZADO TU CABELLO Y CUBIERTOS TUS MIEMBROS DE UN SUDOR FRIO, VEN, Y TEMBLANDO, LANCESE DE TU PECHO EL FUNEBRE ALARIDO DEL DOLOR CON MAS FUERZA QUE ALLA AL INMOLARLA, LANZASTE EL HORRIBLE GRITO DE LA CARNICERÍA.

Los sepulcros guardan los misterios de los Hombres. La Historia (o mejor dicho, las Historias) intenta develarlos. En ocasión de encontrarnos ante el monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera,  una inquietud nos impelió a internamos simbólicamente en aquél con el propósito de intentar encontrar la historia del ser humano cuya Alma y cuyos secretos custodia. Sin rumbo ni método, sin querer saber de por qués, nos dejamos llevar a través de una trama de hallazgos que se nos fueron presentando. Estamos compartiendo en estas crónicas una aventura personal hacia el descubrimiento de un individuo, entre los blancos y negros de su vida y de su trágico destino.


IX. Epílogo

No es cierto que los charrúas “se extinguieron” con las campañas del Brigadier General Fructuoso Rivera y las acciones militares de su sobrino el Coronel Bernabé Rivera, si bien puede concederse que luego de éstas, aquéllos se fueron desorganizando y desapareciendo como grupo humano.

Los charrúas colaboraron con Juan Antonio Lavalleja en sus intentonas revolucionarias contra Fructuoso Rivera, y también fueron aliados de Manuel Oribe, quien les brindó su protección, en su Presidencia y durante la Guerra Grande. Algunos de ellos se refugiaron en Río Grande del Sur y en la Provincia de Entre Ríos, aunque allí no tuvieron mejor suerte que en el Uruguay. El cacique Sepé o Sepe vivió por “La Quebrada y Sierras de Gauna, 9ª Sección del Depto. de Tacuarembó. La tribu que reunía una veintena de individuos, levantaba sus toldos de piel de yegua en la falda del Cerro de los Charrúas, distante cinco kilómetros del Paso Batoví” (ACOSTA Y LARA Eduardo, “Un linaje charrúa en Tacuarembó (a 150 años de Salsipuedes)”, Apartado de la Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias, serie Ciencias Antropológicas; Vol. 1 No. 2, Montevideo, 1981, p. 17). Sobrevivió a su propia tribu (quienes murieron por viruela hacia 1854 o 1862 -difieren los años según las fuentes-) y se fue quedando solo, falleciendo por setiembre de 1864 o de 1866 (según distintas versiones) tras haber ingerido en la pulpería de Pedro Alfonso o Alfonso Pedro Dutilh y Oliver Christy, en campos de José Paz Nadal, un vaso de caña (según algunos cuentan, la bebida estaba mezclada con un químico utilizado para curtir cueros que le habían puesto dos parroquianos, supuestamente para hacerle una broma).

Los varones charrúas sufrieron durante el resto del siglo XIX las levas que los ejércitos solían hacer en el medio rural durante las guerras civiles. Algunos de quienes fueron llevados a Montevideo, las mujeres allí y en el resto del país, se fueron casando o uniendo con personas no charrúas. Las enfermedades hicieron lo suyo. “El resto de los Charruas ha ido sucesivamente pereciendo en contiendas civiles que vinieron despues- Las mujeres y sus hijos pequeños, repartidos en todo el Pais y colocados bajo una especie de patronato, tambien han desaparecido en gran parte; y no pasaran muchos años que el idioma Charrua no tenga en el Mundo un solo individuo humano que lo hable.” (“El Defensor de la Independencia Americana” No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, p. 6).

La descendencia charrúa que quedó se fue incorporando paulatinamente a la “civilización” y se fue mestizando; el mestizaje fue el principal exterminador de los charrúas. 

Un “dato duro” es que ni los guaraníes ni los minuanes sufrieron en el Uruguay la persecución del Gobierno oriental, pero la civilización y el mestizaje también hicieron con ellos su trabajo en estas tierras.

