lunes, 18 de noviembre de 2019

EL MISTERIO DE FULCANELLI IV

PSEUDOCULTURALES - EL MISTERIO DE FULCANELLI (IV)








Habíamos prevenido en nuestra inicial entrega sobre Fulcanelli (https://pseudoculturales.blogspot.com/2019/10/pseudoculturales-el-misterio.html) que la Alquimia es ante todo, un procedimiento o disciplina espiritual. No hay que invertir dineros para seguir este camino; a quien le interese, sólo tiene que dedicarle su debido tiempo. Como aquél enseñaba, el “Oro” no se concibe sino en sentido filosófico; lo mismo podemos afirmar respecto a la “Piedra Filosofal”. 

Básicamente podemos expresar, aunque por supuesto se trata de nuestra simple opinión, que la Alquimia consiste en un proceso de depuración gradual de los vicios (“excrecencias”) hacia mejores libertades para el Espíritu, desde lo más “pesado” hacia lo más “volátil”. Invita a superarnos, a abandonar el apego por lo mundano y lo que no vale la pena para vivir según lo trascendente.

Puesto que no intentamos sino facilitar las explicaciones, podemos reconocer básicamente que estos tránsitos se hacen a través de procedimientos de destrucción y de depuración, a través de trabajos antagónicos y de cada uno de los cuales va resultando un producto cada vez cada vez más “refinado”. En su caracterización más simple la Obra se desarrolla a través de binarios constituidos por opuestos de desintegración y de recomposición o si se prefiere, de uniones y descomposiciones sobre los elementos necesarios o los que a partir de ellos se van produciendo (“solve-coagula”, “conjunctio-separatio”, “ablatio-purgatio”, “putrefactio-sublimatio”), que recuerda al viejo proceso gnóstico de “hacer de dos uno” y viceversa (“de duobus unum et de uno duo”). Hay quienes amplían estos procesos agrupándolos en estadios cuaternarios o inclusive septenarios (el más conocido, a través de la calcinación, disolución, separación, conjunción, putrefacción, congelación, solidificación o cibación y sublimación), decenarios o dodecadenarios, pero no vamos a introducirnos en esos laberintos. Podríamos atrever que mediante estas contraposiciones, la Alquimia busca su resultado a través de las transformaciones del Mercurio (de la Iniciación) auxiliadas por los procesos del Azufre (del Espíritu).

En estas combinaciones existen sustancias intermedias “disolventes”, “fermentos” y “depurativas” (podríamos asociar a ambas con las Virtudes) como el “Alkaest” o el Rocío de Mayo, que facilitan la labor y perfeccionan la Obra, que no es sino la de la transformación del Alma (que es el mismo Laboratorio), bajo la articulación de la Sal (la Sabiduría). Pero también existen materias o estados de tránsito o intermedio que poseen características de los dos estados extremos, caso del “Mercurio o Piedra de los Filósofos” (no la Filosofal) o el “Rebis”. Estos procesos, que suelen también conocerse como “Bodas Químicas” o “Combates Químicos” en el Arte, trasuntan en cada una de las etapas una reproducción a escala “mutatis mutandis” del trabajo total; los mismos fenómenos en cada uno de los estadios se dan en los restantes y en el conjunto global de toda la tarea, aunque van tomando distintas perspectivas y grados de conciencia. 

El Camino puede a su vez, hacerse a través de dos Vías no antitéticas sino diferentes, aunque por las dos se llega al mismo resultado: la Vía Seca (que podríamos paragonar al Sendero del Místico) y la Vía Húmeda (que equivaldría al Sendero Devocional o del Espiritual). La primera vía (la Seca, regida por el Azufre y el Fuego) es según Fulcanelli la más rápida pero también la más dificultosa y la que requiere mayores esfuerzos, mientras que la segunda (la Húmeda, vinculada al Mercurio y al Agua) es más larga e ingrata pero más sencilla. 

Se trata la Alquimia entonces de un tracto que en lo esencial parte desde el propio interior y se va afinando hacia la realidad, para encontrar y hacer valer lo mejor de cada uno (“Visita interiora… Rectificando invenies”), para encontrar la Libertad pudiendo manejar las cadenas de causa y efecto; en la medida que uno tiene mejores capacidades, puede desenvolverse en la existencia y disfrutar mejor el sabor de las cosas. Vemos que en la Vida no es muy diferente: necesitamos pasar por momentos de crisis, pruebas y aprendizajes para superarnos, entre “blancos” y “negros”, entre errores y aciertos, capitalizando las experiencias con el discernimiento para comprender la realidad, para hacernos más fuertes, y para manejarnos en el futuro mejor y con mayor propiedad ante las circunstancias. Por eso la Alquimia tiene un propósito práctico; es un Arte útil porque es proyectable en la Vida. No se trata de una mera extravagancia ni de una gimnasia mental.

