viernes, 8 de noviembre de 2019

EL MISTERIO DE FULCANELLI III

PSEUDOCULTURALES - EL MISTERIO DE FULCANELLI (III)







Fulcanelli no escribió obras metódicas ni orgánicas sobre Alquimia. En sus trabajos, tomando como pretexto ciertas catedrales góticas y edificios profanos, a través de su descripción, explicación e interpretación, en el tratamiento de diferentes tópicos, nos pasea por diferentes aspectos del Rosario Filosófico de la Magna Obra, de uno a otro lado y como “picoteando”, volviendo (en algunos casos una y otra vez) según las circunstancias a tratar o  a repasar algunos temas de aquel Arte en diferentes pasajes de “El Misterio de las Catedrales” o de “Las Moradas Filosofales”. Quizá por la índole del mismo método empleado, la explicación del Arte Hermético padece en Fulcanelli una aparente falta de orden, aunque ello no estaría exento de premeditación. Según Canseliet, Fulcanelli no pretendía poner al alcance de todos la Ciencia o la Alquimia, conforme a su deber de respetar la Voluntad Divina y la Regla Filosófica que impone el Secreto Inviolable, engañándose quien esperara comprender la Ciencia Secreta tras una simple lectura. Fulcanelli toma así cada una de las Fases del Trabajo, comienza su explicación en un Capítulo y la interrumpe para proseguirla en otro y para terminarla en un último lugar; esa fragmentación que transforma el Magisterio en un “Solitario Filosófico” no asustará al Investigador instruido, pero persigue desanimar enseguida al profano que no quiere adentrarse en ese laberinto y es incapaz de encontrar o establecer el orden de las manipulaciones.

En definitiva y por el motivo que fuere, el “pensamiento de Fulcanelli” se nos presenta como limitado hasta donde él ha querido o dice haber querido llegar, sea en forma deliberada, sea porque no abordó un tratado enciclopédico sobre Alquimia (no parece haber sido su intención), sea porque no quiso quebrar sus supuestos juramentos de reserva y discreción sobre los aspectos de la Ciencia Hermética, sea por cierta falta de metodismo propio de los tratadistas de la Alquimia y en lo cual Fulcanelli no será excepción, sea porque quizá hubo “varios Fulcanelli” escribiendo (lo que explicaría ciertas falencias e incoherencias a pesar de los esfuerzos que habrían hecho Champagne y Canseliet por unificar y corregir las notas), sea porque quizá Fulcanelli no conocía en verdad todos los Arcanos, o porque no habría en realidad llegado a lograr culminar la Obra. Hasta donde sabemos o quiso mostrarnos, Fulcanelli a lo sumo conoció el Mercurio de los Filósofos, Sal de Sabiduría  nacida de la alianza del Azufre (el Espíritu) y del Mercurio (la Iniciación), que en realidad es una materia preparada o inmediata a partir de la cual se llegará a la Piedra (Filosofal), que no difiere del Mercurio Filosófico más que en perfección y sustancia.