La toponimia de nuestro país, especialmente desde el Río Negro hacia el Norte, es abundante en nombres guaraníes, no charrúas ni minuanes. Durante mucho tiempo el Uruguchos de nuestros habitantes.

El Uruguay vendió una imagen ante el exterior e inclusive dentro de fronteras, de que “no tenemos [el problema de los] indios”. No obstante, si recorremos nuestro territorio, e inclusive nuestra Capital, percibiremos que ellos todavía se encuentran presentes en los rostros de muchos de nuestros habitantes.


Bello Horizonte, 3 de abril de 2023





[1] PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay. Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, p. 17. El trabajo de investigación y de rescate documental hecho por Picerno sobre el tema, junto a los de Eduardo Acosta y Lara y Ramón P. González, es muy exhaustivo e importante; por lo que muchos de los documentos que se citan en estan en este trabajo, ya puestos a la disponibilidad pública por dicho autor, pueden consultarse en su mencionado libro.

[2] VILLA DE MOROS (sic) Carlos G., “Canción. Á la muerte del Coronel Dn Bernabé Rivera, á consecuencia de la revolución que estalló el 3 de julio de 1833”, y ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, “Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 194-206. MAIZTEGUI CASAS Lincoln R., “Doctores” Tomo 1, Planeta, Montevideo, 2014, pp. 123-124 y 144-150.

[3] ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú) - Primera Parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-columna-de-edgardo-ettlin-misterios.html” (consultado el 24.2.2023). Ver en este trabajo la Sección VIII.

[4] Información proporcionada por Josefina Sánchez Abal en “https://gw.geneanet.org/jfina?lang=es&n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023). No hemos podido hasta el momento conseguir el documento que certifique que Bernabé Rivera habría nacido un 11 de junio de 1795. Sin embargo, encontramos en la Parroquia de Florida una Fe de Bautismo del 11 de diciembre de 1795, que hace alusión al bautizo de una criatura de nombre “Juan Fernando de seis meses” en la Capilla del Pintado, “hijo legitimo de Pablo Ribera y Andrea Toscano”. Quizá corresponda a documentación de Bernabé: si hubiera nacido el 11 de junio de 1795, al 11 de diciembre de ese año tendría seis meses, como registra la Fe de Bautismo; anotado no como Juan Estevan sino como Juan Fernando; y no como hijo natural sino como “legítimo” de los padres de Fructuoso Rivera. Juan Alejandro Apolant no registra a este Juan Fernando como hermano de Fructuoso, ni realiza mención al dato de la Fe de Bautismo que aportamos en esta Nota; tampoco lo hacen Carlos A. Milans Bellini ni Marta Canessa de Sanguinetti. Sin embargo, Apolant afirma que “El matrimonio [Pablo Perafán de la Rivera y Andrea Toscana] tuvo, sin embargo, varios hijos más que llegaron a adultos, pero que habían fallecido obviamente en 1835 al testar su madre [Andrea Toscana testó el 3 de noviembre de 1835 a favor de sus hijos sobrevivientes Fructuoso, Agustina y Teodora Rivera], sin dejar sucesión legítima” (APOLANT Juan Alejandro, “Génesis de familia uruguaya” Tomo III 2ª edición ampliada, s/e, Montevideo, 1975, pp. 1538-1539. MILANS BELLINI Carlos A., “Rivera. El hombre y su tiempo”, Botella al Mar, Montevideo, 2010, p. 14. CANESSA DE SANGUINETTI Marta, “Rivera. Un oriental liso y llano”, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2012, pp. 18-19). Dejamos constancia, entonces, que no tenemos certeza de que el documento mencionado aluda a un bautizo oculto de Bernabé Rivera.

[5] FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940”, Adolfo Linardi Librería Anticuaria Americana, Montevideo, 1945, p. 1086. También “El Indiscreto”, Año II, Montevideo, Noviembre 5 de 1885, Núm. 75, p. 346.