Sin embargo, el Arte de Música (otro nombre para referirse a la Ciencia Hermética) requiere en cualquier caso, de paciencia. Mas Fulcanelli aconseja que no hay que desesperar; con Fe viva, la Meditación y el Trabajo atraerán la Bendición. La Fe, “Certidumbre Espiritual de la Verdad aún no demostrada y Presciencia de lo realizable”, es esa Antorcha que Dios ha puesto en el Alma para alumbrar, guiarla, instruirla y elevarla. Recordando la Regla de Zoroastro, Fulcanelli insiste en que al SABER se accede por el Ejercicio de la Observación, el Discernimiento y la Meditación. La imitación ingenua de los procedimientos naturales, la habilidad conjugada con el ingenio y una larga experiencia dan el PODER. Se necesita paciencia, constancia, voluntad inquebrantable, audacia, resolución, certeza y confianza nacidas de una Fe robusta que le permitirán al estudioso o Adepto ATREVERSE a todo. Y cuando el éxito haya coronado la Labor, aunque los deseos se hayan cumplido, despojado el Sabio de las vanidades del Mundo se aproximará a los humildes, a los abandonados y desamparados como un discípulo anónimo y mudo de la Naturaleza Eterna, Apóstol de la Eterna Caridad. Siempre permanecerá fiel al Voto de Silencio, por lo que debe siempre CALLAR.

Con esta introducción nos adentraremos a sintetizar cómo podrían manejarse los pasos de la Alquimia según Fulcanelli, despejados de catedrales y de edificios filosofales que en realidad, sólo eran para él un pretexto didáctico. Intentaremos simplificarlo todo lo posible; no sea que las complejidades bajo las cuales se esconde cualquier Camino Hermético, aun cuando Fulcanelli quiso hacerlo accesible, puedan desalentar a los que desean iniciarse en el mismo. En nuestra primera exposición (ver cita “supra”) advertimos ya no adentrarse en tantas simbologías y complicaciones, y que el Sendero es más sencillo de lo que parece.

Existen Tres grados de la Obra o si se prefiere, Tres estados sucesivos de una misma Sustancia, Tres Reiteraciones indispensables para la perfección total de Tres Piedras o Medicinas que son el Azufre (que no el Mercurio) Filosófico, el Elixir u Oro Potable y la Piedra Filosofal, “Absoluto” o “Medicina Universal”. 

Clave y columna de la Obra es el Mercurio (madre común de los metales, por cuyo intermedio los metales vulgares se transforman en metales filosóficos), pues en él los Elementos se juntan en su Proporción y en su Cualidad Natural. De él proviene todo porque sólo él tiene poder de Disolver, Mortificar y Disociar los Cuerpos, unirlos a los Espíritus y generar Nuevos Seres Metálicos diferente; de ahí que los Sabios dicen que “Todo cuanto buscan sólo puede encontrarse en el Mercurio”, que es lo que lleva al Alquimista a dirigir sus esfuerzos para este Cuerpo indispensable. El que sabe hacer la Obra con sólo el Mercurio ha encontrado lo que hay de más Perfecto: ha recibido la Luz y realizado el Magisterio. Fulcanelli es muy claro en cuanto propone que la Alquimia no permite más que Un Camino, no exige más que Una Materia, no requiere más que Una Operación. Comienza con el Mercurio abajo y el Absoluto arriba. Quien sabe hacer la Obra sólo con el Mercurio ha encontrado todo lo que hay de más perfecto.

Toda la Atención del Artista debe concentrarse pues, sobre la Fabricación del Mercurio. La Piedra no es otra cosa que una Coagulación completa del Agua Mercurial. No obstante, el Alquimista debe insertar en el Mercurio el Agente Ígneo o Azufre que es el Animador, alegorizado en el “Combate del Águila y del León” o “de las Dos Naturalezas”, una Volátil y la otra Fija. 

Nos indica Fulcanelli que es preciso Tres Calcinaciones o Acciones por el Fuego de la Sal Roja que es el Azufre Filosofal sobre el Mercurio que se va transformando, para realizar las Tres Obras Filosóficas. La Primera Operación conduce ante todo al Azufre Filosófico o Medicina de Primer Orden. La Segunda lleva al Elixir o Medicina de Segundo Orden que se diferencia del Azufre en cantidad y no en naturaleza. La tercera operación nos da la Piedra Filosofal, Medicina de Tercer Orden que tiene todas las propiedades del Azufre y del Elixir multiplicadas en poder y alcance. De este modo, se trata en primer término de fabricar el Mercurio Común o Disolvente, sustancia salina y fusible, capaz de extraer por Disolución el Azufre Blanco o Alma de los Metales y devolver a éstos la vitalidad que poseían, al que la Cocción convertirá primero en Azufre Rojo (Azufre de los Filósofos), luego en Elixir o Medicina Universal de carácter Medicinal, y finalmente, por Fermentación con el Oro o la Plata, en Piedra Filosofal o Polvo Transmutatorio.

