sábado, 21 de diciembre de 2019

LOS AMANTES DE TERUEL

LOS AMANTES DE TERUEL





Debo reconocer que esta historia me conmovió. Porque fue verídica, o al menos así me convencí de ello. La comparto con ustedes, quienes juzgarán y darán la última palabra sobre su eventual autenticidad. Sucedió en Teruel (entonces una pequeña villa), en el sur de Aragón, España. Se trata de una crónica de amor, de sensatez y sentimientos (parafraseando al título de la novela de Jane Austen -1811-).

El Protocolo levantado por Juan Yagüe de Salas el 18 de abril de 1619 (o sea, hace cuatrocientos años) da cuenta de haber éste encontrado el día 13 de ese mes en los archivos de la ciudad “un papel escrito de letra antigua” titulado “Historia de los Amantes de Teruel” que seguía: “Historia de los amores de Juan Martínez de Marcilla y Isabel de Segura. Año mil ducientos y diez y siete [1217]. Fue juez de Teruel don Domingo Zeladas; he pues dezimos de males y guerras, bueno es digamos de amores, no fiictos, mas verdaderos”. Es supuestamente la documentación más antigua que se conoce sobre el tema, que posee algunas hojas faltantes y fragmentos rotos según hace constar Yagüe, por lo que puede presentarse como la versión más primaria. Nos ceñiremos a su relato.

La tradición conoce a estos enamorados como Diego o Juan Diego de Marcilla e Isabel de Segura; se dice que sus familias eran de la nobleza de Teruel y que fueron primos entre sí. El “papel escrito de letra antigua” los identifica, sin embargo, como “Juan Martínez de Marzilla” y “Sigura, fija de P.º [Pedro] Sigura”. Juan Martínez de Marcilla (Diego o Juan Diego de Marcilla si se prefiere, de 22 años) y Sigura (o Isabel de Segura, entonces una adolescente) se enamoraron perdidamente entre sí (“mui mucho”, dice la crónica), y como él le manifestara su deseo de tomarla por esposa, ella le contestó que también era su clara voluntad, pero accedería en el caso de que sus padres lo consintieran.

El padre de Isabel (así la referiremos por convención), que era muy rico, con mucha diplomacia le dijo al pretendiente que le caía bien como persona y que veía con buenos ojos su intención de querer esposarse con aquélla, aunque consideraba que la familia del joven amante no tenía fortuna suficiente y que su genitor ya poseía otros hijos que también tendrían que heredarle. En cuanto a Isabel (que era hija única), su padre agregó que por su parte estaba dispuesto a aportar una dote de al menos treinta mil sueldos, además de la casa en que vivía. Digamos que a buenos entendedores, el padre de Isabel le puso al joven Diego (así lo llamaremos en adelante, en vez de “Juan Martínez” o “Juan Diego”) la vara de exigencias muy alta.

Ante ello, Diego solicita a Isabel que como era despreciado por su falta de dinero, le esperara cinco años mientras hacía la fortuna necesaria por mar y por tierra, que se le demandaba para poder casarse con ella. Isabel le prometió que lo esperaría.

Diego partió hacia las guerras de Reconquista contra los musulmanes (no sólo por religión se peleaba en la Reconquista; también se obtenían buenos botines y riquezas en la guerra). Mas he aquí que durante ese tiempo el padre de Isabel la presionaba para que tomara a otro hombre por esposo, a lo que Isabel le contestaba para dilatar la cosa que había jurado mantenerse virgen hasta los veinte años porque a esa edad las mujeres eran capaces para regir su casa (lo que el progenitor le respetó). Y cuando venció el plazo de cinco años que ella había prometido a su amado guardar, el padre insistió  a su hija para que tomara esposo de una vez por todas. Viendo Isabel que el tiempo que le prometiera a Diego ya era pasado, accede a casarse con un tercero conocido como Pedro Fernández de Azagra o Pedro de Azagra, señor de Albarracín (un noble de las familias más poderosas de Teruel).