[6] FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, en “El Día”, suplemento dominical, Año VII N.o 301, 16 de octubre de 1938. Ver Nota 4. PICERNO (“El genocidio...” cit., p. 393) afirma que en el testamento de Pablo Perafán de la Ribera de fecha 11 de octubre de 1822, éste refiere a “Bernabé que se ha criado como si fuese hijo”, dejándole “dos mil pesos del quinto de mis bienes para que pueda vivir con decencia y comodidad y en remuneración del afecto y respeto que nos profesa a mi esposa y a mí.

[7] “El Indiscreto”, núm. cit., p. 346.

[8] Sin ánimo de controversia, pero fue reconocido por contemporáneos suyos, Fructuoso Rivera fue el último oficial artiguista importante que depuso las armas ante los invasores portugueses (2 de marzo de 1820), y fue quien más trabajo les dio para convencerle de ello (MONDINE Jean-Marie, “Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería”, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2016, p. 361).

[9] En “El Indiscreto”, núm. cit., pp. 346-347 se menciona que uno de los 33 Orientales, Atanasio Sierra, quien se encontraba al lado de Bernabé Rivera en Sarandí, le oyó exclamar al segundo: “á bala, no venceremos, á los portugueses, para triunfar, no hay otro medio, sino, echar carabina á la espalda, y sable en mano.”, y cuando la sugerencia de Bernabé llegó a Juan Antonio Lavalleja, “Fué obra de un instante.”: éste hizo suya la idea y dio la orden de cargar “Carabina a la espalda y sable en mano”.

[10] “El Indiscreto” núm. cit., pp. 346-347. También en  https://gw.geneanet.org/jfina?n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023).

[11] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 23. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º de Caballería”, en “El Soldado” Octubre 1980 Año 7 No. 66, p. 26.

[12] “El Indiscreto” núm. cit., pp. 346-347. También en  https://gw.geneanet.org/jfina?n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023).

[13] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 26. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel…” Parte II cit., p. 26.

[14] FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo…” cit., p. 1086. Dicho autor da como la fecha en que Bernabé Rivera habría sido nombrado Coronel, el 18 de julio de 1831; pero debe tratarse de un error en el año, teniendo presente que en la comunicación del 12 de abril de 1831 en relación a los hechos de Salsipuedes, Fructuoso Rivera alude a Bernabé como “Coronel” (“El Universal. Diario político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831, página -2-).

[15] Mucho se ha escrito y debatido sobre “la cuestión charrúa” y sobre las motivaciones que llevaron a tomar una decisión tan radical contra ellos durante la presidencia constitucional de Fructuoso Rivera, en vez de haber ensayado otras alternativas. Al respecto, puesto que no es motivo de estas líneas hacer un abordaje exhaustivo sobre el tema, y para no desviarnos de nuestro objetivo, recomendamos para la lectura de las diversas posiciones los trabajos de ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2002; ACOSTA Y LARA Eduardo, “La guerra de los charrúas en la Banda Oriental”, Cruz del Sur, Montevideo, 2010; BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991; FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nros. 189-192, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977; PADRÓN FAVRE Oscar, “Los charrúas-minuanes en su etapa final” 3ª Edición, TierrAdentro, Montevideo, 2011; y PICERNO, “El genocidio…” cit., esp. pp. 33-228; sin perjuicio de otra bibliografía a la que tenga acceso el lector.

[16] Esta carta de Fructuoso Rivera fue publicada originalmente en “Iris. Periodico de Religião, Bellas-Artes, Sciencias, Lettras, Historia, Poesía, Romance, Noticias e Variedades, collaborado por muitos homens de letras e redigido por José Feliciano de Castilho Barreto e Noronha” Tomo 2.º, segundo semestre de 1848, Rio de Janeiro, Tipographia Franceza, pp. 567-569. Lo citado sin cursiva fue resaltado por el propio Fructuoso Rivera en su carta difundida en “Iris”. En nuestro medio, este documento se encuentra reproducido en el trabajo de FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 368-372.