Prevenimos que aunque Fulcanelli toma Catedrales y ciertos edificios como pretexto para hablarnos de Alquimia en cuanto él los trataba como Recintos Filosofales, no hay que dejarse seducir con la idea que las Catedrales góticas son una especie de libros sin palabras de Alquimia, o que fueron diseñadas por ignotos sabios alquimistas. Tampoco hay que pensar que la idea de que existen templos y otras construcciones con simbología de Alquimia se trata de un hallazgo o de una originalidad de Fulcanelli. En realidad, las imágenes de estas edificaciones son compartidas entre la Alquimia y la iconografía vernácula, y como todos los símbolos pueden tener tantos significados como los que les queramos dar; inclusive en clave de Alquimia. Coincidimos con José Rodríguez-Guerrero en que la interpretación alquímica de las Catedrales góticas fue muy posterior a su construcción (en la Baja Edad Media), porque comienza por el siglo XVII. Así tenemos a Pierre Jean Fabre (1588-1658) con su “Alchymista christianus” (1632), un manuscrito anónimo de aproximadamente 1627 titulado “Discours des Visions sur l’Oeuvre”, y la conocida obra de Esprit Gobineau de Montluisant (1590?-1658?) compuesta por 1640 llamada “Explication très curieuse des Énigmes et Figures Hiéroglyphiques, Physiques, qui sont au Grand Portail de l’Église Cathédrale et Métropolitaine de Notre-Dame de Paris” (esta última citada por Fulcanelli como referencia importante en “El Misterio de las Catedrales”). Aparentemente, Fulcanelli se nutrió de los trabajos de Claude Sosthène Grasset d’Orcet (1828-1900), autor más moderno, sobre la simbología alquímica de muchas edificaciones, trabajos recopilados hoy en dos Volúmenes por B. Allieu y A. Barthélemy en 1979 y 1983 bajo el título “Matériaux Cryptographiques”, y también en la Edición de las Obras Completas de Grasset d’Orcet por las Ediciones “E-dite” bajo el Título “Oeuvres Décryptées”. Para considerar el tema realmente en serio y reconocer objetivamente las Edificaciones Filosofales o Alquímicas distinguiéndoles de las que no lo son, José Rodríguez-Guerrero y Mino Gabriele recomiendan ciertas pautas, de las cuales seleccionamos tres:

1º) El autor de la obra, o bien el mecenas que la encarga, debe haberse interesado por cuestiones alquímicas, y deben existir fuentes documentales (o sea, no basta una tradición o leyenda, o fuente verbal) que lo atestigüen;
2º) La iconografía de la obra de arte, tanto en su disposición como en su tipología, debe encontrar correspondencia con análogas figuraciones alquímicas. No basta con sacar un elemento concreto de una escena o de un tema iconográfico, sino que el conjunto entero debe asemejarse lo más posible al modelo alquímico;
3º) Las imágenes alquímicas coincidentes, deben ser anteriores o coetáneas a la obra de arte en cuestión, para que pueda establecerse una relación temporal entre ambas obras.

No obstante lo expuesto Fulcanelli nos presentó especialmente a las Catedrales Góticas como “Maestros mudos sin palabras y sin voz”, libros mágicos y santuarios educadores primordiales de la Tradición y de la Ciencia Hermética, a partir de lo cual trabaja la interpretación de sus imágenes y su supuesto significado. Este método de descripción y de interpretación lo empleó también respecto a determinados edificios seculares o profanos que caracterizó como “Moradas Filosofales” por su contenido esotérico, entendiendo siempre por la expresión “Morada Filosofal” todo soporte simbólico de la verdad alquímica, cualquiera fuere su naturaleza e importancia.

Fulcanelli explica la Alquimia como un Trabajo en que guiado por la Analogía, el Hombre o Alquimista realiza en pequeño y en su ámbito restringido (microcósmico) lo que Dios hizo en grande en el Universo Cósmico (macrocósmico), como una suerte de “mono imitador” del Creador. Entre estos dos extremos está el mismo Pensamiento, el mismo esfuerzo y una Voluntad parecida en su relatividad. La diferencia radica en que Dios crea y hace Todo de la Nada, mientras que el Hombre toma una partida de ese Todo y la multiplica, prolonga y continúa. Esa es su Misión y la causa de su propia Salvación. Entre Dios Inmortal y el Hacedor perecedero está toda la Naturaleza. La Gran Obra es entonces, un resumen reducido a las proporciones y posibilidades de la Obra Divina. El Adepto debe aportar lo mejor de sus cualidades si quiere llevarla a buen término.

La Alquimia es para el Ser Humano (verdaderamente y nacido de cierto estado de alma derivado de la gracia real y eficaz), según Fulcanelli, la Búsqueda y el Despertar de la Vida secretamente adormecida bajo la gruesa envoltura del Ser y la ruda corteza de las cosas. Es para él la única Alta Ciencia capaz de penetrar el Misterio de las cosas, los Seres y su Destino, y quien nos dará alas con que elevarse al conocimiento de las más altas verdades y llegar hasta Dios. Pero esa Luz no se recibe de un chorro sino poco a poco, progresivamente, en el curso de los años y con la ayuda del tiempo. De esto modo, la Alquimia se revela entonces como un Arte Gradual y Progresivo donde se imponen el Estudio, la Paciencia, la Prudencia, pero también la Experiencia. No es en sí muy diferente de cualquier otra Disciplina Iniciática (ni de cualquier otra técnica en la Vida). En ese Trabajo es necesario no ceder a los Males ni a los errores, tomando como estímulo para seguir en la Vía y en el Método del Filósofo al Buen Artista que imita ingenuamente a la simple Naturaleza.