Después de más de cinco años de correrías Diego regresa a Teruel no con treinta mil, sino con una fortuna de cien mil sueldos, y con grandes ansias de ver y de esposarse con su amada. Tantos esfuerzos, tantos padecimientos y penurias, tendrían para él su recompensa y un final de dicha. Aunque recordemos que Isabel ya se había casado con otro. Increíblemente se perdió una hoja del manuscrito en esta parte de la trama y no se sabe de qué manera Diego se enteró de ello, ni cómo la noticia habría impactado en él. Seguramente debe haber sido algo muy desagradable.

El faltante de la hoja en este estado del “papel escrito de letra antigua” tampoco permite saber cómo ni cuándo Diego e Isabel vuelven a verse, pero se supone que el primero llegó al domicilio de la segunda y logra introducirse, inclusive llegando hasta el lecho de ella (queda el tema a la imaginación librado, a falta de datos históricos), requiriéndole él que lo besara: “bessame que me muero”, le implora Diego. Isabel le contesta que no faltaría a su marido y que no le insistiera, “pues á Dios no ha placido, no place á mi”.

En la transcripción de Antillón que él dice haber hecho “á la letra” (1806) del documento de Yagüe, se cuenta que Isabel no se casó con Azagra de buen grado; se había preparado pensativa, melancólica, vistiendo de negro, pero obedecería a su padre. Mientras se efectuaba la boda, Diego llegaba a Teruel de la guerra y se entera de que se estaban celebrando las nupcias. Va para las fiestas pero cuando ve a Isabel bailando se retira y se mete en el recinto del tálamo, ocultándose tras unas cortinas. Terminados los festejos, retiradas las visitas y quedando solos los esposos, Azagra le pide a Isabel “usar del derecho que el matrimonio le concede”, a lo que ella se niega. Cansado de insistir varias veces, finalmente Azagra se queda dormido e Isabel está a su lado en la cama, pero con su recuerdo en “Marcilla” (Diego).  Entonces Diego sale del cortinado, encara a Isabel y le toma de las manos. Ella se espanta con su presencia, pero luego lo reconoce. Diego le recuerda el otrora mutuo amor, le cuenta todo lo que había pasado y tenido que luchar para poder algún día estar juntos, le manifiesta que sería imposible que otro la quisiera como él, y le recrimina por qué se casó con otro. Le asegura que no la afrentaría, y le solicita que aunque fuere sólo le diera un beso en prenda de amor y para compensar su ingente dolor. Isabel le contesta que ella también ha sufrido mucho esperándole; pero que ya estaba casada y aunque se sentía enterrada en vida, no podría faltar a su deber contraído como esposa y no sería infiel a su novel marido. El joven le dice que aunque podía fácilmente matar a Azagra en ese instante no lo haría, y sólo le reclama un beso porque se está muriendo de amor por ella, mas ésta lo rechaza.

Él le vuelve a rogar que lo bese porque se moría, y ante la nueva negativa de ella, Diego se le despide diciéndole “á Dios Segura”, para fenecer cayendo muerto a los pies de Isabel.

Isabel, temblando de miedo, colocó a Diego debajo de su cama y despertó a su marido, a quien le cuenta el episodio. Su esposo al principio no le cree, pero como ella le convenciere que no lo besó, termina creyéndole. El marido le propone a Isabel, para que no se creyera que él lo mató al verlo en el dormitorio con su esposa, llevar disimuladamente el cadáver de Diego a la casa de su padre, y dejarlo abandonado frente a la entrada. Cuando el padre de Diego encuentra a su hijo muerto en la puerta, grita de horror pero viendo que no tenía signos de violencia ni nada extraño, la familia se dispuso a preparar su cuerpo para el entierro.