[17] “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 363, Miguelete, 30 de Diciembre de 1848, pp. 3 y 4; esp. p. 4.

[18] DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, p. 5.

[19] Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna de fecha 27 de abril de 1831, cuya reproducción facsimilar y transcripción puede verse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 280-281.

[20] Modernamente, Picerno localiza el lugar de la refriega en la confluencia de la barra del arroyo Tiatucura con el Arroyo Salsipuedes Grande (PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 222, 231 y 241), mientras que López Mazz y Bracco ubican el lugar de la confrontación en “la Cueva del Tigre próxima a las nacientes del arroyo Salsipuedes Grande” (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, p. 27). Corresponden ambas zonas al actual Departamento de Paysandú.

[21] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 28. PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 272.

[22] Se cree que el cacique Polidoro, o Polidorio, era en realidad el cacique Sepé, quien posteriormente lideró a los charrúas en la acción de Yacaré Cururú. Para otros, Polidoro o Polidorio era un cacique minuán, quien nunca estuvo en Salsipuedes ni en Yacaré Cururú.

[23] BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 165. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415.

[24] Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5; y también FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 379-388. La reproducción facsimilar de la relación manuscrita de Manuel Lavalleja en cuanto al “Episodio” de Salsipuedes puede consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246, y hay una transcripción en FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 373-379.   Una curiosidad: mientras que el texto de Manuel Lavalleja en “Las Primeras Ideas” y otros que lo reproducen dicen “el General Rivera”, el texto manuscrito original dice “el mulato Rivera”.

Acevedo Díaz sigue en esta historia, según reconoce (“Épocas militares…” cit., pp. 412-417 y 423), “á apuntes inéditos del general Diaz” y al Coronel Antonio Díaz (hijo) en su obra “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata”. Al respecto, ver DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 85-86; y DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.

[25] Carta de Fructuoso Rivera a Carlos Federico Lecor de fecha 25 de agosto de 1824. El documento puede consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 79-81.

[26] Ver estos documentos relacionados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 140-155.

[27] Carta de Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa del 28 de marzo de 1831; reproducida en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 211-213.

[28] Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna del 27 de marzo de 1831, reproducida por ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa” cit., p. 118.

[29] Ver Notas 32 y 33.

[30] Ver Nota 48.

[31] Acosta y Lara ubica el principal acontecimiento de Salsipuedes, expresando: El lugar donde se desarrollaron los episodios que venimos de estudiar, sin duda cuidadosamente elegido por el general Rivera, cuya fama de baqueano rebasó fronteras…, lo constituye una prolongada franja de tierras, de un largo aproximado a los 52 kilómetros y un ancho de 20. Ubicado en el extremo E.S.E. del Depto. de Paysandú, llega al N. hasta Piedra Sola y al S. hasta el arroyo Juan Tomás, marginándolo al E. el Salsipuedes Grande y al W. la Cuchilla de Haedo” (ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa” cit., p. 129). También manifiesta dicho autor que probablemente no hubo sólo o dos, sino tres choques, entre los días 6-7 a 12 de abril de 1831: uno en el Paso del Queguay, uno en Salsipuedes y otro en la Cueva o Boca del Tigre (id., pp. 198-199, 202-204).

[33] Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246.

[34] Fructuoso Rivera era conocido por sus enemigos y adversarios políticos como “el Pardejón” o “el Mulato” debido a su piel cetrina, dado su origen andaluz (su padre, Pablo Hilarión Perafán de la Rivera, era natural de la provincia de Córdoba, Andalucía, acorde a DE-MARÍA Isidoro, “Extracto de la biografía del General Fructuoso Rivera”, en “Fructuoso Rivera Número Único”, Montevideo, 13 de Enero de 1894, p. 2).

[35] Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 189-210.