Canseliet pone a la Sal como el Tercer Actor, sin el cual nada se produciría en la escena de la Gran Obra. La Sal aparece constituida por naturaleza fija en parte y en parte por materia volátil. La Sal participa del Principio Mercurial por su Humedad fría y volátil (Aire) y del Principio Sulfuroso por su sequedad ígnea y fija (Fuego). Por su cualidad doble, la Sal permite realizar la Conjunción (“Conjunctio”) entre el Azufre y el Mercurio. Así los Cuatro Elementos Primeros (Aire - Tierra - Agua - Fuego) están juntos dos a dos en la Piedra en Formación, porque la Sal, mediador pacífico entre el Azufre y el Mercurio posee en sí el Fuego y el Aire necesario para la unión Azufre-Tierra y Mercurio-Agua. 

Ante las dos primeras puertas de la Obra, quien posea un conocimiento bastante extenso de la práctica observará que el secreto principal de Aquélla reside en el artificio de la Disolución. En los dos Planos Universales, donde se asientan juntos la Materia y el Espíritu, existe un Progreso absoluto que consiste en una Purificación permanente hasta la Perfección Última: “Solve et Coagula”, “Disuelve y Coagula”. Todo el Arte se reduce pues a la Disolución, todo depende de ella y de la manera de efectuarla. Este es el “Secretum Secretorum”, la Clave del Magisterio. Cualquiera sea la Vía empleada, Seca o Húmeda, la Disolución es absolutamente indispensable, y nadie podría discutir su importancia y preponderancia. El Objeto de la Disolución Filosófica es la Obtención del Azufre que en el Magisterio desempeña el papel de Formador al Coagular el Mercurio que le está unido, propiedad que posee por su naturaleza ardiente, ígnea y desecante.

Una vez obtenida la Disolución hay que separar la Tierra del Fuego, lo Sutil de lo Espeso, ascender de la Tierra al Cielo y descender del Cielo a la Tierra, recibiendo la Virtud de las Cosas Superiores y de las Inferiores. Fulcanelli cita de Hermes que “separar” no es destruir ni sacrificar uno para conservar el otro. Debe entenderse al hablarse de “separar” que el Arte se reduce a descubrir la Semilla, Azufre o Núcleo Metálico, arrojarla en una Tierra Específica o Mercurio, y luego someter estos Elementos al Fuego. Pero el Gran Secreto es el Mercurio. 

Todas las Destilaciones, Extracciones y Purificaciones reclaman una Solución previa y no se hacen sin otras la terminación de dicha solución. Del Disolvente hablan los Sabios cuando dicen que la Obra se hace de Una Cosa única. Los Alquimistas no tienen más que un solo Agente que ha recibido nombres diversos, el último de los cuales es el Alkaest. De este Solo agente llamado Alkaest, Misterioso Disolvente, se hace la Obra. Este Disolvente Universal es el Agua que lleva todas las Virtudes del Cielo y la Tierra, por eso es el Disolvente General de toda la Naturaleza. Este Disolvente o Disolvente es el Mercurio Común de los Filósofos, principio contrario al Azufre, al cual llaman ellos “Nuestro Mercurio”. Este Mercurio primitivo, aunque no tenga las cualidades del Mercurio Filosófico, posee lo necesario para convertirse en él y se convierte añadiéndole la Semilla metálica que le falta.

En la Primera Operación, maniobra en extremo delicada, el Artista debe trabajar solo o combatir solo contra la Materia. La Operación es tanto más importante porque conduce a la Obtención del Mercurio Filosófico. Es necesario aprender qué diferencia el Primer Mercurio del Mercurio Filosofal. El Disolvente o Mercurio Común o Mercurio Virgen o Nuestro Mercurio es el resultado el Trabajo de la Naturaleza, mientras que el Mercurio de los Filósofos es una Producción del Arte. El Mercurio Filosófico, es decir su Materia Preparada, es de naturaleza y cualidad doble, en parte Fijo o Material y en parte Volátil o Espiritual, el cual basta para comenzar, multiplicar y finalizar la Obra. Es la única y sola Materia que necesitamos. A pesar de la seguridad de los autores que dan al Mercurio la preponderancia en la Obra, el Azufre se designa a si mismo como el Agente Esencial pues en definitiva él es que permanece Exaltado bajo el nombre de “Elixir” o Multiplicado bajo la designación de “Piedra Filosofal”, en el Producto Final.

El Mercurio Filosófico, Sustancia Única del Magisterio, jamás puede dar nada si muere y no fermenta y entra en Putrefacción hasta el Final del primer Estado de la Obra. El Mercurio Filosófico empieza con el Negro Signo de su Mortificación, es su primera Tintura y la primera indicación favorable de la Técnica, señal precursora del Éxito. La Lógica nos conduce a buscar los Progenitores del Azufre y del Mercurio si deseamos obtener por su Unión el Andrógino Filosófico, llamado “Compositum de Compositis”, “Mercurio Animado”, “Rebis”, Materia propia del Elixir. El “Rebis” es la Materia Doble, a la vez Húmeda y Seca, amalgama de Oro y Mercurio Filosófico, combinación que recibió de la Naturaleza y del Arte una doble propiedad oculta. La Cocción Filosofal del Rebis da como resultado un Azufre y no una unión irreductible de sus componentes, y este Azufre (llamado “Azufre Filosófico”) por asimilación completa del Mercurio tiene Propiedades particulares que lo alejan de la especie Metálica. El Azufre Nuevo será la verdadera materia ígnea, base, de la Piedra Filosofal. 