Isabel cayó en la cuenta en esos momentos de cuánto quería todavía a Diego; se consideraba responsable por todas las peripecias que él había soportado para hacer fortuna y de su frustrada ilusión por poder verla nuevamente y casarse, se sentía culpable por no haberle besado y por la muerte de su amado. Decidió entonces ir a donde estaba el cadáver de Diego y besarle antes de que lo enterrasen, para lo que se dirigió a la Iglesia de San Pedro donde le tenían velando. Al verle las mujeres que estaban alrededor del infortunado joven, se ponen de pie y la dejan relativamente a solas con el cuerpo. Isabel, apartando la mortaja del rostro de Diego, le besó y sobre el cadáver de él se quedó como inmóvil (como si lo hubiera quedado besando, podríamos entender). Las personas, extrañadas y quizá molestas por que Isabel estuviere como abrazando al cuerpo sin ser pariente ni algo que justificara ese aproximamiento, fueron a pedirle que se retirara y que se quitara del cuerpo.

Grande fue su sorpresa al acercarse, porque advirtieron que Isabel estaba muerta sobre Diego.

Nunca más apropiada la frase de Rubén Darío en su cuento de juventud “A las orillas del Rhin” (1885): “Ya que nuestro amor no pudo ser en la tierra, yo te seguiré para que sea en el cielo”.

El marido de Isabel cuenta a todos lo que había ocurrido. Consternado él mismo, las familias de Diego e Isabel y todos en general frente a lo sucedido, viendo cuán sólido y fuerte había sido su afecto en vida, acuerdan inhumar juntos a los jóvenes amantes en una sepultura de la Iglesia de San Pedro de Teruel, tras importantes actos y manifestaciones. Llama la atención la forma en que el esposo de Isabel comprendió que aunque fuere por otra persona, había en su esposa un amor más puro y fuerte que él decidió respetar por encima de las costumbres y de su propio sentimiento, al punto de acceder a la idea de que Isabel y su amado Diego fuesen sepultados juntos.

Aunque el “papel escrito…” data los hechos en 1217, la leyenda de “los Amantes de Teruel” comenzó a formarse por comienzos del siglo XIV. Un curioso manuscrito escrito en la segunda mitad del siglo XV por alguien de iniciales “F.A.D.C.” titulado “Triste Deleytaçion”, refiere que a “su dama y a Marzilla / los vi ay con fabor” en el Paraíso de los Enamorados. Hay, no obstante, referencias anteriores. Giovanni Boccaccio seguramente conoció este episodio, que debió haber resonado en su tiempo por Europa y que asentó en “El Decamerón” (escrito entre 1349 y 1353) en el cuento de Salvestra y Girólamo (Cuarta Jornada, Novela Octava), aunque da una versión diferente ambientada en Florencia y entre personas de la burguesía (Girólamo era hijo de un mercader importante y Salvestra era hija de un sastre, que se había con el tiempo casado con un tendedero mientras Girólamo estaba en París atendiendo el negocio familiar, suscitándose la tragedia cuando éste regresa a Florencia y encuentra a Salvestra casada). Así cuenta Boccaccio de forma muy emotiva el final de esta historia, que nos interesa destacar porque fue escrita en tiempo cercano a los acontecimientos (que pudieron haber acaecido en realidad en la Teruel de principios del siglo XIV, siglo en que “El Decamerón” fue concebido, y no en 1217):

A la joven, que tarde se había hecho piadosa, le plugo, como a quien deseaba ver muerto a quien de vivo no había querido complacer con un solo beso; y allá se fue. ¡Maravillosa cosa es de pensar cuán difícil es descubrir las fuerzas de Amor! Aquel corazón, que la feliz fortuna de Girólamo no había podido abrir lo abrió su desgracia, y resucitando las antiguas llamas todas, súbitamente lo movió a tanta piedad el ver el muerto rostro, que, oculta bajo su manto, abriéndose paso entre las mujeres, no paró hasta llegar al cadáver; y allí, lanzando un fortísimo grito, sobre el muerto joven se arrojó de bruces, y no lo bañó con muchas lágrimas porque, antes de tocarle, el dolor, como al joven le había quitado la vida, a ella se la quitó. Luego, consolándola las mujeres y diciéndole que se levantase, no conociéndola todavía, y como ella no se levantaba, queriendo levantarla, y encontrándola inmóvil, pero levantándola, sin embargo, en un mismo punto conocieron que era Salvestra y estaba muerta. Por lo que todas las mujeres que allí estaban, vencidas de doble compasión, comenzaron un llanto mucho mayor. La noticia se esparció fuera de la iglesia, entre los hombres, y llegando a los oídos de su marido que entre ellos estaba, sin atender consuelo o alivio de nadie, largo espacio lloró, y contando luego a muchos que allí había lo que aquella noche había sucedido entre aquel hombre y aquella mujer abiertamente todos supieron la razón de la muerte de cada uno, lo que dolió a todos.
Tomando, pues, a la muerta joven, y adornándola también como se adorna a los cuerpos muertos, sobre aquel mismo lecho junto al joven la pusieron yacente, y llorándola allí largamente, en una misma sepultura fueron enterrados los dos; y a ellos, a quienes Amor no había podido unir vivos, la muerte unió en inseparable compañía.