[36] Así llamaba Fructuoso Rivera afectuosamente a su sobrino Bernabé, a quien también, como dijimos, trataba como “hermano”.

[37] DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p. 86. ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 149.

Carta de Rivera al General Julián Laguna del 5 de abril de 1831, reproducida en PICERNO, “El genocidio…”, pp. 219-221..

[38] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 85.

[39] Probablemente se trate del cacique Venado.

[40] Quizá se trate de Vaimaca Pirú.

[41] “Extractos del Diccionario al Uso…” cit., p. 5.

[42] Se trataba de un grupo de tareas, dirigido por el entonces Coronel José María Luna, que estaba comisionado especialmente para retirarles las armas a los charrúas.

[43]  DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86.

[44] ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415 y 423.

[45] Este relato de Eduardo Acevedo Díaz sigue básicamente a DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II, pp. 85-86, quien su vez conocía a su vez los “Apuntes…” de su padre Antonio Felipe (en realidad estos últimos tienen escasísimas referencias a Salsipuedes). También ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “La Cueva del Tigre”, en “La Época” Año IV Núm. 973, Montevideo, martes 19 de agosto de 1890, p. 1. 

[46] DÍAZ Antonio Felipe, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.

[47] Relación de Manuel Lavalleja del 31 de octubre de 1848, en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 236-239 y 245-246. Picerno ubica el lugar de este segundo asalto por el Arroyo Cañas de Arerunguá, en Salto (“El genocidio…” cit., pp. 236 y 262). LÓPEZ MAZZ y BRACCO lo sitúan cerca de la confluencia del arroyo Blanquillo con el Queguay Grande (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, pp. 11-12). Acevedo Díaz (“Épocas militares…” cit., p. 416) y Díaz (hijo, “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86), nos brindan otra versión diferente a la de Manuel Lavalleja, aunque la unen con la misma refriega de Salsipuedes y no como hecho inmediatamente posterior: “El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”. Bajo aquella avalancha de aceros y aun de balas, la horda se revolvió desesperada, cayendo uno tras otro sus mocetones más escogidos. / El archicacique Venado, herido por muchas lanzas, fué derribado en el centro de la feroz refriega.” (ACEVEDO DÍAZ, “Épocas militares…” cit., p. 416). De acuerdo a Antonio Díaz (hijo), “D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2°; el resto de las fuerzas formó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indigenas, matándoles en casi su totalidad, incluso su cacique Vencol [Venado?], jefe principal.” (DÍAZ -hijo-, “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86).

[48] “El Universal. Diario político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831. Este documento, dirigido al “Exmo. gobierno de la República” y bajo la autoría de Fructuoso Rivera, también se encuentra reproducido en PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 247.

[49] ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811.1851)”, Imprenta Nacional, Montevideo, p. 117. Lucas Obes recién será Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores y Ministro de Hacienda de Fructuoso Rivera, entre 1833 y 1834.

[50] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. Ver también ACOSTA y LARA, “El país…” cit., pp. 153-154 y 204.

[51] ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 187. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 263-264.

[52] ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvages Charruas, par le Brick Français Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 7.

[53] DÍAZ, “Apuntes varios…” cit., p. 19. En muchos de los documentos del siglo XIX que hemos podido consultar, el cacique charrúa Sepé suele ser mencionado como “Sepe” (sin tilde).

[54] Los documentos respectivos están publicados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.329-330.

[55] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.

[56] Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna del 26 de julio 1831, y comunicación de Bernabé Rivera del 3 de febrero de 1832 al entonces Ministro de Guerra Santiago Vázquez. En PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 333 y 345.

[57] Comunicación de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra José L. Ellauri del 23 de agosto de 1831, en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 336-337.

[58] La suerte de Ramón Mataojo, quien terminó en Francia aunque no pudo embarcarse y luego continuó como marinero por el Mar Mediterráneo, muriendo estando en el mar, puede consultarse en RIVET Paul, “Les derniers charrúas”, en “Revista de la Sociedad ­Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo, 1930, pp. 5-13.

