lunes, 18 de noviembre de 2019

EL MISTERIO DE FULCANELLI IV

PSEUDOCULTURALES - EL MISTERIO DE FULCANELLI (IV)








Habíamos prevenido en nuestra inicial entrega sobre Fulcanelli (https://pseudoculturales.blogspot.com/2019/10/pseudoculturales-el-misterio.html) que la Alquimia es ante todo, un procedimiento o disciplina espiritual. No hay que invertir dineros para seguir este camino; a quien le interese, sólo tiene que dedicarle su debido tiempo. Como aquél enseñaba, el “Oro” no se concibe sino en sentido filosófico; lo mismo podemos afirmar respecto a la “Piedra Filosofal”. 

Básicamente podemos expresar, aunque por supuesto se trata de nuestra simple opinión, que la Alquimia consiste en un proceso de depuración gradual de los vicios (“excrecencias”) hacia mejores libertades para el Espíritu, desde lo más “pesado” hacia lo más “volátil”. Invita a superarnos, a abandonar el apego por lo mundano y lo que no vale la pena para vivir según lo trascendente.

Puesto que no intentamos sino facilitar las explicaciones, podemos reconocer básicamente que estos tránsitos se hacen a través de procedimientos de destrucción y de depuración, a través de trabajos antagónicos y de cada uno de los cuales va resultando un producto cada vez cada vez más “refinado”. En su caracterización más simple la Obra se desarrolla a través de binarios constituidos por opuestos de desintegración y de recomposición o si se prefiere, de uniones y descomposiciones sobre los elementos necesarios o los que a partir de ellos se van produciendo (“solve-coagula”, “conjunctio-separatio”, “ablatio-purgatio”, “putrefactio-sublimatio”), que recuerda al viejo proceso gnóstico de “hacer de dos uno” y viceversa (“de duobus unum et de uno duo”). Hay quienes amplían estos procesos agrupándolos en estadios cuaternarios o inclusive septenarios (el más conocido, a través de la calcinación, disolución, separación, conjunción, putrefacción, congelación, solidificación o cibación y sublimación), decenarios o dodecadenarios, pero no vamos a introducirnos en esos laberintos. Podríamos atrever que mediante estas contraposiciones, la Alquimia busca su resultado a través de las transformaciones del Mercurio (de la Iniciación) auxiliadas por los procesos del Azufre (del Espíritu).

En estas combinaciones existen sustancias intermedias “disolventes”, “fermentos” y “depurativas” (podríamos asociar a ambas con las Virtudes) como el “Alkaest” o el Rocío de Mayo, que facilitan la labor y perfeccionan la Obra, que no es sino la de la transformación del Alma (que es el mismo Laboratorio), bajo la articulación de la Sal (la Sabiduría). Pero también existen materias o estados de tránsito o intermedio que poseen características de los dos estados extremos, caso del “Mercurio o Piedra de los Filósofos” (no la Filosofal) o el “Rebis”. Estos procesos, que suelen también conocerse como “Bodas Químicas” o “Combates Químicos” en el Arte, trasuntan en cada una de las etapas una reproducción a escala “mutatis mutandis” del trabajo total; los mismos fenómenos en cada uno de los estadios se dan en los restantes y en el conjunto global de toda la tarea, aunque van tomando distintas perspectivas y grados de conciencia. 

El Camino puede a su vez, hacerse a través de dos Vías no antitéticas sino diferentes, aunque por las dos se llega al mismo resultado: la Vía Seca (que podríamos paragonar al Sendero del Místico) y la Vía Húmeda (que equivaldría al Sendero Devocional o del Espiritual). La primera vía (la Seca, regida por el Azufre y el Fuego) es según Fulcanelli la más rápida pero también la más dificultosa y la que requiere mayores esfuerzos, mientras que la segunda (la Húmeda, vinculada al Mercurio y al Agua) es más larga e ingrata pero más sencilla. 

Se trata la Alquimia entonces de un tracto que en lo esencial parte desde el propio interior y se va afinando hacia la realidad, para encontrar y hacer valer lo mejor de cada uno (“Visita interiora… Rectificando invenies”), para encontrar la Libertad pudiendo manejar las cadenas de causa y efecto; en la medida que uno tiene mejores capacidades, puede desenvolverse en la existencia y disfrutar mejor el sabor de las cosas. Vemos que en la Vida no es muy diferente: necesitamos pasar por momentos de crisis, pruebas y aprendizajes para superarnos, entre “blancos” y “negros”, entre errores y aciertos, capitalizando las experiencias con el discernimiento para comprender la realidad, para hacernos más fuertes, y para manejarnos en el futuro mejor y con mayor propiedad ante las circunstancias. Por eso la Alquimia tiene un propósito práctico; es un Arte útil porque es proyectable en la Vida. No se trata de una mera extravagancia ni de una gimnasia mental.