El tiempo pasó hasta que en 1555, según testimonia Yagüe en su Protocolo, mientras se estaban haciendo trabajos en el suelo de una sección adyacente a la iglesia de San Pedro de Teruel para construir la Capilla de San Cosme y San Damián, se hallaron dos cuerpos momificados que en sendos ataúdes estaban enterrados juntos en una sepultura. Esta revelación confirmaba que la historia de los amantes era verídica, y que no se trataba sólo de una leyenda. Las momias fueron expuestas al público hasta 1578, cuando se decidió inhumar nuevamente los cuerpos en sus ataúdes en la capilla mencionada. En 1619 fueron desenterrados los cuerpos nuevamente, de lo que da cuenta el Protocolo de Yagüe ya citado.

Algunos sostienen que el “papel escrito de letra antigua” podría haberse tratado de una mistificación del propio Yagüe. Cierto es que en 1616, tres años antes del hallazgo del “papel escrito…”, Yagüe había escrito una “Historia de los Amantes de Teruel. Epopeya Trágica”; pero esta obra tiene detalles diferentes a lo que revela el “papel escrito de letra antigua” que aquél transcribiría a 1619; lo que da a entender que a 1616 éste no conocía el documento que encontró después, y puede suponerse que de haberlo conocido en su momento hubiere cambiado la trama de la Epopeya. El documento supuestamente de 1555 que da cuenta del primer desenterramiento de los difuntos amantes y el “papel escrito de letra antigua” nunca aparecieron, pero debemos recordar que Yagüe era Escribano del Concejo de Teruel, por lo que no habría de pensarse que dio fe de un hecho falso. Desde su redescubrimiento de 1619 hasta 1675 volvieron a ser exhibidos los cuerpos públicamente en la Capilla de San Cosme y San Damián de la iglesia de San Pedro de Teruel, para ser posteriormente guardados en un dispensario fuera del recinto sagrado hasta 1708, siendo entonces trasladados a un “armario metido adentro de la pared” situado en un claustro que tenía la parroquia anexa al templo. En 1814 Fernando VII visitó Teruel y para él, su comitiva y demás visitantes, se sacaron los restos de los amantes a efectos de que pudieran contemplarlos, luego de lo cual los restituyeron al lugar donde estaban. Sobre la mitad del siglo XIX se colocaron los cuerpos en unas urnas más apropiadas y se depositaron nuevamente en el claustro de la parroquia, donde permanecieron hasta 1902 para ser trasladados a la Capilla del Sepulcro de la misma iglesia de San Pedro de Teruel. En 1865 el fotógrafo José Martínez Sánchez tomó las primeras fotografías de las momias de los enamorados. Finalmente, en 1955 (coincidente con el 400 aniversario del hallazgo de las momias) los amantes pasaron a un lugar especial en la mencionada Capilla del Sepulcro donde ya estaban, y desde 2005 se encuentran en un mausoleo especial conocido como el “Mausoleo de los Amantes de Teruel”. Las momias de los enamorados Diego e Isabel se encuentran hoy descansando (él yace a la izquierda de ella, tal como fueron encontrados en 1555) dentro de urnas de hierro y cristal en sendos sarcófagos de alabastro, realizados por Juan de Ávalos y Taborda. El grupo escultórico es de gran belleza, donde se destaca un detalle: las manos de Diego e Isabel están próximas, pero no se tocan, ni siquiera se acarician: todo un símbolo del amor imposible.