[59] En Internet, ver “https://tacuarembo.gub.uy/stg/sobre-tacuarembo/historia/#:~:text=El%2024%20de%20octubre%20de,Presidente%2C%20el%20coronel%20Bernab%C3%A9%20Rivera.” (consultado el 26.2.2023). En el Santoral, San Fructuoso de Tarragona se recuerda el día 21 de enero, mientras que San Fructuoso de Braga se celebra el 16 de abril. 

[60] “El Indiscreto” núm. cit., p. 347.

[61] DE LA SOTA Juan Manuel, “Catecismo geográfico-político e histórico de la República Oriental del Uruguay”, s/e, Montevideo, 1850, p. 88.

[62] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía…” cit.,Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 26.

[63] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.

[64] ANAYA, “Apuntaciones…” cit., p. 118.

[65] “Las Primeras Ideas” cit., p. 6. BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 167-168. ANAYA, “Apuntaciones…” cit., p. 118.

[66] MARUCA SOSA Rodolfo, “La nación charrúa”, Editorial Letras, Montevideo, 1957, p. 152. ANÓNIMO (DE CUREL -?-), “Arrivée…” cit., p. 12.

[67] Carta del Jefe Político de Durazno Pedro Leal a Santiago Vázquez del 23 de mayo de 1832, publicada en ACOSTA Y LARA Eduardo, “La guerra de los charrúas en la Banda Oriental” (Volumen II, periodo patrio II), Talleres de Loreto Editores, Montevideo - Buenos Aires, 1998, p. 126. Ver Nota siguiente. 

[68] DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA, “Biografía del Coronel…” cit., p. 26, informa que fue 15 de mayo de 1832 cuando Bernabé recibió la orden de Fructuoso Rivera de terminar con el alzamiento guaraní. Sin embargo, la rebelión es de fecha posterior, por el 19 de mayo (según DÍAZ hijo) o por el 21 de mayo cuando el Jefe Político de Paysandú José María Raña da cuenta a Fructuoso Rivera del alzamiento (GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó. Su fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 19-20). Picerno afirma que en esta rebelión participaron también “algunos charrúas” (“El genocidio…” cit., pp. 347).

En nuestro criterio, no ha de confundirse a Gaspar Tacuabé o Tacuabé, guaraní, con el Tacuabé charrúa (conocido también como Laureano o Laureano Tacuabé) que fue remitido a Francia junto con Vaimaca Pirú, Senaqué y Guyunusa.

[69] Acorde a Antonio Díaz (hijo), el 19 de mayo de 1832 habría ocurrido la rebelión de los guaraníes y de los charrúas (DÍAZ Antonio -hijo-, “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p. 87). De acuerdo a la información de Ramón P. González, el día 21 de mayo inmediato el Jefe Político de Paysandú comunica al Ministerio de Gobierno del acontecimiento, y Fructuoso Rivera recibió el 1º de junio de 1832 la autorización de la Asamblea General para comandar en persona y emplear la fuerza contra los indios levantiscos (GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó, su fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 19-20), aunque no se registra que él haya actuado por sí. Según Antúnez de Oliveira (ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 26), Bernabé habría recibido la orden el 15 de mayo, pero esta fecha podría ser errónea. En una carta del 11 de junio de 1832 a Fructuoso Rivera, Bernabé le informa que hacía “Trece días que salí de Tacuarembó Chico” (en GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., p. 24); lo que hace pensar que desde el 29 de mayo de 1832 se había dispuesto a la acción. Mientras Bernabé Rivera combatió el alzamiento guaraní-charrúa sobre la frontera Norte, su tío Fructuoso Rivera permaneció en el Durazno.

[70] Carta de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra y Marina del 5 de junio de 1832 y adjunta comunicación de Bernabé a Fructuoso Rivera del 5 de junio de 1832, transcritas en GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó, su fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 21-22. También se encuentra en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 127-129, DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 88.