Sin embargo, el Arte de Música (otro nombre para referirse a la Ciencia Hermética) requiere en cualquier caso, de paciencia. Mas Fulcanelli aconseja que no hay que desesperar; con Fe viva, la Meditación y el Trabajo atraerán la Bendición. La Fe, “Certidumbre Espiritual de la Verdad aún no demostrada y Presciencia de lo realizable”, es esa Antorcha que Dios ha puesto en el Alma para alumbrar, guiarla, instruirla y elevarla. Recordando la Regla de Zoroastro, Fulcanelli insiste en que al SABER se accede por el Ejercicio de la Observación, el Discernimiento y la Meditación. La imitación ingenua de los procedimientos naturales, la habilidad conjugada con el ingenio y una larga experiencia dan el PODER. Se necesita paciencia, constancia, voluntad inquebrantable, audacia, resolución, certeza y confianza nacidas de una Fe robusta que le permitirán al estudioso o Adepto ATREVERSE a todo. Y cuando el éxito haya coronado la Labor, aunque los deseos se hayan cumplido, despojado el Sabio de las vanidades del Mundo se aproximará a los humildes, a los abandonados y desamparados como un discípulo anónimo y mudo de la Naturaleza Eterna, Apóstol de la Eterna Caridad. Siempre permanecerá fiel al Voto de Silencio, por lo que debe siempre CALLAR.

Con esta introducción nos adentraremos a sintetizar cómo podrían manejarse los pasos de la Alquimia según Fulcanelli, despejados de catedrales y de edificios filosofales que en realidad, sólo eran para él un pretexto didáctico. Intentaremos simplificarlo todo lo posible; no sea que las complejidades bajo las cuales se esconde cualquier Camino Hermético, aun cuando Fulcanelli quiso hacerlo accesible, puedan desalentar a los que desean iniciarse en el mismo. En nuestra primera exposición (ver cita “supra”) advertimos ya no adentrarse en tantas simbologías y complicaciones, y que el Sendero es más sencillo de lo que parece.

Existen Tres grados de la Obra o si se prefiere, Tres estados sucesivos de una misma Sustancia, Tres Reiteraciones indispensables para la perfección total de Tres Piedras o Medicinas que son el Azufre (que no el Mercurio) Filosófico, el Elixir u Oro Potable y la Piedra Filosofal, “Absoluto” o “Medicina Universal”. 

Clave y columna de la Obra es el Mercurio (madre común de los metales, por cuyo intermedio los metales vulgares se transforman en metales filosóficos), pues en él los Elementos se juntan en su Proporción y en su Cualidad Natural. De él proviene todo porque sólo él tiene poder de Disolver, Mortificar y Disociar los Cuerpos, unirlos a los Espíritus y generar Nuevos Seres Metálicos diferente; de ahí que los Sabios dicen que “Todo cuanto buscan sólo puede encontrarse en el Mercurio”, que es lo que lleva al Alquimista a dirigir sus esfuerzos para este Cuerpo indispensable. El que sabe hacer la Obra con sólo el Mercurio ha encontrado lo que hay de más Perfecto: ha recibido la Luz y realizado el Magisterio. Fulcanelli es muy claro en cuanto propone que la Alquimia no permite más que Un Camino, no exige más que Una Materia, no requiere más que Una Operación. Comienza con el Mercurio abajo y el Absoluto arriba. Quien sabe hacer la Obra sólo con el Mercurio ha encontrado todo lo que hay de más perfecto.

Toda la Atención del Artista debe concentrarse pues, sobre la Fabricación del Mercurio. La Piedra no es otra cosa que una Coagulación completa del Agua Mercurial. No obstante, el Alquimista debe insertar en el Mercurio el Agente Ígneo o Azufre que es el Animador, alegorizado en el “Combate del Águila y del León” o “de las Dos Naturalezas”, una Volátil y la otra Fija. 