En la Segunda Operación el Prudente fija el Alma del Mundo en el Oro Común y purifica el Alma Terrestre e inmóvil. La putrefacción en esta Segunda Operación es muy larga y va seguida de una Tercera Multiplicación al añadir la Materia Filosófica o el Alma General del Mundo. En esta etapa toma importancia el Vitriolo Filosófico (V.I.T.R.I.O.L.: “Visita Interiora Terrae. Rectificando Invenies Occultum Lapidem”) como objeto inicial y primer ser de la Piedra Filosofal. Esta Esmeralda o Vitriolo Filosófico, Nuestro Vitriolo, que obedece a la misma Ley de las Sales y como conduce al éxito al Artista para descubrirlo y prepararlo, ha recibido el nombre de “Aceite de la Victoria”. Esta Segunda Operación, rodeada de gran secreto por los Alquimistas, tiene por objeto la formación de un Elixir, Medicina Universal poderosa aunque no de propiedades plenas.

En la Tercera y última Operación del Magisterio, la Fermentación de la Piedra por el Oro orienta el Elixir hacia el Reino Metálico y limita su empleo a la Transmutación de los Metales. En Licor espirituoso se llama “Oro potable” (aunque no tenga oro) por su color Amarillo. Es necesaria la multiplicación del Azufre con el Mercurio mediante cocciones sucesivas, hasta que en determinado momento, el Fuego sólo se apaga cuando la Obra se ha cumplido y queda la Piedra. Obtenida en forma salina multiplicada o no, permite la Salud y el crecimiento de los Vegetales. Cuando se llega a este estadio se ha consumado la Finalidad Triple del Arte, que es lograr la Medida Universal o Piedra Filosofal propiamente dicha; luz inextinguible y perpetua.

Esperamos haber correspondido vuestras inquietudes con nuestra presentación superficial sobre Fulcanelli. Como premio por vuestra paciencia, les dejamos este link al álbum "The Book of Secrets", de una artista que no ha separado su música de su búsqueda interior personal: Loreena McKennitt. También incluimos en esta publicación un hipervínculo que nos permitirá apreciar algunas magníficas interpretaciones de danzas de comienzos del barroco (primera mitad del siglo XVII), por Cristina Pluhar y L'Arpeggiata. Deseamos que les guste.

https://www.youtube.com/watch?v=nluHtsi8ujI&t=55s

https://www.youtube.com/watch?v=lPfU7OEfBm8




FUENTES DE CONSULTA Y REFERENCIA:

FULCANELLI, “El misterio de las Catedrales”, Plaza & Janés, Barcelona, 1967.
FULCANELLI, “Las Moradas Filosofales”, Plaza & Janés S.A. Editores, Barcelona, 1976.
FULCANELLI, “Finis Gloriae Mundi. Prólogo de Jacques d’Arès”, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2002.
KRUGERMAN Leo, “Una lectura de las enseñanzas de Fulcanelli” 2ª edición, Los Caminos, Madrid, 2008.





viernes, 8 de noviembre de 2019

EL MISTERIO DE FULCANELLI III

PSEUDOCULTURALES - EL MISTERIO DE FULCANELLI (III)







Fulcanelli no escribió obras metódicas ni orgánicas sobre Alquimia. En sus trabajos, tomando como pretexto ciertas catedrales góticas y edificios profanos, a través de su descripción, explicación e interpretación, en el tratamiento de diferentes tópicos, nos pasea por diferentes aspectos del Rosario Filosófico de la Magna Obra, de uno a otro lado y como “picoteando”, volviendo (en algunos casos una y otra vez) según las circunstancias a tratar o  a repasar algunos temas de aquel Arte en diferentes pasajes de “El Misterio de las Catedrales” o de “Las Moradas Filosofales”. Quizá por la índole del mismo método empleado, la explicación del Arte Hermético padece en Fulcanelli una aparente falta de orden, aunque ello no estaría exento de premeditación. Según Canseliet, Fulcanelli no pretendía poner al alcance de todos la Ciencia o la Alquimia, conforme a su deber de respetar la Voluntad Divina y la Regla Filosófica que impone el Secreto Inviolable, engañándose quien esperara comprender la Ciencia Secreta tras una simple lectura. Fulcanelli toma así cada una de las Fases del Trabajo, comienza su explicación en un Capítulo y la interrumpe para proseguirla en otro y para terminarla en un último lugar; esa fragmentación que transforma el Magisterio en un “Solitario Filosófico” no asustará al Investigador instruido, pero persigue desanimar enseguida al profano que no quiere adentrarse en ese laberinto y es incapaz de encontrar o establecer el orden de las manipulaciones.