[71] Carta de Fructuoso Rivera al Ministro de Guerra del 15 de junio de 1832 y copia adjunta de la misiva de Bernabé Rivera a Fructuoso Rivera del 7 de junio de 1832, transcritas por GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 22-23; y por ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 129-130. DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 88. Picerno fecha este encuentro en el día 11 de junio de 1832, (PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay. Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 347-349). Sin embargo, las notas transcritas por GONZÁLEZ y ACOSTA Y LARA despejan toda duda, en cuanto a que este encuentro habría ocurrido el 7 de junio.  También ver “El Indiscreto”, Año II, Montevideo, Noviembre 5 de 1885, Núm. 75, p. 347.

[72] ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvages Charruas, par le Brick Français Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 11.

[73] ANONIMO (¿DE CUREL?) “Arrivée…” cit., pp. 12-15. RIVET Paul, “Les derniers charrúas”, en “Revista de la Sociedad ­Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo, 1930, p. 15. “El Indiscreto”, núm. cit., p 347. PICERNO (“El genocidio…” cit., pp. 349-355) ubicó esta captura luego del combate del 11 de junio de 1832 (ver Nota 71).

[74] MARUCA SOSA Rodolfo, “La nación charrúa”, Editorial Letras, Montevideo, 1957, p. 152.

[75] ANÓNIMO (¿DE CUREL?), “Arrivée…” cit., p. 12.

[76] Carta de Bernabé Rivera a Fructuoso Rivera del día 11 de junio de 1832, transcrita en GONZÁLEZ, “Tacuarembó.” cit.,, pp. 24-25; y en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 130-131. Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, p. 6. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 354-355. La nota de Bernabé cuenta cómo había caído “sobre el resto de los forajidos” -op. cit., p. 354-; lo que refuerza la idea de que la principal acción ocurrió el 7 de junio, y no el 11 de junio de 1832).

[77] ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 127-128. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 347-348. DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. GONZALEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 24-25. “El Indiscreto…” núm. cit., p. 347.

[78] ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 132.

[79] “El Universal. Diario comercial, político y literario” No. 875, Montevideo Lunes 2 de Julio de 1832. DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera Tomo II cit., pp. 88-89, “El Indiscreto…” núm. cit., p. 347. BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, pp. 167-168. “Las Primeras Ideas” núm. cit., p. 6. Carta de José María Navajas a Fructuoso Rivera del 21 de junio de 1832, cit. en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-137. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.357-358, y en GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 25-26.

[80] FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, en “El Día”, suplemento dominical, Año VII N.o 301, 16 de octubre de 1938.

[81] “El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 875, Montevideo Lunes 2 de julio de 1832. “El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 876, Montevideo Martes 3 de julio de 1832. GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 25-30. ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-141. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-365.

[82] Publicados en ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, pp. 103-104.

[83] ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, “Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 198-206. En “El Parnaso Oriental…” cit., p. 198, se dice a pie de Nota (todo sic):  Esta cancion fué presentada á S. E. el día 15 del corriente mes de Octubre de 1833, en un hermoso y grande cuadro inventado y dibujado primorosamente á pluma por el insigne calígrafo D. Juan Bernes Irigoyen. Allí se representaba la fachada de un magnifico templo, y en once medallones estaban dibujados con admirable perfeccion y delicadeza, todos los pensamientos, las imágenes y el sentido que contiene cada una de las once estrofas que componen esta cancion. 

[84] “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)”, en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6.

[85] Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, esp. pp. 5-6. FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 378-379. PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay - Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 368-373.

[86] DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977.

[87]  DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 89-91. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 417-419.

[88] “La Época”, Año IV - Núm. 996, Montevideo, martes 16 de setiembre de 1890, p. 1.

[89] “El Universal…”, No. 875 cit.. “El Universal...”, No. 876 cit.. Cartas de José María Navajas a Fructuoso Rivera de fechas 21 y 22 de junio de 1832, y de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera dl 25 de junio de 1832, transcritas en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-137 y 138-139. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-363.