Como el Alquimista busca crear es una Generación, no una Creación porque esa facultad pertenece a Dios, la condición esencial para lograr una Generación cualquiera es la Ausencia total de toda Luz Solar, incluso difusa o tamizada, la Oscuridad completa. El Sol es el Destructor de todas las sustancias demasiado jóvenes, enemigo de toda Generación. Debe por ende trabajarse de noche. Con esta descripción, Fulcanelli en realidad nos enseña siempre a obrar con discreción, reserva y Silencio, además de con perseverancia y estudio. Aunque el Alquimista no medita sino que observa, escruta, interroga la Evolución de la Vida Mineral y contempla el Prodigio que su Fe le había dejado entrever. La Humildad es la Puerta de su Jardín.

El Arte de la Alquimia, más celeste que terrestre, consiste en operar ayudando a la Naturaleza, uniendo el Cielo y la Tierra, las Virtudes superiores con las inferiores. Para ello es necesario conocer el mejor tiempo, lugar y estación del año, para impulsar mejor el éxito. El momento más favorable dado por los astros se reflejará en el Espejo Divino que es “Nuestra Piedra” y fijarán la impronta. Eso es sobre todo importante para el trabajo de la Primera Preparación, que es tan difícil que Fulcanelli lo caracteriza como un “Trabajo de Hércules”. Recomienda como época más propicia para el comienzo de la Obra, el período durante los Signos Zodiacales de Aries, Tauro y Géminis. En realidad, la Tarea en la Alquimia espiritual comienza con la Entrada del Sol durante su tránsito en la Eclíptica por el signo de Aires (21 de marzo o en verdad, diremos que el mejor momento es la semana de la primera Luna Llena luego de Aries, que coincide con la Semana Santa). 

Tras esta disposición de espíritu para comenzar la Obra, en las próximas dos entregas  intentaremos describir, de la forma más sencilla posible, los pasos correspondientes que seguirían según (lo que creemos que piensa) Fulcanelli. No nos será sencillo, pero con vuestra paciencia y la ayuda del Gran Operario, todo puede conseguirse. Deséennos éxito en el intento.

Los dejamos invitándoles con este link hacia el álbum de Howard Baer “Celtic Charm - The Enduring Legacy of Celtic Harp”. En estos días la música celta (inglesa, escocesa, gales, irlandesa, bretona, gallega, asturiana, helvética, protogermánica) se encuentra reivindicada como mágica, de la mano y asociada frecuentemente a lo esotérico, a lo alquímico, a todo lo relacionado con lo espiritual, y a la “New Age”. Una mescolanza que en ocasiones suele ser un poco extravagante, burguesa y cholula para mi gusto, pero no deja de tener su valor espiritual, en tiempos tan azarosos y de materialismo como los presentes. Déjense llevar por sus notas y armonías.



https://www.youtube.com/watch?v=DQ0EJUH-ADg




BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA  Y CONSULTA
CANSELIET, Eugène, Prefacio a la primera edición francesa de “Las Moradas Filosofales”.
FULCANELLI, “El misterio de las Catedrales”, Plaza & Janés, Barcelona, 1967.
FULCANELLI, “Las Moradas Filosofales”, Plaza & Janés S.A. Editores, Barcelona, 1976.
KRUGERMAN Leo, “Una lectura de las enseñanzas de Fulcanelli” 2ª edición, Los Caminos, Madrid, 2008.
MINO Gabriele, “Alchimia e iconología” 2ª edición, Forum, Udine, 2008.
RODRÍGUEZ-GUERRERO José, “Fluctuat nec mergitur. Opus magnum. Cuaderno de notas de José Rodrgíuez-Guerrero”, en “http://www.revistaazogue.com/blogmayo2009.htm”. 






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