En definitiva y por el motivo que fuere, el “pensamiento de Fulcanelli” se nos presenta como limitado hasta donde él ha querido o dice haber querido llegar, sea en forma deliberada, sea porque no abordó un tratado enciclopédico sobre Alquimia (no parece haber sido su intención), sea porque no quiso quebrar sus supuestos juramentos de reserva y discreción sobre los aspectos de la Ciencia Hermética, sea por cierta falta de metodismo propio de los tratadistas de la Alquimia y en lo cual Fulcanelli no será excepción, sea porque quizá hubo “varios Fulcanelli” escribiendo (lo que explicaría ciertas falencias e incoherencias a pesar de los esfuerzos que habrían hecho Champagne y Canseliet por unificar y corregir las notas), sea porque quizá Fulcanelli no conocía en verdad todos los Arcanos, o porque no habría en realidad llegado a lograr culminar la Obra. Hasta donde sabemos o quiso mostrarnos, Fulcanelli a lo sumo conoció el Mercurio de los Filósofos, Sal de Sabiduría  nacida de la alianza del Azufre (el Espíritu) y del Mercurio (la Iniciación), que en realidad es una materia preparada o inmediata a partir de la cual se llegará a la Piedra (Filosofal), que no difiere del Mercurio Filosófico más que en perfección y sustancia.

Prevenimos que aunque Fulcanelli toma Catedrales y ciertos edificios como pretexto para hablarnos de Alquimia en cuanto él los trataba como Recintos Filosofales, no hay que dejarse seducir con la idea que las Catedrales góticas son una especie de libros sin palabras de Alquimia, o que fueron diseñadas por ignotos sabios alquimistas. Tampoco hay que pensar que la idea de que existen templos y otras construcciones con simbología de Alquimia se trata de un hallazgo o de una originalidad de Fulcanelli. En realidad, las imágenes de estas edificaciones son compartidas entre la Alquimia y la iconografía vernácula, y como todos los símbolos pueden tener tantos significados como los que les queramos dar; inclusive en clave de Alquimia. Coincidimos con José Rodríguez-Guerrero en que la interpretación alquímica de las Catedrales góticas fue muy posterior a su construcción (en la Baja Edad Media), porque comienza por el siglo XVII. Así tenemos a Pierre Jean Fabre (1588-1658) con su “Alchymista christianus” (1632), un manuscrito anónimo de aproximadamente 1627 titulado “Discours des Visions sur l’Oeuvre”, y la conocida obra de Esprit Gobineau de Montluisant (1590?-1658?) compuesta por 1640 llamada “Explication très curieuse des Énigmes et Figures Hiéroglyphiques, Physiques, qui sont au Grand Portail de l’Église Cathédrale et Métropolitaine de Notre-Dame de Paris” (esta última citada por Fulcanelli como referencia importante en “El Misterio de las Catedrales”). Aparentemente, Fulcanelli se nutrió de los trabajos de Claude Sosthène Grasset d’Orcet (1828-1900), autor más moderno, sobre la simbología alquímica de muchas edificaciones, trabajos recopilados hoy en dos Volúmenes por B. Allieu y A. Barthélemy en 1979 y 1983 bajo el título “Matériaux Cryptographiques”, y también en la Edición de las Obras Completas de Grasset d’Orcet por las Ediciones “E-dite” bajo el Título “Oeuvres Décryptées”. Para considerar el tema realmente en serio y reconocer objetivamente las Edificaciones Filosofales o Alquímicas distinguiéndoles de las que no lo son, José Rodríguez-Guerrero y Mino Gabriele recomiendan ciertas pautas, de las cuales seleccionamos tres:

1º) El autor de la obra, o bien el mecenas que la encarga, debe haberse interesado por cuestiones alquímicas, y deben existir fuentes documentales (o sea, no basta una tradición o leyenda, o fuente verbal) que lo atestigüen;
2º) La iconografía de la obra de arte, tanto en su disposición como en su tipología, debe encontrar correspondencia con análogas figuraciones alquímicas. No basta con sacar un elemento concreto de una escena o de un tema iconográfico, sino que el conjunto entero debe asemejarse lo más posible al modelo alquímico;
3º) Las imágenes alquímicas coincidentes, deben ser anteriores o coetáneas a la obra de arte en cuestión, para que pueda establecerse una relación temporal entre ambas obras.

No obstante lo expuesto Fulcanelli nos presentó especialmente a las Catedrales Góticas como “Maestros mudos sin palabras y sin voz”, libros mágicos y santuarios educadores primordiales de la Tradición y de la Ciencia Hermética, a partir de lo cual trabaja la interpretación de sus imágenes y su supuesto significado. Este método de descripción y de interpretación lo empleó también respecto a determinados edificios seculares o profanos que caracterizó como “Moradas Filosofales” por su contenido esotérico, entendiendo siempre por la expresión “Morada Filosofal” todo soporte simbólico de la verdad alquímica, cualquiera fuere su naturaleza e importancia.

Fulcanelli explica la Alquimia como un Trabajo en que guiado por la Analogía, el Hombre o Alquimista realiza en pequeño y en su ámbito restringido (microcósmico) lo que Dios hizo en grande en el Universo Cósmico (macrocósmico), como una suerte de “mono imitador” del Creador. Entre estos dos extremos está el mismo Pensamiento, el mismo esfuerzo y una Voluntad parecida en su relatividad. La diferencia radica en que Dios crea y hace Todo de la Nada, mientras que el Hombre toma una partida de ese Todo y la multiplica, prolonga y continúa. Esa es su Misión y la causa de su propia Salvación. Entre Dios Inmortal y el Hacedor perecedero está toda la Naturaleza. La Gran Obra es entonces, un resumen reducido a las proporciones y posibilidades de la Obra Divina. El Adepto debe aportar lo mejor de sus cualidades si quiere llevarla a buen término.