[90] “La Época”, Año IV - Núm. 996, Montevideo, martes 16 de setiembre de 1890, p. 1.

[91] “El Universal…” No. 876 cit..

[92] Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de fecha 28 de junio de 1832. En ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 143; y PICERNO, “El genocidio…” cit., ps. 363-365.

[93] MANACORDA Telmo, “A cien años de la muerte de Bernabé Rivera”, Impresora Uruguaya S.A., Montevideo, 1932, pp. 13-14. LAVALLEJA Juan Antonio, “Esposicion del General Juan Antonio Lavalleja, de su conducta relativa á los últimos acontecimientos del Estado Oriental del Uruguay, y examen de los hechos del gobierno de Montevideo”, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1833. DIAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit.,  pp. 92 y siguientes.

[94] ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811-1851)”, Imprenta Nacional, Montevideo,  pp. 118-119.

[95] Nota de Manuel Oribe a Fructuoso Rivera del 1º de julio de 1832, y copia del Libro de Defunciones de Santa Rosa del Cuareim., citados por  ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 143-144,  Notas en pp. 146 y 147.

[96] Cartas de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de los días 16 y 21 de julio de 1832, en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 145.

[97] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 27. Documentos transcritos en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 145-146 y Notas en pp. 146 y 147.

[98] ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 146-147, en Nota.

[99] “El Estandarte Nacional. Diario de la Tarde politico, literario y mercantil” N.º 209, Montevideo, Martes 13 de Octubre de 1835. “El Nacional. Diario político, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 14 de Octubre de 1835, Núm. 158.

[100] FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940”, Adolfo Linardi Librería Anticuaria Americana, Montevideo, 1945, p. 1087. Según Josefina Sánchez Abal, Manuel Oribe tenía una gran simpatía por Bernabé Rivera, generada supuestamente desde que este último dialogó con el primero y lo convenció de que Fructuoso Rivera sólo pretendía recuperar las Misiones Orientales y no rebelarse. “Oribe confió en Bernabé y lo autorizó a marchar con sus tropas hacia el norte, al tiempo que escribía a Lavalleja en favor de Frutos y su iniciativa. Este episodio generó una fuerte corriente de simpatía entre el futuro fundador del Partido Blanco y el sobrino y mano derecha de su enemigo, y no parece casual que el hijo de Bernabé se llamase Bernabé Manuel y actuase luego dentro del Partido Blanco.” (SÁNCHEZ ABAL Josefina, en “https://gw.geneanet.org/jfina?lang=es&n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” -consultado el 3.2.2023-). La fecha dada por Fernández Saldaña de la inauguración del sepulcro como “1º de agosto” sería errónea, en virtud de que los honores fúnebres oficiales estaban previstos para el 1º de noviembre, pero se postergaron para el 3 de noviembre y la inhumación se verificó el 8 de noviembre de 1835.

[101] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 27.

[102] “El Estandarte Nacional. Diario de la Tarde politico, literario y mercantil” N.º 236, Montevideo, Lunes 2 de Noviembre de 1835. “El Nacional. Diario politico, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 2 de Noviembre de 1835, Núm. 174. “El Nacional. Diario politico, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 3 de Noviembre de 1835, Núm. 175.

[103] Documento existente en el Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo. Transcrito también en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 146, y en ANTÚNEZ DE OLIVEIRA, “Biografía…” cit., p. 27.

[104] En https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Montevideo_cementerio_central_rivera.jpg” (consultado el 3.2.2023). Respecto al año del sarcófago, preferimos aproximar su construcción a 1835 y no a 1832 como la citada información “online”.

[105] ETTLIN Edgardo, “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas sobre Juan Idiarte Borda. 13º Presidente Constitucional de la República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino Arredondo, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, pp. 185-186.

[106] ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 147, en Nota.