Sobre esta historia se escribieron diversas obras literarias y de teatro (recordamos entre tantas a las de Tirso de Molina “Los Amantes de Teruel” -1635- y de Juan Eugenio de Hartzenbusch “Los Amantes de Teruel. Drama refundido en cuatro actos, en verso y prosa” -1837-. Ya dimos cuenta de la versión de Bocaccio sobre Girólamo y Salvestra a poco de ocurridos los hechos, si bien con variaciones de la trama), canciones y composiciones musicales; se hicieron pinturas y hasta películas. El tiempo dio paso también a investigaciones históricas y científicas. El análisis de Carbono 14 hecho a los cuerpos por el año 2005 relevó que se trataría de personas de principios del siglo XIV (cuando comenzó a gestarse la leyenda) y no de principios del siglo XIII; aunque si pensamos en todas las manipulaciones de que fueron objeto los cadáveres y considerando que el método tiene un rango de error de unos más-menos cuarenta (algunas informaciones dicen setenta) años, bien podría tratarse de cuerpos del siglo XIII. Circulaba el rumor que el cuerpo de Isabel revelaba trazas de que había estado embarazada, pero las pruebas científicas desmintieron esa versión.

Se desconoce desde el punto de vista médico científico, aún actualmente, las causas de la muerte de Diego e Isabel. ¿Fueron causas naturales o no? Eso alimenta un misterio. No existen análisis autópsicos al respecto. Una convocatoria realizada por la Fundación Bodas de Isabel a recibir estudios para determinar las posibles razones seleccionó entre varios y como el más serio, uno del Doctor Rafael Gómez que plantea que Diego e Isabel habrían muerto por Síndrome de Takotsubo (llamado vulgarmente “Síndrome del corazón roto”, trastorno cardíaco originado por situaciones de gran estrés o de disgusto). Sin embargo, esto dista de ser la resolución del caso y no pasa de ser una hipótesis. Otra posible explicación podría ser que Diego hubiera sido envenenado o que se hubiere administrado él mismo un veneno, eventualmente por ingesta, y que Isabel al besarlo hubiere tomado contacto en sus labios con ese veneno, o que inclusive ella lo hubiera consumido antes de ir de besar el cadáver de Diego. Sin embargo, eso no explica qué veneno habría sido utilizado, ni cómo fue el suministro para ambos, ni si se lo administraron ellos mismos o un tercero, ni en qué oportunidad y circunstancias eso pudiere haberse dado. Otras hipótesis ya son más endebles, conjeturales o imaginativas, por lo que no perderemos tiempo en ellas.

Nos gustaría atesorar este relato escuchando “Francesca da Rimini” Opus 32 en re menor, de Piotr Ilich Tchaikovsky, en versión de la Orquesta Filarmónica de Moscú dirigida por Igor Manasherov. La historia de Francesca da Rimini (o da Polenta) y de Paolo Malatesta trata también de un amor prohibido casi contemporáneo al de Diego e Isabel, acaecido en Rimini (actual Italia) en la segunda mitad del siglo XIII, que tuvo también un trágico desenlace aunque de diferente naturaleza. Dante Alighieri en su “Divina Comedia” (escrita en los primeros años del siglo XIV) los recuerda en el Canto V del Infierno, de quienes refiere haberlos encontrado en el Segundo Círculo del Averno (donde se castigaba a los lujuriosos). Sin embargo el Dante no les reprocha y por el contrario, deja en claro que siente una gran conmiseración y piedad por Paolo y Francesca. Pero nos estamos yendo de tema, así que en este punto nos detendremos.