La Alquimia es para el Ser Humano (verdaderamente y nacido de cierto estado de alma derivado de la gracia real y eficaz), según Fulcanelli, la Búsqueda y el Despertar de la Vida secretamente adormecida bajo la gruesa envoltura del Ser y la ruda corteza de las cosas. Es para él la única Alta Ciencia capaz de penetrar el Misterio de las cosas, los Seres y su Destino, y quien nos dará alas con que elevarse al conocimiento de las más altas verdades y llegar hasta Dios. Pero esa Luz no se recibe de un chorro sino poco a poco, progresivamente, en el curso de los años y con la ayuda del tiempo. De esto modo, la Alquimia se revela entonces como un Arte Gradual y Progresivo donde se imponen el Estudio, la Paciencia, la Prudencia, pero también la Experiencia. No es en sí muy diferente de cualquier otra Disciplina Iniciática (ni de cualquier otra técnica en la Vida). En ese Trabajo es necesario no ceder a los Males ni a los errores, tomando como estímulo para seguir en la Vía y en el Método del Filósofo al Buen Artista que imita ingenuamente a la simple Naturaleza.

Como el Alquimista busca crear es una Generación, no una Creación porque esa facultad pertenece a Dios, la condición esencial para lograr una Generación cualquiera es la Ausencia total de toda Luz Solar, incluso difusa o tamizada, la Oscuridad completa. El Sol es el Destructor de todas las sustancias demasiado jóvenes, enemigo de toda Generación. Debe por ende trabajarse de noche. Con esta descripción, Fulcanelli en realidad nos enseña siempre a obrar con discreción, reserva y Silencio, además de con perseverancia y estudio. Aunque el Alquimista no medita sino que observa, escruta, interroga la Evolución de la Vida Mineral y contempla el Prodigio que su Fe le había dejado entrever. La Humildad es la Puerta de su Jardín.

El Arte de la Alquimia, más celeste que terrestre, consiste en operar ayudando a la Naturaleza, uniendo el Cielo y la Tierra, las Virtudes superiores con las inferiores. Para ello es necesario conocer el mejor tiempo, lugar y estación del año, para impulsar mejor el éxito. El momento más favorable dado por los astros se reflejará en el Espejo Divino que es “Nuestra Piedra” y fijarán la impronta. Eso es sobre todo importante para el trabajo de la Primera Preparación, que es tan difícil que Fulcanelli lo caracteriza como un “Trabajo de Hércules”. Recomienda como época más propicia para el comienzo de la Obra, el período durante los Signos Zodiacales de Aries, Tauro y Géminis. En realidad, la Tarea en la Alquimia espiritual comienza con la Entrada del Sol durante su tránsito en la Eclíptica por el signo de Aires (21 de marzo o en verdad, diremos que el mejor momento es la semana de la primera Luna Llena luego de Aries, que coincide con la Semana Santa). 

Tras esta disposición de espíritu para comenzar la Obra, en las próximas dos entregas  intentaremos describir, de la forma más sencilla posible, los pasos correspondientes que seguirían según (lo que creemos que piensa) Fulcanelli. No nos será sencillo, pero con vuestra paciencia y la ayuda del Gran Operario, todo puede conseguirse. Deséennos éxito en el intento.

Los dejamos invitándoles con este link hacia el álbum de Howard Baer “Celtic Charm - The Enduring Legacy of Celtic Harp”. En estos días la música celta (inglesa, escocesa, gales, irlandesa, bretona, gallega, asturiana, helvética, protogermánica) se encuentra reivindicada como mágica, de la mano y asociada frecuentemente a lo esotérico, a lo alquímico, a todo lo relacionado con lo espiritual, y a la “New Age”. Una mescolanza que en ocasiones suele ser un poco extravagante, burguesa y cholula para mi gusto, pero no deja de tener su valor espiritual, en tiempos tan azarosos y de materialismo como los presentes. Déjense llevar por sus notas y armonías.



https://www.youtube.com/watch?v=DQ0EJUH-ADg




BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA  Y CONSULTA
CANSELIET, Eugène, Prefacio a la primera edición francesa de “Las Moradas Filosofales”.
FULCANELLI, “El misterio de las Catedrales”, Plaza & Janés, Barcelona, 1967.
FULCANELLI, “Las Moradas Filosofales”, Plaza & Janés S.A. Editores, Barcelona, 1976.
KRUGERMAN Leo, “Una lectura de las enseñanzas de Fulcanelli” 2ª edición, Los Caminos, Madrid, 2008.
MINO Gabriele, “Alchimia e iconología” 2ª edición, Forum, Udine, 2008.
RODRÍGUEZ-GUERRERO José, “Fluctuat nec mergitur. Opus magnum. Cuaderno de notas de José Rodrgíuez-Guerrero”, en “http://www.revistaazogue.com/blogmayo2009.htm”. 






