domingo, 25 de agosto de 2019

JORGE MACHADO OBALDÍA

JORGE MACHADO OBALDÍA



¿Se es escritor por el sólo hecho de escribir, por haber publicado algo, cuando se vive profesionalmente de ello, o porque los demás lo reconocen como tal? Personalmente yo creo que escribo pero no por ello soy escritor, del mismo modo que por soplar una flauta no se es músico. Pero no voy a hablar de mí en esta entrega “pseudocultural”, sino de un señor escritor, felizmente todavía entre nosotros.

Jorge Machado Obaldía (Treinta y Tres, 1961), ante todo, es un amigo. Es necesario que lo aclare. Sin embargo, eso no me dificulta un juicio crítico sobre su obra, ni compromete mi ánimo. Tampoco nada me inhibe de conceptuarlo como un narrador talentoso, por el simple hecho de que lo es.

Machado Obaldía, informático, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, es un ávido lector y dueño de una envidiable cultura humanística. Yo me pregunté durante mucho tiempo por qué alguien con todo su bagaje no lo volcaba en la creación literaria. Obviamente algo tenía escrito, aunque no tuve mucha oportunidad de conocerlo. Pero fue en recientes tiempos cuando llegó la época de la cosecha. Y bienvenida ésta siempre. Su caso me recuerda al de Pedro Figari (1861-1938), que si bien tenía escuela y algunas obras, recién a los 57 años desplegaría con toda fuerza su creatividad artística en pintura y literatura como propósito de vida; del mismo modo Jean-Philippe Rameau (1683-1764) en Música, eximio teórico y compositor de obras para clave y órgano amén de algunas de cámara, comenzaría por 1737 (con 54 años) a componer las óperas que lo llevaron a la inmortalidad. Machado nació en 1961; saquen ustedes las cuentas…

De sí mismo, Machado Obaldía se ha definido alguna vez, en palabras de Mario Levrero, como que “No estoy escribiendo para ningún lector, ni siquiera para leerme yo. Escribo para escribirme yo; es un acto de autoconstrucción. Aquí me estoy recuperando, aquí estoy luchando por rescatar pedazos de mí mismo…”. No comparto la idea de que alguien escribe para nadie y ni siquiera para sí mismo; no obstante, escribir sirve, es necesario, para liberar el alma, para pensarse y para recrearse, para acallar los ruidos del corazón, para recuperarse, para intentar encontrar un sentido de salvación sobre todo esto, para preservar siquiera algo de recuerdos, afectos y tiempos que no volverán, o que se van desprendiendo en nuestras constantes despedidas en la Vida.

Ritos de Paso” (J, primera edición, 2018, 198 páginas) es la primera publicación que recoge en formato de libro papel una serie de cuentos de Jorge Machado Obaldía. No es empero, su primera aparición. Ubicamos su relato “Juguetes desatendidos” en la antología “Mi casa cuando yo era niño. Identidad colectiva y literatura para niños” (Facultad de Información y Comunicación, 2018; ps. 5-9). También puede encontrarse una serie de cuentos de este escritor en Internet (https://clubdeescritura.com/per…/81341/jorge-machado-obaldia).

Publicado en forma independiente a través de Amazon (por lo que es de accesible ubicación; destaco que por Internet estas obras se están difundiendo mejor que en los circuitos y con las editoriales tradicionales), “Ritos de Paso” comprende diecisiete narraciones que nos atrapan hacia un mundo “donde lo extraño está, como siempre, en nosotros”, según reza la contratapa que nos anticipa también su contenido:

Un cantante fracasado encuentra el amor en una mansión californiana, o al menos eso cree. Un vendedor itinerante descubre que posee una inquietante cualidad. Un arquitecto crea la venganza perfecta. Un hombre desea morir y está dispuesto a matar con tal de conseguirlo. Un programador de noticias que no puede dejar su trabajo. Un acosador saluda al abismo. Una sociedad en descomposición resuelve los problemas a su manera. Un padre de familia y su último deseo. Un momento que es todos los momentos. Un traidor que se redime. Un perseguidor del sol cree encontrarlo. Un barrio contado por sus habitantes más ignorados. Una huida definitiva. Un juego de niños. Un repartidor de pizzas demasiado distraído. Un hombre que encuentra refugio en la literatura.

A través de frases cortas pero exactamente trabajadas y precisas (si Eduardo J. Couture -1904-1956- reconocía que una idea o una frase le requería a veces escribirla o revisarla hasta ocho veces en ocasiones, ¿qué esfuerzo no le habrán requerido a Machado Obaldía las suyas?), el autor nos introduce quedamente en cada narración suya por laberintos interiores de finales insospechables, aunque permanecen abiertos a la imaginación de cada lector. Personalmente, los cuentos que me gustaron más fueron “Delivery”, y “Ritos de paso” que da su nombre al libro. Recojo del último este fragmento, que interpela incisivamente:

Si en los últimos años me aterroriza el mundo que está más allá de mis ventanas al punto de no dormirme sino hasta la madrugada y aun así no me atrevo a hacerlo con la luz apagada; si los únicos terrores que soporto son los que desaparecen cuando se cierra un libro y, en cambio, corté todo vínculo con terceros pues me cansa la gente; si me he vaciado, dejándome invadir por el aire azul de la soledad como si viviera en un eterno atardecer, ¿a qué o a quién estoy tratando de proteger?
¿Qué oscura y difícil contingencia, cuando esté más débil y viejo, me aguarda?

Jorge Machado Obaldía ha salido a pegar duro en la literatura contemporánea, y auguro que conseguirá un lugar de encomio en la literatura uruguaya. Prueba de ello es su relativamente reciente lanzamiento, cuya lectura recomiendo de corazón y con plena objetividad.

Esta vez no me atrevo a recomendar una determinada música. La lectura de estos cuentos realmente requiere concentración. Tampoco sugeriré esta vez música clásica. Quisiera, sin embargo, aprovechar la oportunidad para recordar el álbum “Seconds Out” de Genesis (1977), que conocí gracias a Machado Obaldía por 1980 y que aprendí mucho a gustar.

https://www.youtube.com/watch?v=vRhZgTyVzN8





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