Hemos dicho alguna vez, en conceptos trasladables apropiadamente “mutatis mutandis” para esta narración (“https://pseudoculturales.blogspot.com/2019/09/la-carta-no-enviada-de-beethoven-iii.html”), que: “Alguna vez he leído que aquellos que se han amado mutuamente de verdad pero que no han podido unirse, no importa cuán lejos los haya separado la existencia, se reencontrarán tarde o temprano en algún lugar del Espíritu o del Universo. Hay quienes sostienen que en alguna otra vida tendrán una nueva oportunidad. ¿Será eso realidad?”. Nos preguntamos y preguntamos si Diego (o Juan o Juan Diego) e Isabel estarán por encontrarse algún día, o si eventualmente andan juntos y palpitantes en alguna parte, en nuestro mundo o más allá de la Muerte.


https://www.youtube.com/watch?v=xBX9rFDZ0UQ&t=597s



BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA Y CONSULTA:

- ANTILLÓN Isidoro de, “Noticias históricas sobre los Amantes de Teruel”, Imprenta de Fuentenebro y Compañía, Madrid, 1806.
- BOCCACCIO Giovanni, “El Decamerón” 2ª edición, Editorial Bruguera, Barcelona, 1974.
- BUENO SERRANO Ana Carmen, “Los Amantes de Teruel a la luz de la tradición folclórica. Del Decamerón de Boccaccio al drama romántico de Hartzenbusch”, El Jardín de la Voz, Biblioteca de Literatura Oral y Cultura Popular, Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Alcalá, Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, Centro de Estudios Cervantinos, Madrid, 2012.
- F.A.D.C., “Triste Deleitaçion” (ed. Regula Rohland de Langbehn), Universidad de Morón, Morón (Argentina), 1983.
- FUNDACIÓN AMANTES DE TERUEL, “Bibliografía Amantes de Teruel”, en “http://www.elromanticismo.es/datos/documentos/pdfs/biblio-amantes.PDF”.
- GABARDA Esteban, “Historia de los Amantes de Teruel” segunda edición, Imprenta de Vicente Mallén, Teruel, 1864, ps. 53-81.
- HARTZENBUSCH Juan Eugenio, “Los Amantes de Teruel. With introduction, notes and vocabulary by G.H. Umphrey Ph. D., Associate Professor of Romance Languages”, University of Washington, Washington, 1920.
- “Las momias de los Amantes de Teruel corresponden al siglo XIV”, en “El Heraldo”, 25.11.2014, “http://www.arqueologiamedieval.com/noticias1/125/las-momias-de-los-amantes-de-teruel-corresponden-al-siglo-xiv”.
- “Los Amantes de Teruel, ¿tradición, historia o montaje?”, en “http://teruelandia.blogspot.com/2012/01/los-amantes-de-teruel-montaje-tradicion.html”, 13 de enero de 2012.
- “Los Amantes de Teruel, ¿víctimas del ‘síndrome del corazón roto’?”, 20.12.2009, en “https://www.heraldo.es/noticias/aragon/teruel/2009/12/20/los-amantes-teruel-victimas-del-sindrome-del-corazon-roto-69306-2261128.html”.
- LÓPEZ RAJADEL Fernando, “Datación de la ‘Historia de los Amantes de Teruel’, a través de los datos socioeconómicos del ‘papel escrito de letra antigua’ copiado por Yagüe de Salas”, Colección Hartzenbusch, Fundación Amantes de Teruel, Teruel, 2008.
- LÓPEZ RAJADEL Fernando, “Personajes aragoneses de ultratumba en Triste Deleytaçion (ficción sentimental de finales del siglo XV)”, Archivo de Filología Aragonesa (AFA) Tomos 71-72, 2015-2016, ps. 73-98.
- MOLINA Tirso de, “Obras completas” Tomo IV, Biblioteca Castro - Fundación José Antonio de Castro, Madrid, 2005.
- “Retenidos en el tiempo. Las momias de los Amantes de Teruel”, en “http://retenidoseneltiempo.blogspot.com/2009/06/las-momias-de-los-amantes-de-teruel.html”.
- SAKLICA Aysegul, “Los Amantes de Teruel, de la leyenda al Teatro español de los siglos XVIII y XIX, trabajo de investigación dirigido por Montserrat Amores”, Universitat Autònoma de Barcelona, Bellaterra, 27 de junio de 2018, paper.
- YAGÜE DE SALAS Juan, “Los Amantes de Teruel. Epopeya Trágica”, en Valencia, por Pedro Patricio Mey, 1616.