viernes, 1 de noviembre de 2019

EL MISTERIO DE FULCANELLI II

EL MISTERIO DE FULCANELLI (II)





¿Quién fue Fulcanelli? No es nuestro interés detenernos en esto porque como hemos expresado en la entrega anterior (https://www.facebook.com/edgardo.ettlin/posts/409772309922746), tal abordaje nos distrae y no nos permite conocer sus enseñanzas. Pero dado los ríos de tinta que se han escrito intentando develar la cuestión, es mandatorio decir algunas palabras. Un muy completo análisis sobre el tema han hecho nuestros amigos Jean-Yves Artero, Walter Grosse y Leo Krugerman, amén de otros tantos autores. En ese misterio, no fueron ajenos el propio alquimista (quien guardó en vida un perfil bajo y utilizó un seudónimo) y quien veremos fue su único discípulo: Eugène Canseliet.

Sobre quién pudo haber sido Fulcanelli, las hipótesis y los posibles candidatos son innumerables. Seleccionaremos los principales, sobre tantos que han sido propuestos:

a) el pintor Jean-Julien Hubert Champagne;
b) el alquimista Eugène Canseliet, único discípulo de Champagne;
c) el astrónomo Camille Flammarion;
d) Pierre Dujols, librero e integrante del círculo íntimo de Fulcanelli;
e) el egiptólogo y ocultista René Schwaller de Lubicz (se conserva un ejemplar de “El Misterio de las Catedrales” de su pertenencia, que le fuere dedicado por “A.H.S. Fulcanelli”);
f) Jules Violle, físico francés;
g) el ocultista Robert Ambelain;
h) el científico Marcellin Berthelot;
i) Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, restaurador de la Catedral de Notre Dame de Paris y remodelador de la aguja de dicha iglesia. 

Según Béatrice Canseliet, su padre Eugène le habría confiado el verdadero origen de Fulcanelli, quien (según su versión) habría sido un hombre nacido en 1839 sin descendientes ni hijos, supuestamente perteneciente a la Académie des Sciences de l'Institut de France. De allí surgen otros posibles candidatos nacidos en ese año:
- Hippolyte Sebert;
- Louis Bernigaud de Chardonnet;
- Jean-Adolphe Carnot;
- Julius Bernstein;
- Émile Clément Jungfleisch;
- Philippe Van Ticghen;
- Albert Cochon de Lapparent.

También se ha dicho que “Fulcanelli” pudo haber sido el seudónimo de un grupo colectivo. No se descarta por algunas hipótesis que Fulcanelli pudo haber sido un personaje mítico, un “invento” o mistificación de Eugène Canseliet, de Jean-Julien Champagne o de ambos, o de los personajes de un círculo literario y de café interesados en la Alquimia que se habrían asociado en la supuesta y misteriosa “Fraternidad de Heliópolis”, o “F.H.C.”, integrada por Gaston Sauvage, los hermanos Paul, Maurice André y Louis Chacornac (principalmente el primero), Pierre Dujols, Eugène Canseliet, Jean-Julien Champagne y Julles Boucher, quienes crearon un ficticio personaje bajo cuyo nombre se publicaron “El Misterio de las Catedrales” y “Las Moradas Filosofales”. Fulcanelli dedicaría esas obras justamente, “A los Hermanos de Heliópolis”.

La hipótesis más firme es que Fulcanelli era en realidad el pintor y dibujante Jean-Julien Hubert Champagne (1877-1932), individuo que tenía gran versación en textos de Alquimia, de quien el editor Jean Schémit recordaba que Champagne concurría a la imprenta a corregir las pruebas y ponía especial cuidado en las ediciones. Se ha contado que en ambos casos de “El Misterio de las Catedrales” y “Las Moradas Filosofales”, Champagne habría entregado las obras (suyas o con aditamentos suyos) a quien fue su único discípulo Eugène Canseliet, el cual les dio cierto pulimiento pero la revisión final, las pruebas de imprenta e ilustraciones fueron corregidas por el propio Champagne. Es llamativo también que en la edición original de 1926 del libro de “El Misterio de las Catedrales” figura un escudo con la leyenda “Uber Campa Agna” (en latín algo así como “fértil es el hipocampo santo”, aunque la similitud fonética con “[Jean-Julien] Hubert Champagne” es llamativa). Fulcanelli fue además siempre reconocido como “Maestro” por quien dijo ser su discípulo Canseliet, históricamente en realidad, el único discípulo de Champagne. Además, en la tumba de Champagne (quien murió de cáncer) reza su inscripción: “Ici répose Jean-Julien Champagne, Apostolus Hermeticae Scientiae”, epitafio más bien para un gran alquimista; demasiado rimbombante, no condice para alguien que habría sido nada más que un pintor en vida.