Nos indica Fulcanelli que es preciso Tres Calcinaciones o Acciones por el Fuego de la Sal Roja que es el Azufre Filosofal sobre el Mercurio que se va transformando, para realizar las Tres Obras Filosóficas. La Primera Operación conduce ante todo al Azufre Filosófico o Medicina de Primer Orden. La Segunda lleva al Elixir o Medicina de Segundo Orden que se diferencia del Azufre en cantidad y no en naturaleza. La tercera operación nos da la Piedra Filosofal, Medicina de Tercer Orden que tiene todas las propiedades del Azufre y del Elixir multiplicadas en poder y alcance. De este modo, se trata en primer término de fabricar el Mercurio Común o Disolvente, sustancia salina y fusible, capaz de extraer por Disolución el Azufre Blanco o Alma de los Metales y devolver a éstos la vitalidad que poseían, al que la Cocción convertirá primero en Azufre Rojo (Azufre de los Filósofos), luego en Elixir o Medicina Universal de carácter Medicinal, y finalmente, por Fermentación con el Oro o la Plata, en Piedra Filosofal o Polvo Transmutatorio.

Canseliet pone a la Sal como el Tercer Actor, sin el cual nada se produciría en la escena de la Gran Obra. La Sal aparece constituida por naturaleza fija en parte y en parte por materia volátil. La Sal participa del Principio Mercurial por su Humedad fría y volátil (Aire) y del Principio Sulfuroso por su sequedad ígnea y fija (Fuego). Por su cualidad doble, la Sal permite realizar la Conjunción (“Conjunctio”) entre el Azufre y el Mercurio. Así los Cuatro Elementos Primeros (Aire - Tierra - Agua - Fuego) están juntos dos a dos en la Piedra en Formación, porque la Sal, mediador pacífico entre el Azufre y el Mercurio posee en sí el Fuego y el Aire necesario para la unión Azufre-Tierra y Mercurio-Agua. 

Ante las dos primeras puertas de la Obra, quien posea un conocimiento bastante extenso de la práctica observará que el secreto principal de Aquélla reside en el artificio de la Disolución. En los dos Planos Universales, donde se asientan juntos la Materia y el Espíritu, existe un Progreso absoluto que consiste en una Purificación permanente hasta la Perfección Última: “Solve et Coagula”, “Disuelve y Coagula”. Todo el Arte se reduce pues a la Disolución, todo depende de ella y de la manera de efectuarla. Este es el “Secretum Secretorum”, la Clave del Magisterio. Cualquiera sea la Vía empleada, Seca o Húmeda, la Disolución es absolutamente indispensable, y nadie podría discutir su importancia y preponderancia. El Objeto de la Disolución Filosófica es la Obtención del Azufre que en el Magisterio desempeña el papel de Formador al Coagular el Mercurio que le está unido, propiedad que posee por su naturaleza ardiente, ígnea y desecante.

Una vez obtenida la Disolución hay que separar la Tierra del Fuego, lo Sutil de lo Espeso, ascender de la Tierra al Cielo y descender del Cielo a la Tierra, recibiendo la Virtud de las Cosas Superiores y de las Inferiores. Fulcanelli cita de Hermes que “separar” no es destruir ni sacrificar uno para conservar el otro. Debe entenderse al hablarse de “separar” que el Arte se reduce a descubrir la Semilla, Azufre o Núcleo Metálico, arrojarla en una Tierra Específica o Mercurio, y luego someter estos Elementos al Fuego. Pero el Gran Secreto es el Mercurio. 

Todas las Destilaciones, Extracciones y Purificaciones reclaman una Solución previa y no se hacen sin otras la terminación de dicha solución. Del Disolvente hablan los Sabios cuando dicen que la Obra se hace de Una Cosa única. Los Alquimistas no tienen más que un solo Agente que ha recibido nombres diversos, el último de los cuales es el Alkaest. De este Solo agente llamado Alkaest, Misterioso Disolvente, se hace la Obra. Este Disolvente Universal es el Agua que lleva todas las Virtudes del Cielo y la Tierra, por eso es el Disolvente General de toda la Naturaleza. Este Disolvente o Disolvente es el Mercurio Común de los Filósofos, principio contrario al Azufre, al cual llaman ellos “Nuestro Mercurio”. Este Mercurio primitivo, aunque no tenga las cualidades del Mercurio Filosófico, posee lo necesario para convertirse en él y se convierte añadiéndole la Semilla metálica que le falta.

En la Primera Operación, maniobra en extremo delicada, el Artista debe trabajar solo o combatir solo contra la Materia. La Operación es tanto más importante porque conduce a la Obtención del Mercurio Filosófico. Es necesario aprender qué diferencia el Primer Mercurio del Mercurio Filosofal. El Disolvente o Mercurio Común o Mercurio Virgen o Nuestro Mercurio es el resultado el Trabajo de la Naturaleza, mientras que el Mercurio de los Filósofos es una Producción del Arte. El Mercurio Filosófico, es decir su Materia Preparada, es de naturaleza y cualidad doble, en parte Fijo o Material y en parte Volátil o Espiritual, el cual basta para comenzar, multiplicar y finalizar la Obra. Es la única y sola Materia que necesitamos. A pesar de la seguridad de los autores que dan al Mercurio la preponderancia en la Obra, el Azufre se designa a si mismo como el Agente Esencial pues en definitiva él es que permanece Exaltado bajo el nombre de “Elixir” o Multiplicado bajo la designación de “Piedra Filosofal”, en el Producto Final.

El Mercurio Filosófico, Sustancia Única del Magisterio, jamás puede dar nada si muere y no fermenta y entra en Putrefacción hasta el Final del primer Estado de la Obra. El Mercurio Filosófico empieza con el Negro Signo de su Mortificación, es su primera Tintura y la primera indicación favorable de la Técnica, señal precursora del Éxito. La Lógica nos conduce a buscar los Progenitores del Azufre y del Mercurio si deseamos obtener por su Unión el Andrógino Filosófico, llamado “Compositum de Compositis”, “Mercurio Animado”, “Rebis”, Materia propia del Elixir. El “Rebis” es la Materia Doble, a la vez Húmeda y Seca, amalgama de Oro y Mercurio Filosófico, combinación que recibió de la Naturaleza y del Arte una doble propiedad oculta. La Cocción Filosofal del Rebis da como resultado un Azufre y no una unión irreductible de sus componentes, y este Azufre (llamado “Azufre Filosófico”) por asimilación completa del Mercurio tiene Propiedades particulares que lo alejan de la especie Metálica. El Azufre Nuevo será la verdadera materia ígnea, base, de la Piedra Filosofal. 

En la Segunda Operación el Prudente fija el Alma del Mundo en el Oro Común y purifica el Alma Terrestre e inmóvil. La putrefacción en esta Segunda Operación es muy larga y va seguida de una Tercera Multiplicación al añadir la Materia Filosófica o el Alma General del Mundo. En esta etapa toma importancia el Vitriolo Filosófico (V.I.T.R.I.O.L.: “Visita Interiora Terrae. Rectificando Invenies Occultum Lapidem”) como objeto inicial y primer ser de la Piedra Filosofal. Esta Esmeralda o Vitriolo Filosófico, Nuestro Vitriolo, que obedece a la misma Ley de las Sales y como conduce al éxito al Artista para descubrirlo y prepararlo, ha recibido el nombre de “Aceite de la Victoria”. Esta Segunda Operación, rodeada de gran secreto por los Alquimistas, tiene por objeto la formación de un Elixir, Medicina Universal poderosa aunque no de propiedades plenas.

En la Tercera y última Operación del Magisterio, la Fermentación de la Piedra por el Oro orienta el Elixir hacia el Reino Metálico y limita su empleo a la Transmutación de los Metales. En Licor espirituoso se llama “Oro potable” (aunque no tenga oro) por su color Amarillo. Es necesaria la multiplicación del Azufre con el Mercurio mediante cocciones sucesivas, hasta que en determinado momento, el Fuego sólo se apaga cuando la Obra se ha cumplido y queda la Piedra. Obtenida en forma salina multiplicada o no, permite la Salud y el crecimiento de los Vegetales. Cuando se llega a este estadio se ha consumado la Finalidad Triple del Arte, que es lograr la Medida Universal o Piedra Filosofal propiamente dicha; luz inextinguible y perpetua.

Esperamos haber correspondido vuestras inquietudes con nuestra presentación superficial sobre Fulcanelli. Como premio por vuestra paciencia, les dejamos este link al álbum "The Book of Secrets", de una artista que no ha separado su música de su búsqueda interior personal: Loreena McKennitt. También incluimos en esta publicación un hipervínculo que nos permitirá apreciar algunas magníficas interpretaciones de danzas de comienzos del barroco (primera mitad del siglo XVII), por Cristina Pluhar y L'Arpeggiata. Deseamos que les guste.

https://www.youtube.com/watch?v=nluHtsi8ujI&t=55s

https://www.youtube.com/watch?v=lPfU7OEfBm8




FUENTES DE CONSULTA Y REFERENCIA:

FULCANELLI, “El misterio de las Catedrales”, Plaza & Janés, Barcelona, 1967.
FULCANELLI, “Las Moradas Filosofales”, Plaza & Janés S.A. Editores, Barcelona, 1976.
FULCANELLI, “Finis Gloriae Mundi. Prólogo de Jacques d’Arès”, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2002.
KRUGERMAN Leo, “Una lectura de las enseñanzas de Fulcanelli” 2ª edición, Los Caminos, Madrid, 2008.





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