Sobre cuál es el origen del nombre “Fulcanelli”, y si era un nombre verdadero, un pseudónimo o un nombre simbólico, se han esbozado muchas interpretaciones. En realidad, Fulcanelli parece un apellido de origen italiano, aunque sin equivalente de significado en ese idioma. En realidad y como sostenía Robert Amadou, Fulcanelli había sido una persona de nacionalidad francesa y no italiana. Las hipótesis más serias asocian el nombre italianizado de “Fulcanelli” a uno compuesto por las palabras “Vulcanus” (en Latín el Dios Herrero, Volcán o Fuego) o “Volcán” (alemán “Vulkan”; “Wolkan” Galo-belga o germánico, significaría “Herrero”) y Helios (En griego, “Sol”), o sea “VulkanHélios”, donde por eufonía la “V” se transforma en “F”. Así “Fulcanelli” podría significar “Volcán, Fuego o Herrero del Sol” etimológicamente o en una suerte de “Cábala Hablada”, que lo relacionaría como adepto de la misteriosa Hermandad de Heliópolis (Ciudad del Sol). En este sentido Canseliet (opinión que interesa mucho sobre todo por su supuesto acceso a Fulcanelli) dijo en una entrevista con Robert Amadou que “Fulcanelli” significaría “Fuego del Sol”, pero no abre margen de seguridad sobre si dicha etimología es la correcta o si sería una probable. En otras acepciones más plausibles y según Fritz, “Fulcanelli” provendría de "Fulcio, fulcis, fultum"; remite al verbo “fulcire” que significaría en latín "apoyo", “sostener”, “fortificar”, y a esta palabra se sumaría "Anellus, anelli"; o sea, “Anillo”, “sortija”, “círculo”. Como verán los lectores, el nombre “Fulcanelli” plantea por sí otro enigma pero también otro símbolo que parece en sí dar una orientación sobre el propósito de su obra, por lo que su investigación también podría revelar pautas para comprender las ideas o el pensamiento de este tan singular y misterioso personaje.

Existe un entredicho respecto a si las ideas de Fulcanelli fueron originales de éste o si provenían de otras personas de quienes Fulcanelli se habría inspirado, o de quienes sencillamente plagió o amplió sus trabajos; lo que enrarece todavía más la polémica sobre si Fulcanelli era uno, si hubo varios Fulcanelli, o si “Fulcanelli” era un pseudónimo colectivo. Hay quienes ven en “El Misterio de las Catedrales” las ideas y trabajos de René Schwaller de Lubicz a quien habría plagiado Jean-Julien Champagne (“Uver” o “Uber Campa Agna”) y que por alguna razón Schwaller en vida toleró, condescendió o no observó tal plagio, al que se hizo ciertos aditivos e intercalaciones de trabajos de Pierre Dujols, que luego Champagne entregó a Canseliet. Se ha observado en “Las Moradas Filosofales” escritos de Pierre Dujols cuya esposa entregó a Champagne y que luego Canseliet sistematizó y unificó para ser revisados por Champagne. También se cuenta que Canseliet confesó tardíamente que las obras no recibieron la última mano de su autor, sino que le fueron entregados tres paquetes con notas más o menos elaboradas, y que la redacción final fue obra suya. El núcleo de esta declaración parece estar corroborado por el hecho de que ambas obras, “El Misterio de las Catedrales” y “Las Moradas Filosofales”, frente a pasajes de redacción cuidada y elegante presentan otros esquemáticos que parecen meras notas. A esto podría añadirse ciertas inconsistencias y contradicciones internas que guardan las obras fulcanellianas. En otra versión, los trabajos atribuidos a Fulcanelli provienen de manuscritos apócrifos de Champagne cuyos originales se perdieron o se tiraron, siendo lo que se conoce actualmente textos algo desvirtuados por interpolaciones o intervenciones de Canseliet.

Por eso, cuando nos referimos a “el pensamiento de Fulcanelli”, surge una pregunta: “¿El pensamiento de él, de quién o de quiénes, realmente?”

Fulcanelli, en forma más modesta y conforme corresponde a la humildad de un Maestro, se reconocía a sí mismo como un simple jalón en el gran camino de la Tradición esotérica. Sin embargo, ¿era Fulcanelli realmente un Maestro Iniciado, un estudioso, un ser instruido intelectualmente en textos alquímicos y en los conocimientos teóricos de esa Disciplina, un plagiador, un “soplador” (persona que dice o aparenta saber de Alquimia pero que en realidad nada sabe ni es alquimista), o un simple producto de la picardía de alguna persona o de un grupo ocultista o de café parisino de principios del siglo XX? Las respuestas u opiniones pueden ser tantas como personas.

Les presentamos a alguien quien fuera en vida médico, teólogo, músico y alquimista: Johann Daniel Mylius (1583-1642), del Sacro Imperio Romano Germánico (alemán si les gusta más, aunque en sus tiempos Alemania no existía como unidad política). Son muy conocidas sus obras de Alquimia “Opus Medico-Chymicum” (1618), “Philosophia Reformata” (1622) y “Anatomia Auri” (1628) entre otras, amén de una colección de piezas para laúd titulada “Thesaurus Gratiarum” (1622). Publicamos algunos hipervínculos para conocer su música. Aprovechemos para recordar una vez más, lo importante que es la Música para la inspiración de cualquier Discípulo del Arte.